Que el acuerdo Hamas-Al Fatah ayude a la paz es más propio de la teología que de la geopolítica
Dicen que los milagros existen y, si es cierto, debe serlo especialmente en la tierra donde conviven los tres dioses del monoteísmo. Aunque, en este caso, la palabra convivir está sobrevalorada. Y si hablo de milagros es porque la posibilidad de que el acuerdo entre Hamas y Al Fatah ayude a la paz es más propia de la teología que de la geopolítica. Más bien es de temer lo contrario. Es cierto, como apuntaba Haaretz, que puede tratarse de una maniobra estratégica y no real, con un Abas intentando jugar con peones virtuales en ese endiablado tablero, pero, incluso aunque no se haga efectivo y todo ello sea humo para la guerra de la propaganda, el acuerdo alimenta la otra guerra, la que no es nada virtual. En cualquier caso, dispara al corazón de los últimos intentos de la Administración Obama, vía John Kerry, por conseguir algún borrador de acuerdo. Lo ha dicho el primer ministro israelí Netanyahu, "cualquiera que escoja a Hamas, no desea la paz", y Abas ha escogido a Hamas.
Lo primero, que ciertamente es difícil de imaginar que llegue a algún puerto, tanto por la rivalidad sangrante de las diversas facciones como por los intereses no sólo políticos sino económicos que se mueven a ambos lados del territorio. No olvidemos que la lucha palestina es un gran negocio para los dirigentes de la causa, con la fortuna de los Arafat como gran escuela, pero, incluso en el caso de que por primera vez se tratara de una voluntad política real, el blanqueo de Hamas que significa dicho acuerdo dinamita por largo tiempo cualquier negociación con Israel. Primero, porque Hamas no acepta la existencia del Estado hebreo y toda su filosofía se basa en su destrucción. De hecho, dicha destrucción conforma la base de su identidad. Segundo, porque Hamas representa los intereses iraníes, en pinza con el Hizbulah libanés, y toda su estrategia pasa por prepararse para el terrorismo, y no para la mesa de negociación. Tercero, porque un acuerdo de esta naturaleza aleja a los sectores más razonables del liderazgo palestino, tanto como refuerza la preponderancia de Hamas, y ello implica islamismo radical, violencia organizada y una paz harto dinamitada. Es evidente que, en un futuro lejano, Hamas podría ser interlocutor de negociación, pero debería cambiar tanto de piel como de alma. Y ese es el gran problema, que Abas no sólo no ha conseguido ningún cambio en la naturaleza radical y violenta de Hamas sino, que aceptando el acuerdo, ha legitimado dicha naturaleza, lo cual lleva al traste el frágil plan de Kerry. Nuevamente, pues, y si los dioses no lo remedian, las noticias que nos llegan de la zona no son buenas, y se vislumbran peores: un acuerdo contra natura, un plan bienintencionado dinamitado en origen y una organización terrorista más legitimada, sin rebajar sus planteamientos violentos. Bad deal, bad news.
*La Vanguardia
|
|
|
|
|
|
|
|
