La comunidad judía de argentina consta de unos 290.000 miembros. Su presencia pública y en diferentes profesiones y actividades económicas y culturales supera por mucho, lo exiguo de su población. Su actuación política en diferentes franjas ideológicas es muy
significativa hasta el punto de colocar a la colectividad en las primeras planas de los
medios de comunicación, por deseos personales de figuración que muchas veces envuelven a todo el conjunto en problemas de difícil explicación.
En el informe original de la Conadep: sobre un total de 8.956 desaparecidos durante la
dictadura militar y hasta 1985, los argentinos de origen judío eran 1.117 (algunos hablan
de 1500), o sea casi el 14%, una proporción desmedida y a la cual se le daba “doble ración” por el hecho de ser judíos. Abundan los ejemplos del sufrimiento especial al que fueron sometidos, mientras retumbaban las marchas militares nacionalsocialistas.
En Argentina se produjo, en 1992 el atentado a la Embajada de Israel, y en 1994 a la AMIA. En ambos casos, se ocultó información, se encubrió a posibles autores y se ensució lo poco que quedaba limpio.
La “no” investigación, fue retomada por el fiscal Nisman, quien se ha mostrado sumamente inhábil para encontrar a un sólo culpable del hecho a nivel local y muy experto en descubrir a autores intelectuales a 30.000 kms. de distancia, gambeteando a Siria y haciéndole un gol con la mano a Irán.
Ya casi nadie, en la comunidad judía, habla de Rubén Beraja, ex presidente de la DAIA, ni del Banco Mayo, ayudado con redescuentos impresentables avalados por su convecino de country Carlos Corach y su ladero de platea preferencial en el club River Plate, Carlos Menem con la fianza depositada por el ex embajador Aviran.
Por eso, estimado lector, le sugiero que no crea nada de lo que le dijeron, y en lo que yo
le digo, casi tampoco. Por ejemplo, cuando le dicen que existió una trafic y un suicida en
la bomba a la mutual, yo le digo, (créame o no) que los trozos de trafic encontrados no
concuerdan con el vehiculo que vendió el ahora abogado Carlos Telleldín, y que el presunto suicida árabe, ya había muerto anteriormente, según su propia familia, peleando para el Líbano en un enfrentamiento con el ejército israelí.
Además, según cables filtrados por Wikileaks, el gobierno de EEUU presionó a lo largo de varios años para que no se siguiera adelante con la investigación contra Carlos Menem, el ex juez Juan José Galeano, el comisario Jorge “Fino” Palacios y otros funcionarios, por haber frenado, encubierto y desviado la investigación del atentado a la AMIA. Por eso amigos, estamos como estamos, en cero.
Ya en el terreno político, el avance de la ortodoxia es la de un sector homogéneo, que
llama las cosas por su nombre sin importarle ser considerado retrógrado. Una administración austera y prolija y una afiliación masiva comenzada tres años atrás, fueron la clave. Y la larga siesta de los laicos, conservadores y reformistas, claro.
La angurria personal, el apoyo económico de figuras expulsadas de la cancha en su momento por jugarretas con mala intención, marcan la debilidad dirigencial de algunos: el careteo, el tarjeteo y el coqueteo con los zares del poder.
Las instituciones judías ponen en la cima de sus preocupaciones, el tema de las
conversiones, y, de manera fundamental, las sepulturas en los cementerios, que son
aceptadas o prohibidas de acuerdo a los lineamientos religiosos de cada sector.
Sin embargo no desconozco la voluntad de trabajo, y de conciliación de muchos, a pesar de que algunos parecen haber olvidado el debate sobre la educación, el sionismo, la
discriminación, las comunidades del interior y anteponen a Tablada en lugar de un
nuevo Jardín de Infantes.
En estos momentos, hay fumata, se está eligiendo la nueva conducción que administrará
nuestra mutual. Ella saldrá de un consenso, al que por ahora, ninguno está dispuesto a
adherir.
D.S
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