Logran ruido, no en vano cualquiera que levante el dedo contra Israel tiene asegurado el titular.
Los sospechosos habituales se han puesto histéricos. A pesar de ser cuatro gatos, han conseguido bastante ruido, no en vano cualquiera que levante el dedo contra Israel tiene asegurado el titular. Y como son de izquierdas y solidarios con los pueblos, han puesto el grito en el cielo porque un joven israelí que estuvo desde los 19 años hasta los 24 metido en un agujero, sin saber si viviría o lo matarían, sin tener derecho a ninguna visita, ni a recibir cartas de su familia, ni a nada que no fuera ver la cara de sus secuestradores, ha pedido acudir a un partido de fútbol. ¡Tamaña indecencia! Y motivados por la natural indignación que una osadía como esa representa, han movilizado su acritud en forma de presunto boicot al suculento Barça-Madrid. Como Dios los cría y ellos se juntan, rauda y velozmente han recibido el apoyo de grupos islamistas, algunos países del Golfo y por supuesto de Hamas, organización angelical que es tan amante de la libertad que mata a disidentes, impone el pensamiento fanático islamista, casa a niñas y prepara a los niños para la yihad.
Este dechado de virtudes de Hamas ha prohibido que se vea o diga nada sobre el partido, so pena de la pena que acostumbran a imponer estos angelitos contra quienes los desobedecen. Y así tenemos el cuadro perfecto: al lado izquierdo, los aguerridos progres de la solidaridad internacional, únicamente preocupados por las maldades israelíes, porque el resto de maldades dan demasiado trabajo; y en el centro, las tiranías del petrodólar, que habrían hecho llegar al Barça lo enfadadas que están. Y estos acostumbran a contar su enfado por millones de dólares. Y en el otro extremo, los héroes de Hamas, una asociación religiosa que acostumbra a llegar al cielo por la vía de las bombas. Más bonito y sale un cuadro de Dalí.
Por supuesto, en una sociedad libre todo esto está permitido y es permisible. Lo es que un club de fútbol que intenta una buena relación con todo el mundo acepte la petición de un joven que ha sufrido un infierno y que sólo quiere ver un partido de su club favorito. Por otro lado, también lo es que activistas antiisraelíes se enfaden, lo conviertan en el paradigma de la maldad y anuncien acciones de protesta. Y es normal que el islamismo fundamentalista esté por la labor de lo mismo.
Pero lo que no me parece tan normal es que todo esto sólo ocurra cuando sale la palabra Israel. ¿Dónde están contra las dictaduras del Golfo y sus acuerdos económicos con nosotros? ¿Dónde están en la defensa de sus mujeres, de sus estudiantes, de sus ciudadanos? ¿Ni una manifestación? ¿Piden el boicot a Israel y no lo han pedido nunca contra Irán o Arabia Saudí?... Ergo, la conclusión es simple: no se trata de la libertad. Se trata del viejo, inequívoco y vulgar odio antisemita, en el caso islamista sin disfraz alguno. En el caso progre, vestidito con la falacia de la solidaridad
LaVanguardia/España-
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