Esta es la época de teshuvá, del examen de conciencia y del arrepentimiento. Y uno de los requisitos más importantes para la teshuvá es el auto examen y la reflexión. Llamamos a eso jeshbon ha-nefesh, o sea, el "recuento del alma". Debemos tomarnos un tiempo para reflexionar sobre el año que termina, y encontrar a aquellos a los que hemos (y nos han) ofendido, y corregir los errores. El "Dame la verdad", que venimos pidiendo desde estas columnas independientes, no es un simple ruego ingenuo, de mentes infantiles, es una necesidad que esta comunidad, aun dormida, necesita encontrar. Sólo así demoraremos el desmembramiento de vastos sectores de la judeidad argentina. El salvataje es imperioso. Los colegios se cierran, las instituciones desaparecen o naufragan en un mar impiadoso. Los ideales se minimizan en aras de "cerrar los números", y, mientras se producen estas catástrofes, algunos aprovechan la debacle para hacer sus negocios y apropiarse de los bienes comunitarios. Pero, no obstante ello, no todo esta perdido. Hay una calle judía que se está despertando, que no va a permitir este manejo de facto que decide y nos compromete a todos en situaciones para las que no fuimos consultados. ¡Esto se acaba! Los dirigentes de la "dedocracia", genuflexos ante el poderío económico, quienes nos llevaron a esta situación casi terminal, ya están haciendo las valijas. Ya coquetearon con los poderes de turno, ya usufructuaron sus cargos para sí mismos, ya han embargado a buena aparte de nuestras entidades en vista "de un reacondicionamiento financiero" que debería "cerrar los números". Sin embargo, la creciente necesidad social, se ve en parte aliviada por algunas excepciones que sí están preocupadas en el futuro comunitario. Pero esto sólo no alcanza. Los fondos conseguidos (también desde el exterior), deben ser canalizados por gente austera y honesta que sepa proyectar y distribuir esos medios entre los más carenciados. Es imperioso formar grupos de activistas que supervisen y fiscalicen dónde van a parar esos recursos. Es necesario terminar con funcionarios de grandes sueldos y pequeños cerebros. Y también, claro está, ir casa por casa a repatriar a los excluidos, tanto a los jóvenes como a nuestros ancianos, a los indiferentes y a los comprometidos. No podemos darnos el lujo de dejar marginados a miles de judíos por problemas económicos o por tener ópticas diferentes. Todos debemos estar juntos (a pesar de los disensos). Es hora de ponerse los pantalones largos, hacer un real balance de lo que nos pasa y proyectar y debatir medidas urgentes para apagar este incendio. Nosotros, desde el pensamiento crítico-constructivo, seguiremos luchando por volver a ver el sol de una comunidad donde brillen los pensadores, los activistas de las ideas y todos aquellos a los que les interese el futuro de una judeidad viva. Debemos insertarnos nuevamente en esta sociedad argentina con los derechos y obligaciones que ello trae. Derecho a que nos escuchen y nos respeten, derecho a vivir como argentinos sin dejar de lado nuestra identidad judía. Obligaciones que debemos asumir, en especial, alejando de nuestro seno a quienes desde la cima dirigencial comunitaria nos avergüenzan con su irresponsabilidad y su falta de honestidad, tanto de la intelectual como de la otra. Nuestra lucha no sólo está y estará enfocada hacia los enemigos de lo judío, sino también hacia aquellos que desde adentro buscan sus beneficios particulares y sectoriales y abandonan a los más débiles e indefensos. Este es nuestro compromiso. Seguidamente, reproducimos la nota "Dame la verdad", que fuera el "disparador" para que desde las filas de los obsecuentes del poder de turno, trataran de acallar nuestras voces. La justicia de este país, a pesar de los cuestionamientos que aun tenemos sobre varias de sus decisiones, no pudo más que ponerse de nuestro lado, darnos la razón en nuestras críticas y avergonzar a los antidemocráticos que nos quisieron silenciar. Este 5764, será también un año donde la justicia deberá determinar y juzgar a ciertos dirigentes que se empeñaron en injuriarnos y difamarnos. No cejaremos en buscar la justicia sobre la realidad y la responsabilidad de nuestros dichos, no somos aventureros de los medios. Contamos con pruebas inequívocas de cada una de las notas que hemos publicado. Por esto, y confiando nuevamente en el derecho argentino, podremos dar un escarmiento ejemplificador a quienes (obnubilados por los perfumes del poder) se creyeron dueños de la comunidad. Será justicia. Shaná tová.
DAME LA VERDAD Por Marcos Doño (La voz de Israel, setiembre 2001) No hay manera de escapar a la verdad. Es por eso que no hay crimen perfecto. Siempre queda una huella, un rastro, un grito en la noche, una lengua perturbada en la vigilia y en los sueños. Esta vez, la verdad ha regresado después de casi 20 años. Alguien llama a la puerta de la DAIA, llama a la puerta del gobierno de Israel. Y lo está haciendo, como en ese cuento de José Saramago, ‘El cuento de la isla desconocida’, que comienza así: “Un hombre llamó a la puerta del rey y le dijo, Dame un barco. La casa del rey tenía muchas puertas, pero aquélla era la puerta de las peticiones”. Son fuertes las puertas de los reinos. Son fuertes los muros de los reinos. Igual de fuertes que los muros de Jericó. Año 2001, Argentina. Alguien está golpeando fuerte a la puerta de la DAIA, a la puerta del Gobierno de Israel. Y el que golpea es un inesperado y oscuro bulto, un cuerpo con la cara de 2000 judíos. ¡Dame la verdad!, grita. Después de 18 años de finalizada la dictadura militar instaurada tras el golpe de estado en 1976, ahora que arrecian los puños contra sus muros, la DAIA ha salido a decir a la opinión pública que revisará su actuación durante los años más aciagos de la historia Argentina. Es así como lo ha anunciado públicamente, al presentar en sociedad el Comité Académico de la Comisión de Estudio y Análisis del Rol de la DAIA durante los años 1976-1983. Han pasado 18 años. Demasiados para luchadoras como René Epelbaum, Madre de Plaza de Mayo, hoy recordada en algunos lugares progresistas de la comunidad judía, los mismos lugares en los que se llegó a pensar, cuando aún vivía, que era peligroso estar muy cerca de ella; demasiado zurda para las relaciones públicas. “Estar a su lado era políticamente incorrecto”. Han pasado demasiados 18 años para muchas de las madres y padres fallecidos en su peregrinar. Los que en su momento, cuando desesperadamente lo necesitaron, acudieron a la DAIA y a la embajada de Israel a pedir ayuda, y recibieron como única respuesta el silencio cómplice de sus “hermanos judíos”. Los arrojaron a los lobos desde la más absoluta oscuridad de espíritu. Pero son pocos 18 años como para olvidar que los sucesivos dirigentes de la Delegación de Asociaciones Israelitas de la Argentina —institución creada para la defensa de los derechos humanos— soslayaron, ocultaron y esgrimieron en su defensa moral, que su accionar no fue otro que el resultado de una estrategia elegida para las relaciones públicas con los dictadores. Porque, claro: “Había que ser cautos”. “No había que importunarlos pidiendo por judíos que estaban involucrados en grupos izquierdistas”. Una estrategia aplicada hace 18 fresquitos años en la memoria del dolor, como para olvidar los coctails en los salones de la Armada; o aquella cena que compartió el gran rabino Ben Hamú con el dictador Videla, en la que se sirvió comida kasher; un gesto que destacó el rebe como muestra cabal de la sensibilidad de este hombre de pulcro uniforme. Cercanos 18 años de aquel discurso del doctor Mario Gorenstein, quien durante un encuentro comunitario en San Pablo, Brasil, exclamó: “Para los judíos siempre es mejor estar bajo un gobierno militar, porque hay menos antisemitismo”. La ideología de la Biblia y el calefón no tiene límites. A este comité académico han sido llamadas a mezclarse personalidades como el economista y humanista Bernardo Kliksberg, el epistemólogo Gregorio Klimovsky y el jurista y luchador por los derechos humanos Leopoldo Schifrin, con otras de dudosa actuación, tal el caso del escritor Marcos Aguinis, autor, a expreso pedido del presidente de la DAIA, de la obra biográfica Brown, donada en un acto de camaradería entre judíos y dictadores a la Armada Argentina. La misma que arrojaba seres humanos a las aguas del Río de la Palta y el Océano Atlántico desde los aviones de la muerte, mientras nuestros representantes se confundían en un gran abrazo estratégico. Pero la DAIA, la que hoy dice comprometerse a revisar su “rol” (palabra demasiado light para el horror) durante la dictadura, no ha cambiado. Su estructura ideológica y espíritu corporativo, aún siguen rigiendo su actitud frente al poder. La historia los ha vuelto a poner frente a un nuevo desafío moral a partir del trágico 18 de julio de 1994. Y una vez más, por intereses y miopía, repiten los mismos errores cometidos en el pasado: ocultar, soslayar, desviar y negociar con quienes nada hay para negociar. Han vuelto a ejercer con soberbia e inconciencia política la estrategia de las relaciones peligrosas; pero esta vez cumpliendo a rajatabla con los lineamientos ideológicos de su “padrino”, el ex presidente de la DAIA, Rubén Beraja. No es casual, entonces, que la abogada que representa a la DAIA en la querella por el atentado terrorista a la AMIA, sea Marta Nercellas. La misma que defiende por estafa, asociación ilícita y otras yerbas contempladas en el código penal, al ex presidente del quebrado banco Mayo. Nos surge, entonces, una pregunta obligada: ¿Es ético que la DAIA tenga al frente de la querella en un juicio de tamaña proporción histórica, a la misma letrada que defiende a Beraja, un hombre que ha mantenido estrechas relaciones político-económicas con las mismas personalidades del gobierno menemista que están siendo investigadas por tráfico de armas, pólvora y lavado de dinero? Lo cierto es que, como desde hace décadas, siguen primando los intereses sectoriales y los negocios particulares. Una muestra de esto es que hace pocos días, la abogada Nercellas, el presidente de la DAIA, José Hercman y el vicepresidente, Jorge Kirszenbaum, llamativamente se acercaron para dar su apoyo incondicional al juez de la causa Juan José Galeano. Justo en momentos en que la parlamentaria Elisa Carrió acababa de decir que contaba con las pruebas que involucran a hombres del gobierno menemista en las actividades ilícitas arriba referidas, y que esas pruebas no se las daría al juez Galeano porque no le inspiraba la más mínima confianza. Claro, defender a Galeano, a pesar de las graves acusaciones que pesan sobre él, no es otra cosa que sostener la causa tal como lo quiso y lo necesitó siempre su padrino, Rubén Beraja. Una causa construida a partir de las declaraciones de mozos, barrenderos que pasaban justo en el momento del atentado, señores que estaban en la esquina y dijeron ver una camioneta, y no a partir de los testimonios del ex presidente Menem, del ex ministro del Interior Ruckauf, del traficante internacional de armas Monzer al Kazar, de Hadad y otros tantos que, seguramente, hubieran manchado hasta al mismísimo Menem. Es decir, lo que se conoce como la pista siria. Pero siempre oportunista, hoy la DAIA dice sostener esta pista. Sólo hace falta revisar los documentos periodísticos para comprobar que comenzaron a hacerlo, aunque hasta la fecha nunca con esmero, cuando no tuvieron otra alternativa. La fecha clave de este cambio hay que buscarla en un frío 18 de julio de 1997, cuando Beraja fue abucheado por el público, quien le exigió la lista con los nombres que había estado prometiendo desde hacía tiempo. Es a partir de aquel momento que el poder menemista entendió claramente que Beraja ya no le era funcional para frenar los reclamos que pedían que las investigaciones siguiesen la pista siria. La suerte de Beraja estaba echada. Desde ese momento el poder menemista le soltó la mano a su rehén voluntario, quien había sostenido el banco Mayo con los oscuros redescuentos millonarios (casi 300 millones de dólares) del Banco Central. Fecha que nos muestra a las claras que al poco tiempo de aquel 18 de julio, comenzó la estrepitosa caída del Mayo, que culminó con la renuncia de Beraja a la presidencia de la DAIA. El 24 de septiembre comienza el juicio oral por el atentado a la AMIA. Habrá un veedor internacional, el presidente de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Claudio Grosman. Un veedor pedido por Memoria Activa, porque todos sus reclamos por las irregularidades en la causa que está en manos del juez Galeano jamás fueron escuchados por la justicia argentina, ni compartidos por los dirigentes de la AMIA y la DAIA. El juicio será seguido por el mundo, a través de los medios más importantes del mundo. Y quienes deberían sentarse en primera fila, tensos, son Carlos Menem, Rubén Beraja, Emir Yoma, Carlos Ruckauf, entre otros. Como en todo juicio histórico, todos juzgarán: los jueces, interpretando el código penal; los medios de comunicación, según sus códigos profesionales; la ciudadanía, a través de su opinión. Y las víctimas, desde del dolor, en su búsqueda desesperada por la verdad. Cuando el juicio termine, muchos quedarán, de seguro, fuera de la historia. Otros, como ingenuos que nunca estuvieron a la altura de los acontecimientos. Y, seguramente, los traidores, todos aquellos a los que la verdad les parece poco rentable, apostarán al olvido. Estos últimos, serán los mismos que algún día anunciarán a viva voz que se ha formado el Comité Académico de la Comisión de Estudio y Análisis del Rol de la DAIA durante el juicio por el atentado a la AMIA. Es tarea de la conciencia ciudadana no dejar que esto ocurra otra vez. Es tarea de todos estar alertas y entender que la causa AMIA no se juega sólo en los estrados tribunalicios. Y así como para el menemismo y el actual gobierno hubo razones de estado que impidieron que se avanzase en el sentido correcto, así para la ciudadanía hay razones de sociedad que nos dan derecho a exigir por todos los medios que se avance hacia la verdad. Aun, que esta conlleve acusar hasta las más altas instancias de la Nación. La gente tiene mucho para decir. Y la historia nos ha dejado muchos ejemplos de esto. El caso más ejemplar fue el del juicio a Alfred Dreyfus, militar judeofrancés acusado de traición a la patria, una causa que ocultó desde un primer momento un acto de antisemitismo flagrante. Si en esa causa no se hubiese movilizado a la prensa y a la opinión pública, a partir del manifiesto ‘Yo Acuso’ del escritor Emilio Zola, y sólo se hubiese dejado en manos de los expertos penalistas el destino de este militar francés, de seguro sus días hubiesen terminado en la cárcel, conocida como la Isla del diablo. prensa”.• © LA VOZ y la opinión.
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