El 30 de Junio de 2009, a los 84 años, hace ya cuatro meses falleció Reizl Sztarker.
Decir que ella fue una mujer de la música, del canto, del coro, sería insuficiente, pues Reizl fue en los últimos 15 años, la directora de coro por excelencia en nuestra comunidad; a la manera del salmista bíblico cuando exclama: “Kol atzmotai tomarna” – “Todos mis huesos dirán”- o sea: ¡En mi canto va todo mi ser!
Ahora que tanto bien nos haría su presencia, para entonar con sus melodías nuestra vida judía y argentina, un tanto empañada, sentimos como nunca, cuán cierto es aquello de que para poder apreciar la altura de una montaña es preciso que tomemos cierta distancia de ella.
Sólo ahora, cuando el dolor por la ausencia de la talentosa y vibrante Reizl Sztarker, lleva ya cuatro meses, se agiganta aun más su verdadera imagen, y me es dable apreciar su talla y poder tratar de hilvanar unos conceptos acerca de Reizl.
Mi propósito con estas palabras que escribo aquí, en esta nota, es doble: por un lado, quiero hacer un homenaje a una maravillosa mujer que hace poco dejó de estar entre nosotros, pero que sin embargo dejó sus huellas por doquier, entre ellas, en nuestra comunidad, fundamentalmente, a través del coro “Mordje Guebirtig”.
Por otro lado, me siento casi en la obligación de transmitir la alegría y el entusiasmo que contagió el conocer a una persona esencialmente comprometida con el arte y con la vida. Poseía una alegría y un entusiasmo contagiosos, irradiando constantemente una fortaleza y un impulso vital que, en los tiempos que corren, a menudo amenazan con abatirse o flaquear. No tengo ninguna duda de que para muchos, la vida de Reizl Sztarker ha de ser un ejemplo.
Quien haya visto a Reizl dirigir el Coro Mordje Guebírtig, como algunos tuvimos la oportunidad de vivenciarlo desde hace más de una década; quien la haya visto transformarse en música, moverse inquieta y casi intangible como el “kvekzilber” (mercurio); quien la haya visto saltar como un “shprindzine” (resorte), tras el do, re mi, fa sol, la, si, encontrará en estas palabras algunas claves de esa vitalidad y entenderá también -seguramente como yo he comprendido- que Reizl ha dirigido su vida con la misma seguridad y dinamismo, con que supo dirigir la música sublime del coro.
Y quien no haya tenido esa oportunidad, la conocerá parcialmente en estas líneas, a través del breve relato, con el cual intento conmemorar su historia.
Quisiera destacar que Reizl tuvo en vida reconocimiento público por su labor y reconocimiento personal por su calidad humana -lo cual no siempre ocurre y nos habla de la capacidad que tuvo de brindarse a su profesión artística, como a quienes la rodeaban. Recuerdo con emoción cuando en ocasión del homenaje realizado en la AMIA por su labor en el coro, la presencia de sus ex alumnos, compañeros de su escuela primaria y secundaria, y todos, amen del público y los coreutas, le brindaban un cariño y un respeto pocas veces visto.
Los comienzos
Rosa Kafenbaum (Reizl), nació en Buenos Aires en 1925, de padres que eran oriundos de Varsovia.
De sus padres y tíos recordaba, casi con humor, que se casaron juntos, la misma noche para embarcarse a la Argentina (shifsbrider). También de Varsovia recordaba la amistad que unía a su familia de origen, con la de su marido Mario Sztarker; y la sola mención de Mariano le quebraba la voz: su Máirale (Meir), partió antes que ella, en Agosto de 1999.
Rosa y Mariano se casaron en 1945 y al año siguiente nacía su primer hijo: Norberto, y tres años más tarde la pareja traería al mundo a su hija: Claudia, quien seguiría el camino musical de su madre, con una carrera poblada de menciones y premios de toda índole. Luego se agregan Silvia y Roberto, su nuera y su yerno. Y por último: “der maióntek” -la gran fortuna gran, cinco nietos: Marcela, Raúl, Lorena, Martín y Julieta, y sus nietos políticos: Néstor, Silvio, Sergio y Vesna; y cuatro bisnietos: Lucía, Santiago, Mara y Dino vienen a coronar la obra familiar de Reizl.
Desde pequeña, Rosa Kafenbaum supo que su destino era enseñar. Desde niña supo también que su lenguaje sería la música, acaso tanto como el ídish, esa lengua que la envolvía como la música, y de la que no podía desentenderse del todo cuando conversaba.
Desde pequeña, Rosa supo también que su destino amoroso estaba trazado junto a Meier, a quién conoció cuando él tenía sólo ocho años y ella apenas cinco, en el entorno de las familias polacas de inmigrantes del Siglo XX. “Mi vida fue un camino derechito”- decía Reizl Sztarker, con una voz firme que trasuntaba no sólo felicidad y alegría, sino también agradecimiento. Y descubrimos en esa frase, “mi vida fue un camino derechito”, la plenitud de una obra casi perfectamente realizada. El porvenir siempre se le presentó muy nítido, con una claridad, que uno no sabe si atribuirla a un designio providencial o a una voluntad personal arrasadora.
Aprender y dar
“Cuando yo era chica los padres mandaban -aseveraba Reizl- quise ir al Conservatorio y no me dejaron; quise ir al Normal y fui al Liceo; pero no me arrepiento. De aquellos años tengo amigas que son como hermanas”, comentó alguna vez, con la capacidad que la caracterizaba para convertir una dificultad, en la ocasión de una nueva experiencia. Y de cómo era Reizl con sus amigas-hermanas lo recuerdan ellas mismas, luego de su partida. Su carácter poseía la cualidad de no sólo preocuparse por los demás, sino de ocuparse. Así, por ejemplo nunca faltaban sus visitas a alguien enfermo o residiendo en un geriátrico. Era pura solidaridad, sin esperar nada a cambio.
Sus primeros años de estudio y formación oscilaron, como era costumbre en esa época, entre los mandatos paternos y sus propios deseos: “Siempre conté con el apoyo de mi mamá”, recordaba con reconocimiento. Empezó a estudiar piano a los seis años con Alberto Mario Zecca, condiscípulo de Toscanini. Siguió con este maestro estudios de armonía y contrapunto.
Pero la negativa de sus padres a que ella ingresara al Conservatorio no fue una negativa a que continuara con su formación musical. De allí en más se abre para Reizl el camino de los grandes maestros. Estudia dirección coral y musical con Kurt Pahlen; armonía con Teodoro Fuks; dirección coral con Valentín Costa; técnica vocal con Susana Naidich. Incluso estudió canto gregoriano en la Universidad Católica. Cuando ya no eran sus padres quienes decidían su destino, realizó el ansiado anhelo: ingresó al Conservatorio Nacional Lopez Buchardo. Allí cursó simultáneamente el profesorado de música y la maestría de canto coral y orquestal. Se recibió, “ya grande”, en los años setenta, con medalla de oro.
Enseñar
A los dieciocho años Reizl ingresa como docente de música a la escuela Dr. Jaim Zhitlowsky. Allí se revela como una mujer de convicciones firmes: permanecería enseñando en la escuela a lo largo de viente años. Cuando obtiene sus títulos habilitantes, asume diversos cargos docentes en escuelas del Estado y en la Escuela Nacional de Danzas. También dirigió el Coro Polifónico del Teatro IFT. Dedicando su vida al trabajo y a su familia: a su esposo, a sus hijos y luego a sus nietos y bismietos.
La continuidad de su vocación musical la transmitió a su hija Claudia, con quien vivió sus últimos años y a su nieta Marcela.
Hace poco, Marcela presentó un conjunto de música klezmer (“A Mejaie”), la impronta de Reizl se vio reflejada en ella, en su trabajo musical, y en las palabras de agradecimiento a su amada abuela.
Los grandes principios de su obra
Le pregunté a Reizl hace unos años en referencia al coro “Mordje Guebirtig”, de dónde procedían sus profundos sentimientos de justicia, de igualdad; de dónde nacía su profundo sentido de la solidaridad. “La solidaridad está dentro de uno”, contestaba Reizl con seguridad; “está en la casa, en la abuela, en los ancestros...” Y recordaba a la “Bobe “y a la madre de la infancia: dos mujeres aguerridas, entregadas a la acción solidaria en la comunidad. “Mi abuela era única” recordaba con emoción, “le compraba al que era ´kusher´, sólo para ayudar. Mi casa era un verdadero comedor popular. Durante años mi madre dio de comer a gente que no podía pagar”. Y agregaba, con una risa picarona: “al gordo le ponían un plato más de sopa.”
Indagando en sus raíces, Reizl sentía encontrar una explicación de sus principios socialistas en el judaísmo, en el respeto a las tradiciones que mamó en el seno de su familia y en la actitud progresista de su propio padre: “se hizo tradicionalista de grande”, comentaba Reizl. Su vida política estuvo siempre ligada a su trabajo en el “Shule” (escuela). Su militancia nunca fue formal o partidaria.
Alguna vez alguien señaló a Reizl diciendo: “Ah! ésta es la roja”. Estas palabras resonaron en ella como un exabrupto. Sin embargo, se sobrepuso rápidamente y contestó con la frontalidad que la caracterizaba: “vení conmigo al agujero de la AMIA y decime: ¿En la AMIA, cuál es el lado derecho y cuál es el izquierdo.”? Desarmado, su interlocutor contestó con sinceridad inevitable: “Tenés razón.”
“Y elegirás la vida”
La explosión de la AMIA produjo en Reizl una conmoción interna que la paralizó. Esa mujer que había vivido en plenitud, esa mujer que jamás había sentido discriminación ni segregación de ningún tipo, entrevió por primera vez el rostro horroroso del antisemitismo.
Poco tiempo después del atentado, Reizl se cruzaba en la calle, muy cerca de la zona del desastre, con dos mujeres que caminaban junto a sus hijitos. Allí escuchó una frase reveladora que una de ellas le decía a la otra: “Los judíos lloran hoy; y tienen que llorar mucho más todavía.”
En ese momento empezó para Reizl una lucha interna. Le costaba salir de la parálisis que le había producido el atentado; sabía que tenía que hacer algo, pero todavía no avizoraba cómo.
Mariano la alentó a salir de ese pozo de dolor. Y así fue como empezó a surgir un resplandor de luz: tiempo después, Reizl se pondría al frente del proyecto para armar el Coro Popular Judío Mordje Guebírtig. Haciendo eco del mandato bíblico: “Y elegirás la vida”, y de esa esencia que siempre la acompañó, pero que en algún momento se opacó, para volver a renacer, en una etapa de la vida -rondando sus 70 años- en la cual muchos caen en el otoño de la existencia, Reizl floreció nuevamente.
El coro Popular Judío “Mordje Guebítig”: su obra póstuma
Corría el mes de mayo de 1995. Lo que fue en un principio un grupo improvisado de doce “lererques”-maestras- coreutas, se trasformaba con el tiempo, en un grupo de nada menos que ciento setenta personas. Lo demás vino solo con el tiempo. El nombre del coro, no era para nada casual. Mordje Guebírtig había sido un poeta y mártir asesinado el 5 de agosto de 1942 en el ghetto de Cracovia.
Reizl lo admiraba profundamente, pues él era un humilde poeta- carpintero, que sin formación musical alguna, mientras cepillaba la madera, se le ocurrían versos y melodías, que tarareaba a su hija, quien las transcribía al pentagrama.
En sus versos, a veces casi ingenuos y transparentes, palpitan sus años de infancia. Las jóvenes casaderas y los pequeños escolares, los huérfanos sin hogares y los ladronzuelos, las parejas de enamorados y los músicos, zapateros y sastres, novios y solteronas. Todo ese antiguo estilo de los villorios judíos, hoy no más que un sueño: “el viejo hogar”, cegado, inmolado en la Segunda Guerra Mundial.
La magia de Reizl y de la música, crearon lazos indisolubles entre los miembros del coro, y esos lazos se extenderían como abrazos hacia toda la comunidad.
El aporte que realizó a la cultura ídish en los últimos catorce años merece ser destacado, pues su repertorio estaba constituido fundamentalmente por canciones en ídish y éstas reverberaron en la memoria de todo aquel que las conociera y se divulgaran a quienes aún no las conocían. Llevando la cultura ídish a las plazas públicas y celebrando el día 22 de noviembre, Día de la Música, llenaban el Parque Centenario, invitando a actuar junto al coro a solistas, a músicos y artistas.
El coro en sí mismo era y lo sigue siendo, ahora bajo la dirección de Zeev Malbergier y codirección de Shmuel Katz, un ejemplo de pluralismo y diversidad, pues los integrantes del mismo interpretan salmos bíblicos, canciones socialistas, sionistas, jasídicas, folklóricas, entre otras, en varios idiomas, siempre enviando un mensaje explícito o implícito de solidaridad, compañerismo, humanismo, del valor espiritual del arte, particularmente en la década de los noventa, en la cual en la Argentina imperaba el valor del dinero, por sobre todas las cosas.
Dirigir con puño de acero y guante de seda
Cuando Reizl percibía que algunos miembros del coro tenían dificultades, los invitaba a reforzar la práctica en su casa, para que los coreutas no se sintieran disminuidos frente a sus compañeros.
Su simpatía y empatía con los integrantes del coro era notable, pero cuando alguien desafinaba, con su sola mirada, lograba poner orden. Igual acontecía cuando ella notaba que alguien cantando, comenzaba a sentirse mal.
Su contextura física era pequeña, pero su fortaleza y su maestría para el dominio de ciento setenta voces y del piano eran gigantescos. Su conducción era una extraña mezcla de ternura y firmeza. Dirigía con puños de acero y guantes de seda.
Se retiró del coro en la plenitud de su fortaleza, porque deseaba que “El Guebirtig” continuara más allá de ella. Sin embargo fiel a su modo de ser, mantuvo relación, hasta sus últimos días con muchísimos de los compañeros coreutas.
Que la vida y el arte son un don preciado, Reizl nos lo mostraba en cada gesto, en cada palabra, en cada obra, en cada vínculo. Esta maravillosa mujer que era Reizl Sztarker, no dejaba de irradiar vitalidad y energía. Ese poder de orientar y encaminar a otros se renovaba cada vez que Reizl se paraba frente al piano y frente al coro para asegurar con su obra, la continuidad de la vida judía y humana.
Estamos profundamente agradecidos por haber podido conocer, sentir, percibir, intimar y apreciar un alma y un talento, que ahora ya es parte de cada uno de nosotros.
Cerremos por un instante los ojos y reconstruyamos en la fantasía, la delicada imagen de esa noble y creativa persona, “Mench ”-ser humano, que se llamó Rosa Kafenbaum de bendita memoria, y a quien nosotros por siempre seguiremos llamando “querida Reizl Sztarker”
¡Siempre la recordaremos con gratitud y admiración!
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