¿Son las declaraciones del escritor Saramago respecto a los judíos y al Estado de Israel, apasionadamente reiteradas, el me-jor aporte que quepa imaginar para que se instaure la paz entre palestinos e israelíes? El tema, así como el de la felicidad general de las gentes, parecería ser del interés del Premio Nóbel de Literatura, pero no, es otra la cuestión en la que se siente verdaderamente involucrado. Tal cuestión aflora hoy de modo abierto en las opiniones que está volcando públicamente, y radica en alimentar el tan viejo y persistente sentimiento an-tisemita, el irracional aborrecimiento y tendencia discriminatoria que desde hace siglos sigue manchando la conciencia moral de Occi-dente.
Tan irracional y arrebatadamente lo siente este autor de notables novelas y ensayos, que le hace incurrir en lastimosas inepcias.
Por empezar, ¿tiene sentido, fuera del que pueda fraudulentamente prestarle un ciego maniqueísmo, comparar la defensa de un país al que se amenaza nada menos que con borrar del mapa con la exterminación de millones de seres humanos por el sólo crimen de pertenecer a una comunidad determinada? Es inmoral esa comparación, porque la Shoa es inigualable en su sistemática y a la vez demente crueldad. Se le acerca acaso, por tal crueldad, la indiferencia y hasta hostilidad hacia las víctimas con que respondieron a la tragedia casi todos los países europeos. Paradójica-mente, tal actitud, de ma-nera indirecta, influyó para que un viejo sueño del pueblo perseguido se concre-tara: nació Israel como territorio nacional de una comunidad hasta entonces sin tierra.
Además, ¿por qué perder la simpatía por los judíos en general en razón de las acciones militares del actual gobierno israelí, cuando no todos ellos, e incluso no todos los israelíes, las apoyan? Es como si se tomara a un pueblo entero como rehén. Hedor nazi. Y si se reprueban esas me-didas de defensa, ¿por qué no proponer otras, en lugar de atizar enconos que re-sultan sangrientos y sin la causa de que los enfrentamientos no tengan fin? ¿Por qué no instar a la comprensión mutua de los hoy enemigos pero pasado algún tiempo, no necesariamente infinito, quizás amistosos vecinos?.
Claro que el lapso se hará interminable si sólo prevalecen "justicieras" to-mas de posición como las de Saramago, que sólo pue-de pensar desde un odio que le enturbia la visión. De-muesta y truena desde una posición precisamente in-justa y también poco inteligente e impropia de una buena persona... o de una persona buena.
Pero dijo la poeta Ale-jandra Pizarnik... "que sean nuestras voces cantando, para que no canten ellos".....
Que canten quienes aman la paz y por eso se preocupan por hallar soluciones viables (que las hay), y por eso avizoran esa paz y la estimulan, y que se llamen a silencio las de que, como ocurre con el escritor contaminado, integran las tristes y repulsivas huestes de los afectados por la vergonzante enfermedad espiritual del antisemitismo.•
Dra. Aída Aisenson Kogan
aidaaisenson@hotmail.com
|
|
|
|
|
|
|
|
