Es la segunda vez en una semana - la primera fue en el Teatro Astral el 9 de mayo – que Jakob Shepetinski logró atrapar con su relato a los sobrevivientes de Sherit Hapleita, a través de la impecable traducción del hebreo del Prof. Enrique Zadoff. El que escuchó la vehemencia de la alocución, no puede más que preguntarse cómo es posible que una persona, que se salvó milagrosamente de la crueldad impiadosa nazi, que luego tuvo que padecer la prisión durante 10 años en el GULAG, sometido por los soviéticos por ser opositor a Stalin, cómo es posible, repito, que esta persona hubiera podido tolerar una cita a través de la policía israelí, para viajar finalmente a Alemania y reconocer a sus verdugos. No fue fácil para la audiencia escuchar las vivencias que Shepetinski le había detallado a los alemanes. Todos los presentes sabían y reconocían en su propia piel de qué historias temibles se estaba hablando. Pero tal vez lo más dramático y conmovedor de esa tarde fueran “esas voces que clamaban en mi interior” como un deber irrenunciable al que se entregó, desgarrado, inseguro primero, con certeza después, para denunciar a sus verdugos que habían truncado su vida y la de su familia. Después de esta exposición, el orador entregó tres medallas auspiciadas por el Ministerio de Defensa Israelí y otorgadas por la Organización de Soldados, Partisanos e Inválidos de la Guerra contra los nazis y de la Federación de Veteranos de la Segunda Guerra Mundial, a los Sres. Ricardo Peterson, (antes Henryk Frydlender), Henry Halbzaid (en ausencia a su esposa) y a Jacobo Baron, por su lucha como combatientes en el ejército polaco y soviético respectivamente.
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