Hijos de su tiempo Las ideas de independencia nacional imperantes en el siglo XIX en los pueblos europeos, encontraron eco también entre los judíos que vivían en medio de esos pueblos y que habían alcanzado la emancipación (la igualdad civil). La nueva conciencia nacional de los judíos, luego llamada sionismo, tuvo carácter secular, y en sus comienzos suscitó el rechazo de los sectores religiosos, aferrados a la esperanza de una redención mesiánica. Sin embargo, durante la primera mitad del siglo XIX, dos rabinos acusan la influencia del nacionalismo moderno no judío y adoptan una actitud más activa y más práctica hacia la ansiada redención (“gueulá”). Son ellos el rabino Iehudá Alkalái, sefardita, y el rabino ash-quenazí Tzvi Hirsch Kálischer. El primero fue testigo de los conflictos entre los pueblos balcánicos y de éstos con los imperios tur-co y austríaco; el segundo, de las rivalidades entre los polacos y prusianos en su región. Tzví Hirsch Kálischer Había nacido en el año 1795 en la ciudad prusiana de Lissa (Leszno), distrito de Posen (Posnán). Dicho distrito era el territorio de Polonia Occidental que había caído bajo dominio prusiano luego de la partición de Polonia. Kálischer procedía de una familia rabínica cuyo linaje se remontaba al “Maharal” de Praga y a otras personalidades famosas. Estudió en distintas “ieshivot” (academias talmúdicas) con los grandes maestros de su tiempo. Una vez casado, se instaló en la ciudad de Thorn (Posen), donde ejerció su ministerio hasta su muerte. Una constante búsqueda Escribió importantes obras sobre “Halajá” (legislación rabínica), sobre Filo-sofía y exégesis Bíblica, y artículos en la prensa he-brea. Pero fue especialmente su libro “Derishat Tzión” (La búsqueda de Sión), que publicó en 1862, el que produjo gran revuelo en el mundo judío, ya que convocaba a la reconstrucción de Éretz Israel mediante un plan consistente en la compra de tierras, la creación de colonias y hasta el entrenamiento de fuerzas de vigilancia para defender esos poblados. Basándose en opiniones de autorizados exégetas, el Rabino Kálischer anunciaba en su obra que el co-mienzo de la Redención contaría con el auspicio de los pueblos del mundo, y que le seguiría la Reunión de las Diásporas en Éretz Israel (“kibutz hagaluiot”). El asentamiento de judíos en su tierra sería anterior a la llegada del Mesías, e incluso obraría como me-dio para apresurarla. Esa llegada no constituiría un milagro repentino: “El Todopoderoso no descenderá súbitamente y le ordenará a Su pueblo marchar. Tampoco hará sonar una gran trompeta para convocar en Jeru-salem a los dispersos. Todo será cumplido, pero la Redención vendrá en lentas etapas, y el rayo de salvación irá brillando gradualmente”. La influencia de los movimientos nacionales no judíos se refleja en los cuestionamientos del autor y en sus exhortaciones: “¿Por qué el pueblo de Italia y de otros países sacrifica su vida por la tierra de sus padres, mientras que nosotros nada hacemos?” “¡Imitemos los ejemplos de los italianos, polacos y húngaros, que sacrifican sus vidas y sus bienes en la lucha por la independencia nacional!” “¡Deberíamos avergonzarnos de nosotros mismos!” Cuando, en 1862, el libro “Derishat Tzión” vio la luz, el movimiento precursor del Sionismo llamado “Jovevéi Tzión” (Los amantes de Sión) aún no existía, ya que sólo nació a comienzos de los años 80 del siglo XIX. “El Estado Judío”, de Theodor Herzl, aparecería 34 años más tarde, en 1896; I.L. Pinsker publicaría su obra “Autoe-mancipación” 20 años después, en 1882, y Moisés Hess el libro “Roma y Jerusalem” en 1862, apenas unos meses después de que apareciera “Derishat Tzión” (La búsqueda de Sión) de Kálischer. De ese modo, Hess alcanza a citar “la obra de un viejo rabino” que le merece el mayor respeto y reconocimiento. Todos los autores mencionados giran al pensamiento de un Estado Judío independiente, y cada uno de ellos lo hace según sus propias concepciones. El Ra-bino Kálischer alentaba el ideal de una reconstrucción en el espíritu de la Torá; de un país donde las tareas agrícolas hicieran posible el cumplimiento de los especiales preceptos relacionados con esas tareas (“mitzvot hateluiot baáretz”). La mira en los filántropos En 1836, 26 años antes de la aparición de su libro, el Rabino Tzví Hirsch Kálischer había propuesto su plan de reconstrucción de Éretz Israel a un conocido filántropo judío: el Barón de Rothschild. En su carta al banquero, le expresaba que no veía futuro para los judíos fuera de su patria histórica. Y agregaba que la esperanza puesta en el Mesías no debía interferir en ese retorno por medios naturales. El Rabino reforzaba su argumentación con numerosas citas de los textos sagrados. A continuación sugería que el Barón le comprara al Pashá egipcio, Muhamed Alí, todo el territorio de Éretz Israel; y si el Pashá se negaba, que al menos le vendiera al Barón la ciudad de Jeru-salem con todo su entorno. El Rabino no recibió respuesta y se abocó a otros proyectos. Así, pensó en crear en el país colonias agrícolas para establecer en ellas a los sufridos judíos de Polonia, Rusia y Rumania. Posteriormente, en 1839, se dirigió a Moshé Montefiore, el gran magnate judío residente en Inglaterra, a fin de interesarlo en su proyecto, denominado “Éretz Noshévet” (Tierra habitada). La idea era que Montefiore arrendara una gran superficie de las tierras de Éretz israel, que pertenecían al Pashá de Egipto, por un período de 50 años. En ellas se fundarían asentamientos para miles de familias judías. Ese mismo año, 1839, Sir Moshé Montefiore visitó el país por primera vez. El Rabino Kálischer no fue ajeno a su viaje. En la oportunidad, el filántropo adquirió cerca de Iafo una porción de terreno donde años más tarde plantó el primer naranjal (“pardés”) que hubo en Éretz Israel y que se llamó “Gan Montefiore”. Pero el plan respecto a las tierras del Pashá, no prosperó. Sin embargo, los movimientos en los países occidentales en pro de la restauración de Éretz Israel, influyeron en la Sociedad “Kol Israel Javerim” (Todos los israelitas, unidos), con sede en París, esto es, en la Alliance Israélite Univer-selle. Así nació, en 1870, en los alrededores de Iafo, la Escuela de Agrucultura “Mikvé Israel “(La esperanza de Israel), que llegó a ser un instrumento importante en el desarrollo agrícola del país. Al año siguiente, se habló de que el Rabino Kálischer asumiera la su-pervisión religiosa del establecimiento, a pedido de su director, Charles Netter. Él estuvo de acuerdo, pero debido al deterioro de su salud, su familia consideró más prudente que no viajara. En su lugar, envió a su hijo Reb Zeev Wolf. Éste presentó un plan destinado a afincar en colonias agrícolas a los judíos del “Viejo Ishuv” (los ortodoxos que residían en Éretz Israel de tiempo atrás y que vivían de las donaciones provenientes del exterior (“jaluká”). Pero el proyecto no contó con el beneplácito de aquéllos a quienes iba dirigido, y en consecuencia fracasó. Así, el gran em-prendimiento soñado por el rabino Kálischer quedó reducido a una pequeña fracción de terreno alrededor de la Tumba de Rajel en Bet Léjem, cerca de Jerusalem, que su hijo Reb Wolf adquirió para que ese lugar tan entrañable no cayera en manos de extraños. Un luchador que no cede Lejos de rendirse ante el fracaso del proyecto de colonización presentado al filántropo Moshé Monte-fiore en 1839, el rabino Kálischer no bajó los brazos. Decidió apelar a las masas judías de todo el mundo solicitando aportes comunitarios y la creación de fondos para adquirir tierras. Pero antes debía lograr el acuerdo de los grandes rabinos de su tiempo. Fue entonces cuando publicó su obra ya citada, “Derishat Tzión” (1862), que le valió la aprobación de algunas figuras importantes. Así, el gran exégeta bíblico llamado Malbim (1809 – 1879) escribió que también él había hallado en los textos sagrados la prueba de que la Redención llegaría lentamente, de que los judíos comenzarían por establecerse en Éretz Israel con el consentimiento de los pueblos del mundo y precediendo a la llegada del Mesías. Pero el Rabino Kálischer debió también soportar una fuerte oposición por parte de otros líderes religiosos. A partir de 1860, realizó numerosos viajes por las ciudades de Alemania, y logró que en muchas de ellas se crearan asociaciones en apoyo de sus ideas. También envió cartas y llamados a los judíos de Rusia. Dos figuras solitarias El Rabino Tzví Hirsch Kálischer falleció en el año 1874. No tuvo la dicha de presenciar un gran auge de la vida judía en Éretz Israel. Pero las semillas que sembró en los corazones judíos, germinaron en el movimiento de los “Jovevéi Tsión” y en la gran epopeya colonizadora. En homenaje al Rabino Kálischer, el primer Kibutz del movimiento jalutziano (pionero) “Hakibutz Ha-datí” (El kibutz religioso), fundado en 1937, se llamó “tirat Tzví”(La fortaleza de Tzví). Se trata de uno de los 52 poblados que con el nombre de “Jomá unigdal” (Muralla y torre), se construyeron entre 1936 y 1939 para defender al “Ishuv” de los ataques árabes, (según una ley del mandato inglés, una vez construida una muralla, una torre y alguna vivienda precaria, aunque fuera de madera y sin permiso oficial, estaba prohibido destruirlas). Los escritos sionistas del Rabino Ká- lischer fueron reunidos y publicados en 1947, con un prólogo del historiador Profesor Iosef Klausner. Kálischer y Alkalái fueron figuras casi solitarias en los círculos rabínicos del siglo XIX, ya que manteniéndose dentro del judaísmo ortodoxo y normativo, buscaron una adaptación al mundo moderno. Pocas generaciones después, grandes sectores de la comunidad ortodoxa adhirieron al sionismo, cerrando así la brecha inicial.• © LA VOZ y la opinión
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