La masejet del Talmud que trata sobre las leyes de Iom-Kipur, se llama Ioma- el día en arameo. Podría-mos enhebrar recuerdos de nuestra vida recordando ca-da Iom- kipur. Aquellos lejanos de nuestra infancia; los encuentros y desencuentros familiares, las vivencias de un día muy especial que marca el calendario hebreo: este Shabat Shaba-tón, como Shabat una creación del pueblo judío. Fecha tan sagrada, no dejó indiferente a poetas, escritores, cronistas. Días de balance e introspección, de recogimiento donde el sonido trémulo del Shofar va marcando el paso de los días. Shmuel Iosef Agnón, escritor israelí, Premio No-bel de Literatura 1966, titula así uno de sus relatos "Im knisat haiom", donde tiempo y espacio no son coordenadas ; " Cuando los enemigos destruyeron mi casa, tomé a mi pequeña hija en brazos y huímos... durante días y noches, hasta que llegamos justo en la víspera de Iom-Kipur a mi querido pueblo . En esa calle estaba la Sinagoga Grande, en frente el Shil Nuevo y un poco más allá, en la misma cuadra, la Sinagoga Vieja. Entramos a una de ellas. Aún era temprano". En otro momento del cuento dice Agnón: "Se acercó mi hija a una de las velas encendidas. Esta tembló y cayó sobre sus ropas; se quemó su úncia prenda y casi desnuda se abrazó a mí. ¿Qué hacer? Dentro de poco tiempo llegarán los judíos a rezar ¿cómo tapar su desnudez?. Ella también quería llorar . Recordé la Gnizá, lugar donde guardábamos libros, talitim y otros objetos de ritual que se deterioraban. Corrí hacia allí, pero no encontré nada que pudiera cubrir y abrigar a mi hija. Cuando se usaban los libros, podían llegar a romperse pero ahora que nadie los usa, tampoco se rompen...". Sigue el relato de Agnón: "El padre trata de buscar con qué cubrir a su hija; corre a la casa de Rabí Alter, el mohel, tampoco allí los ancianos vestidos de harapos, nada tienen para darle... la gente va lentamente llegando al Shil; sin apuro "Dios va a esperar". Algunos aún se limpian los dientes con escarbadientes; otros discuten y se pelean. Cuánta sabiduría hay en los niños, observé a mi hija que cubría su desnudez con su propio cabello...". "Papá vámonos, no quiero estar aquí, dijo mi hija llorando. ¿A dónde iremos?; ahora comienza Iom-Kipur, no existe otro lugar para nosotros. Comenza-mos a escuchar las santificadas palabras de Kol Ni-drei, distintas melodías se entremezclaban; llegaban a mis oídos los cánticos de los otros templos, pero al cielo parecía que llegaba una sola armoniosa melodía. A la distancia divisé un Sefer Torá que mis abuelos habían donado. Mi hija se calmó; comenzó a repetir las milenarias plegarias, sus labios las susurraban...". Hasta aquí el cuento de Agnón. Este día tan convocante marca un hito en la vida de cada Judío, quien permanece indiferente a él: ¿se considera judío?. Aún este día tiene momentos de especial intensidad; todos observamos cómo en la hora de Izcor (Servicio de Recordación) se llenan los templos aveces hasta la calle; la gente trata de entrar, aunque sea para ese momento esperado del día, en el cual se recordará a los difuntos y cada uno se conectará con su propia historia. Recordará a los seres queridos que ya no están, vendrán a su memoria momentos compartidos que tienen que ver con su propia esencia misma, un seder de Pesaj en casa de la Bobe, las fragancias de la cocina en la casa paterna, los preparativos para las cena festiva en la casa de aquella tía que ya era una institución, que mantenía las costumbres familiares judías... las velas ardiendo, el vasito-vela en-cendido antes de salir de la casa para ir al Shil. En la víspera de Iom-Kipur, Ag-nón con su relato nos invita a pensar en la continuidad, en cómo transmitimos lo heredado para que nuestros hijos y nietos no sientan la desnudez de la niña del relato, el frío y el vacío, sino todo lo contrario, donde el calor de un hogar judío, la clase de Torá en la escuela, aquella canción aprendida, pueda hacer la magia de construir la identidad a pesar de las distintas melodías, la orquesta que todos formamos, con nuestras particularidades, puede producir una melodía armoniosa, como la del final del cuento. Ojalá podamos consustanciarnos con esto casi místico que tienen estos días y entrar en los Iamim Noraim, con renovadas fuerzas, con esperanza de paz para Israel y el mundo y desearnos todos un año de besorot tovot, buenas noticias, de justicia, de alegrías y creatividad. Como decimos: "Tajel shaná ubirkotea", que se inicie un año de bendiciones.• © LA VOZ y la opinión
|
|
|
|
|
|