En una reciente visita a Israel tuve oportunidad de conocer en la ciudad de Jolón, lindera a Tel Aviv, unas familias samaritanas. Ellos despertaron en mí curiosidad por indagar sus antecedentes, su historia y sus costumbres. Y considero válido compartir la experiencia. A la muerte del rey Salomón (año 977 antes de la Era Común, es decir hace 2980 años), se produjo el Gran Cisma: sólo dos tribus, la de Judá y la de Benjamín, permanecieron fieles a la dinastía de David y constituyeron el Reino de Judá, con Jerusalem como su capital. Las diez tribus restantes formaron el Reino de Israel, cuya capital era Samaria (Shomrón). En el año 722 a. E. C., este último reino fue conquistado por el poderoso Imperio Asirio. Realidad y fantasía A lo largo de la historia, la fantasía popular atribuyó los destinos más diversos a las 10 Tribus de Israel, creyendo hallar a sus descendientes en los lugares más distantes. Lo cierto es que los asirios expulsaron de su terruño a decenas de miles de Hijos de Israel y los dispersaron por todo el Im-perio; y en cambio poblaron ese Reino vencido con otras gentes traídas de países lejanos. Los nuevos habitantes eran idólatras, pero con el tiempo se mezclaron con los israelitas remanentes de la población local, hasta constituir una comunidad semipagana y semijudía: la de los samaritanos (“shomronim”). Los samaritanos recibieron también el nombre de cuteos (“cutim”), es decir, oriundos de un sitio llamado Cut o Cuta, en las cercanías de Babilonia; el rey de Asiria los envió al destruido Reino de Israel, para sustituir a las diez tribus desterradas. Según otra versión, descienden de dos de las Tribus de Israel: la de Efraím y la de Menashé. Hasta el día de hoy habitan las montañas de Shomrón (Samaria), y de ahí su nombre: samaritanos (“shomronim”). Del Segundo Templo a nuestros días. Los judíos que retornaron del exilio babilónico a lo que había sido el Reino de Judá, gracias a las declaraciones de Córesh (Ciro), rey de Persia (siglo VI a.E.C.), no reconocieron a los samaritanos como hermanos en la fe. Los samaritanos les ofrecieron su ayuda para la reconstrucción del Templo de Jerusalem, pero fueron rechazados, con lo cual la tensión se acrecentó. Cuando en tiempos del dirigente Nehemías (Nejemia), siglo V a.E.C., los que habían retornado a Judá iniciaron la reparación de las murallas de Jerusalem, fueron hostigados por los samaritanos. En el año 332 a.E.C., Éretz Israel fue conquistada por el célebre guerrero Ale-jandro Magno de Mace-donia. Con la tolerancia religiosa que siempre lo caracterizó, Alejandro autorizó a los samaritanos a erigir su propio santuario en el Monte Grizim. Pero no accedió a su demanda de destruir el nuevo Templo de Jerusalem. De todos modos, los judíos se vengaron dañando el Monte Grizim, consagrado por los samaritanos. Aunque éstos adoptaron parte de los preceptos del judaísmo, la hostilidad entre ambas comunidades religiosas fue en aumento. En la época del Segun-do Templo, los samaritanos conspiraban contra los peregrinos judíos que atravesaban las montañas en su camino desde la Galilea a Jerusalem. También impedían el encendido de las fogatas con las cuales los judíos se iban comunicando el comienzo de los meses y de las festividades. De aquel período data el término “cutim” (cuteos, oriundos de un sitio llamado Cut o Cuta, en las cercanías de Babilonia) con el que los judíos denominaron a los samaritanos, para recordarles su origen; así como llamaron al País de Samaria, la “Tierra de los Cuteos”. Los sabios de la “Mishná” (Talmud) se ocuparon mucho de la relación entre cuteos y judíos, y en el Tratado correspondiente registraron sus conclusiones. Entre otros puntos, expresan: “Los usos de los cuteos son a veces iguales a los de los gentiles, otras veces iguales a los de Israel, y en su mayor parte como los de Israel”. Sin embargo, enseñan que “quien come el pan de los cuteos es como si ingiriese carne de cerdo”, y que “no hay que casarse con ellos ni tomar de entre ellos es-posa”. También afirman que “todo precepto acatado por los cuteos es cumplido por muchos de ellos más estrictamente que por los mismos israelitas”; lo que puede sonar como un elogio, pero también sugerir que los cuteos (samaritanos) se atienen a la parte externa de la Ley, sin ahondar demasiado en su contenido. En el Período romano – bizantino y en la Edad Media, hubo en Éretz Israel muchas comunidades samaritanas: en las ciudades de Kesaria, Iafo, Ashkelón, Aza, Ramallah, etc.; pero se fueron debilitando con el tiempo. Hoy se encuentran en gran parte del país, fragmentos de antiguas inscripciones samaritanas. En su mayoría proceden de lo que fueron sus santuarios y testimonian la existencia de poblados florecientes en su momento. Los samaritanos (shomronim) nunca aceptaron la santidad de Jerusalem, siendo para ellos el Monte Grizim el lugar consagrado. Por eso eligieron vivir en Shjem (Siquem), a los pies de dicho monte. En el año 1927, un terremoto sacudió el país, y el Barrio Samaritano en la Ciudad Vieja de Shjem (Siquem) quedó destruido. Sus habitantes pasaron entonces a otro barrio de la Ciudad Nueva, sobre la ladera de la montaña. Allí viven dedicados al comercio y a los oficios. Una comunidad más fue fundada en Jolón (Israel), luego de la creación del Estado. Los samaritanos cuentan hoy 700 almas; 300 en Jolón y 400 aproximadamente en las otras ciudades. La celebración de la Pascua. De acuerdo con sus creencias, los samaritanos (“shomronim”) son Hijos de Israel, descendientes de Efraím y Menashé, y sus sacerdotes pertenecen a la tribu de Leví. Se consideran los guardianes de la Torá verdadera, la Torá de Moisés, por lo que también se autodenominan “shomrim” (guardianes). Su religión se asienta en 4 puntos básicos: la creencia en un solo Dios, en un solo profeta, Moisés, en los libros del Pentateuco y en un lugar sagrado: el Monte Grizim. Su Torá se guarda en la sinagoga samaritana del Nuevo Barrio, en Shjem, y es su tesoro más preciado. Está escrita sobre pergamino con caracteres samaritanos, que se parecen a los de la escritura hebrea de la época bíblica. En su opinión, eso demuestra que ellos son los auténticos re-manentes de los Hijos de Israel. Afirman que su Torá fue transcripta en los días de Josué (Iehoshúa bin – Nun), en el Monte Grizim. El estilo de la misma se asemeja al tradicional, pero las diferencias abundan. Así, el Libro de Josué, que también es reconocido por los sa-maritanos, difiere totalmente del tradicional. Ellos veneran, además, un registro genealógico referido a los Supremos Sacerdotes que estuvieron al frente de la comunidad. Los samaritanos han guardado hasta nuestros días la costumbre de ofrecer en el Monte Grizim, sacrificios semejantes a los que ofrendaban los judíos en el Templo de Jerusalem, en vísperas de la Pascua (festividad ésta cuya fecha no coincide exactamente con la de la Pascua Hebrea – Pesaj). Todos los miembros de la comunidad, encabezados por los sacerdotes, se reúnen en lo alto del Monte Grizim para cumplir con el sacrificio como manda la Torá. En el centro de una parcela especial en la cima de la montaña, se encuentra un hoyo alargado: es el altar. A su alrededor, y en ceremonia especial, se inmolan 7 corderos que de-ben ser “sin defecto”, tal como se indica en Levítico (“Vaikrá”), XIV 10. Junto al altar hay un pozo redondo: es el horno en el que se asan los corderos durante varias horas. Después se comen, mientras se van cumpliendo los ritos de la Pascua, que difieren de los tradicionales. Cuando finaliza la co-mida, se queman en el hoyo del altar los huesos, las pe-zuñas y todo lo que estuvo en contacto con la ofrenda. La geografía y la historia. Las montañas de Sama-ria (“Haréi Shomrón”) forman parte de la cadena que se extiende a lo largo de la porción central de Éretz Israel. Una serie de valles las separan, y constituyeron corredores de fácil acceso desde los albores de la historia. En el sitio en que se cruzan el único camino longitudinal y el principal camino transversal, se halla la ciudad de Shjem (Si-quem). Desde los tiempos más remotos, los Montes de Samaria albergaron muchas poblaciones. En la época del Segundo Templo predominaban los samaritanos, que eran llamados cuteos por haber sido traídos de Cut o Cuta. Después de la conquista árabe (siglo VII) se mezclaron con los conquistadores, y muy pocos conservaron su vieja fe. En nuestros días, al finalizar la Guerra de la Independencia de Israel (1948/49), la mayor parte de los Montes de Samaria pasó a integrar el territorio jordano. Los pobladores de Shjem y el gobierno de Jordania se mostraron tolerantes con los samaritanos. Hasta la Guerra de los Seis Días hubo un acuerdo entre Israel y el Reino de Jordania, por el cual los samaritanos residentes en Jolón (Israel) podían pasar a Shjem los días de Pésaj, a fin de participar en la ceremonia pascual del Monte Grizim. En la Guerra de los Seis Días, Samaria fue tomada por las fuerzas de Israel. Pero en base a los Acuerdos de Paz firmados en el año 1995 entre Israel y los palestinos, importantes ciudades de la región como Jenín, Shjem y Kalkilia, pasaron a manos de la Autoridad Palestina.• © LA VOZ y la opinión
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