En la actualidad, la ciencia ha avanzado notablemente en relación al cuidado, prevención, diagnóstico y tratamiento de nuestro cuerpo. Sin embargo, aún hoy, muchos médicos, sólo lo consideran como un cuerpo biológico, y no, como un cuerpo erógeno. Este concepto, fue acuñado, por la especialidad en SALUD MENTAL y especialmente por el PSICOANÁLISIS. Con esta expresión, nos referimos, que no sólo nos enfermamos físicamente, sino que además, debemos recordar, que nuestro cuerpo es el asiento de nuestros AFECTOS, FANTASIAS, DESEOS, gratificaciones y frustraciones. Se va construyendo desde el nacimiento, a través del vínculo del niño con sus padres. Y como no siempre lo tratamos adecuadamente, muchas veces debe GRITAR en exceso, para ser tenido en cuenta. Hoy hablamos, más que de enfermedades, de enfermos. De enfermos que sufren, y cuyo sufrimiento es como un desgarro, singular, único, que lo sumerge en un profundo sentimiento de desaliento y desamparo. Por ello, es en la relación médico- paciente, donde se jugará la verdadera CURA. ¿Cómo lograr que cada ser humano, sea considerado un sujeto insustituible, y no como un número o una ficha más?. Un ejemplo. Alicia llega a la consulta traumatológica, con miedo y vergüenza. Ha realizado varias consultas y siempre recibe la misma respuesta: “ Ud. no tiene nada “ . Pero las piernas le duelen cada vez más, le cuesta caminar, (acto que disfrutaba realizando todos lo días), vive encerrada en su casa y consigo misma. La falta de tiempo de ciertos especialistas, (por la cantidad de pacientes que deben ver diariamente), no ha ayudado a aliviar su angustia y su temor por su padecimiento. Se ha convertido en un OBJETO, en una paciente pero ya sin paciencia. Ningún médico le ha preguntado qué le ha pasado en su vida cotidiana. LLAMA LA ATENCIÓN. Sus ahorros quedaron presos en el corralito; su única hija debió irse a trabajar al exterior; su marido y ella se sienten tristes. ¿Cómo seguir caminando por la vida cada día?. Una amiga, le sugiere realizar una entrevista psicológica. Acude desanimada y desconfiada. Nunca creyó en los psicólogos. Esta es una historia singular y única, pero al mismo tiempo, conocida por la mayoría de nosotros. Otra experiencia. Fer-nando, decide hacerse un chequeo de rutina, se siente cansado y estresado. Por la noche le cuesta conciliar el sueño. Por momentos no se reconoce, él no era así. De repente, se encuentra internado en terapia intermedia. El médico de guardia lo revisa, pero no está solo. Lo acompañan varios residentes. Lo destapan, lo auscultan, lo tocan, y nadie se percata de su pudor, de su intolerable sentimiento de im-potencia. No puede preguntar, no puede quejarse, le da miedo SABER. Ya no se siente OMNIPOTENTE, hoy se siente como un niño pequeño que sólo desea huir .Un nudo en la garganta lo invita a callar; casi logra llorar. “Pero los hombres no lloran”. Hablan de él con palabras extrañas. Cuándo le explicarán qué le pasa. Cuándo podrá irse a su casa. Se siente confundido emocionalmente, afectado por la situación. “Su cuerpo, es sentido como un objeto público, no le pertenece privadamente.” Por fin le cuentan. El tiempo se convirtió en eterno, ese espacio y esas caras son demasiado extrañas. “Ha sufrido una hipertensión importante, debe cuidarse y escucharse más”. Se queda pensativo, al-go debe cambiar. VIVENCIA DE DOLOR. El dolor, es universalmente reconocido por todos. Alguna vez lo he-mos padecido. Tanto física como psíquicamente. Pero cada sujeto lo vive de manera personal. Dependerá, sin duda, de sus primeras experiencias infantiles, de otras experiencias similares, propias o cercanas, del tipo de personalidad previa, del apoyo familiar con que cuenta, de la relación que ha establecido con su médico. El dolor es un estado de tensión, que aparece sorpresivamente, que irrumpe de repente y a veces asusta. Produce displacer, pero, paradójicamente, puede pro-ducir placer en el sujeto humano. Se dice que el dolor se ha ligado a ideas o representaciones de carácter sexual, cuyo sentido de-berá ser descubierto. El término dolor, está asociado a duelar, a duelo. A ese sentimiento que se liga a alguna pérdida, de una persona, de un ideal, de ilusiones, de objetos materiales, de la realidad exterior o fantaseados. De todos modos, siempre alu-de a afectos, y funciona como una señal para la vida. ¿Será entonces, que el cuerpo, no sólo grita cuando se enferma, se entristece, sino también puede gritar de alegría, cuando disfruta y se siente feliz?. ¿Será que el placer que el cuerpo nos brinda, es más silencioso o no lo sabemos apreciar?. Una paciente, expresó: “Sentí piel de gallina, porque me puse tan contenta”. Los psicoanalistas valo-ramos la palabra, como fundamental para enfermarnos menos física y psíquicamente. También los poetas, los escritores, los músicos, valoran la palabra y nos hablan del cuerpo. Recor-demos: “... voy a comerte el corazón a besos; a recorrer sin límites tu cuerpo”. Respetemos nuestro cuerpo. Aprendamos a escucharlo en cada etapa de la vida, aún en la vejez, (donde también es posible hasta la sexualidad, con sus características particulares). Escucharlo no sólo desde la enfermedad, sino también, desde el placer y la satisfacción. La ciencia dio en estos días la noticia, que el ser humano podría llegar a vivir más allá de los ciento veinte años. Tendremos la capacidad para vivir la vida más placenteramente, apreciándola.• Rita Abigador es Lic. en Psicología
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