Hoy no nos sorprende encontrar chicas judías capaces de descifrar un episodio (“parashá”) del Pentateuco comentado por Rashi, o un fragmento de “Neviím” (Profetas); y al mismo tiempo ahondar en un texto tan arduo como el de Guía de Descarriados (“Moré Nevujim”) de Mai-mónides (“Rambam”), o en el “Cuzarí” de Rabi Ie-huda Halevi; o en las in-terpretaciones del rico caudal narrativo que ofrecen las leyendas talmúdicas (“Agadá”). ¿Fue esto siempre así?- Seguro que no. Sólo como excepción aparecen en la historia judía jóvenes dedicadas al estudio, grandes en Torá y en sapiencia. Se cuenta que la hija de Rashi, el famoso comentarista de la Biblia y del Tal-mud, era muy versada en los textos sagrados, y solía leerlos en voz alta para un grupo de discípulos en una habitación dividida por una cortina. La historia judía registra los nombres de mujeres amantes del saber, como la legendaria Sara bat Tovim. No podríamos aquí enumerarlas a todas, aunque no son, seguramente, menos importantes que las del “Tanaj” (Biblia) y la “Guemará” (Talmud). Hu-bo entre los judíos incluso mujeres profetisas. Se trata de casos excepcionales. No sabemos de mujeres judías que hayan pasado por el “jéider” (escuela hebrea elemental religiosa) o que hayan estudiado Torá en institutos superiores. Eso simplemente no existió. Así llegamos hasta el año 1915. Es entonces cuan-do se produce una verdadera revolución espiritual en la vida de las jóvenes judías religiosas; un renacer en el que alcanzan la igualdad de derechos en cuanto al estudio de la Torá, esto es: “jéider” y “ieshivá” (academia talmúdica) para el varón; escuela elemental para la niña, gimnasio religioso y también estudios superiores, para la mujer. ¿Dónde surgió esa re-volución y quién le dio impulso? ¿La hicieron los rabinos, los rabíes o acaso los sabios más renombrados? La respuesta es: la re-volución tuvo lugar en Po-lonia, y su principal protagonista fue una joven mu-jer de apenas 32 años, de profesión costurera, llamada Sara Schnirer. 89 años atrás, Sara fundó en Cracovia, en su propia casa, una clase para niñas religiosas que luego se transformaría en escuela. Y la llamó “Bet Iaacov” (Casa de Jacob). Los comienzos En un cuarto pequeño del barrio judío, Sara reunió 25 alumnas a las que inició en el estudio de la Torá. Las niñas provenían de las mismas familias para las que ella cosía la ropa. Al principio, los padres se mostraron escépticos en cuanto a los conocimientos y a las dotes pedagógicas de la estudiosa joven...Los más fanáticos se oponían a que las mujeres incursionaran en áreas hasta entonces vedadas para ellas. Nada de eso pudo torcer la vo-luntad de Sara, su convicción y su fe. Además, el Rabí de Belz le dio su consentimiento en una esquela (“kvitl”) que contenía dos únicas palabras: “brajá vehatzlajá” (bendición y éxito). Eso sucedió en la ciudad checa de Marien-bad, en un encuentro del movimiento ortodoxo “Agu-dat Israel”. El número inicial de alumnas fue creciendo. Entonces Sara delegó parte de la enseñanza en las estudiantes mayores, lo que le permitió abrir escuelas en otras ciudades. Además, creó dos publicaciones: “Bet Iaa-cov”, para adultos, y “Kin-der-Garten”, para niños; ambas en lengua ídish. Así se constituyó una red de escuelas “Bet Iaa-cov”, que llegó a contar decenas de miles de alumnas, en Polonia y en otros países europeos, en América, en Éretz Israel y aun en la lejana Shangai. Los motivos ¿Qué fue lo que impulsó a Sara Schnirer a dar ese extraordinario paso? Antes de responder, di-gamos algo más sobre su vida. Sara Schnirer nació en Cracovia en 1883. Su padre, Reb Betzálel Ha-cohen, era “jasid” (adepto) del Rabí de Belz. Su madre, Sheine Feigue, una devota mujer judía. Sin embargo, ambos enviaron a Sara a una escuela elemental polaca, donde es-tudió junto a los niños no-judíos, ya que no había escuelas religiosas judías para niñas. Pero era, también ella, muy devota. A solas, en su casa, leía textos religiosos impresos en lengua ídish, y especialmente el tan popular “Tzena ur-ena” (Salid y ved), en un dialecto germano-hebreo que llamaban “taich-júmesh”. Se trata de la traducción libre de textos bíblicos, de leyendas talmúdicas y de episodios históricos, que fue durante siglos, para las mujeres judías de Europa Central y Oriental, la principal fuente de conocimiento de esos temas. Mientras sus amigas y su propia hermana se dedicaban a cantar y bailar, la pequeña Sara se concentraba en los libros de su fe. Era también muy aficionada a las obras en lengua alemana del Rabino Dr. Shimshon Refóel Hirsch (1808-1889), de Frankfurt- el gran líder espiritual de la ortodoxia de su tiempo-, en especial a sus “19 misivas de Ben Uziel” y a la obra titulada “Jórev” (Ruinas, desolación). Ambos textos se hallan imbuidos de un pensamiento profundo y genuino en el campo religioso judío; y constituyen, de hecho, un programa de aprendizaje para los jóvenes así orientados. El primero sostiene que lo malo de la nueva generación es que no conoce el judaísmo; y que para la generación anterior, la piedad era algo mecánico. La segunda obra, “Jó-rev”, incluye escritos sobre las obligaciones del judío en el exilio. Un nieto del Rabino Hirsch, el Dr. Itzjak Bre-uer, recordaba que Sara Schnirer le había comentado una vez: “cuánto ha-bía influido en ella el libro “Jórev” para la creación de la Escuela ´Bet Iaa-cov´”. Cuando Sara concluyó el ciclo primario, la situación de la familia distaba de ser brillante. Entonces decidió aprender un oficio y se hizo modista. Pero por las noches se dedicaba a los libros. Sara no les perdonaba a sus clientas su apego a la indumentaria y al arreglo físico, en detrimento del espíritu. Lamen-taba que en la Polonia de la Primera Guerra Mundial, las jóvenes hijas de judíos observantes tendieran a asimilarse, alejándose de una vida ajustada a la Torá y optando muchas veces, por ideologías que las alejaban del pueblo judío y por la lengua polaca, de-jando de lado los propios idiomas. Sara soñaba con rescatar a esas muchachas, y así surgió su idea de crear escuelas religiosas para ni-ñas y jóvenes judías. Consideraba que también el idioma ídish sería un instrumento idóneo en el combate contra la asimilación, si bien ella ma-nejaba perfectamente el polaco y el alemán. Pen-saba que el ídish recrearía el viejo vínculo con los padres y con la atmósfera imperante en las cortes jasídicas. La red se expande Las escuelas “Bet Iaa-cov” crecieron. Alrededor de 1929 había unos 150 establecimientos de este tipo en Polonia y 20 en Li-tuania, Letonia y Austria. En 1929, la organización ortodoxa “Agudat Israel”, que contaba con escuelas para varones en todas las comunidades, se hizo car-go del patrocinio de los es-tablecimientos “Bet Iaacov”. Las escuelas para varones y existentes eran de tipo tradicional. En cambio las recién fundadas para niñas agregaban a las asignaturas religiosas algo de estudios seculares y una formación profesional. El director del Fondo Mundial para la Torá de “Agudat Israel”, Shmuel Deutschlaender (1888-1935), aportó sus conocimientos de pedagogía mo-derna. Nacido en Berlín, dirigía la educación judía en Lituania durante la Primera Guerra Mundial. Deutschlaender asesoró a Sara en el desarrollo de la red escolar “Bet Iaacov” en Polonia y del Seminario para Maestras de Cracovia. También se sumó al emprendimiento otra destacada pedagoga, la Dra. Iehudit Grinfeld. La red escolar “Bet Iaacov” incorporó institutos de formación docente y cursos de postgrado. El centro del movimiento si-guió estando en Cracovia, ya que era allí donde funcionaba el Seminario de Maestras “Bet Iaacov”, creado por Sara, que proveía docentes para toda la red de escuelas del país. Posteriormente, se abrie-ron campos de verano- en la aldea de Rabka en los Cárpatos, donde las mu-chachas continuaron su educación en estrecho contacto con la naturaleza. El adiós Sara Schnirer se casó, pero no tuvo hijos. Algunas de sus discípulas fueron algo así como sus hijas. Falleció en 1935, a los 52 años, tras una larga enfermedad. Había nacido en 1883. La obra no se detiene En 1938, antes de la guerra, existían solamente en Polonia más de 200 es-cuelas “Bet Iaacov”, con alrededor de 27000 alumnas. Cuando los nazis, y luego los rusos, invadieron Polonia, Austria, Lituania y Letonia, las actividades de “Bet Iaacov” se ven interrumpidas. Hoy existen redes de esos establecimientos en América del Norte, en Eu-ropa y también en la Ar-gentina. En Estados Unidos funciona un Consejo Nacional “Bet Iaacov”, creado en 1943, que incluye escuelas elementales, institutos se-cundarios y seminarios de maestras. La fundadora del primer Seminario “Bet Iaa-cov” en América, dirigido por una ex-alumna de Sara Schnirer, fue la prestigiosa “rabanit” Vijne Kaplan z”l, del barrio neoyorkino de Brooklyn. En Buenos Aires, el fundador de la Escuela “Bet Iaacov” fue el casi legendario propulsor de la educación religiosa en la Argen-tina, Reb Iser Ma-zel, en el año 1951. Y en 1957 el rabino Iosef HaKohen Oppen-heimer funda y dirige por varios años el Seminario para maestras Bet Iaacov en la Escuela “Jazon Ish” de la calle Warnes. En la actualidad la escuela primaria, secundaria y seminario para maestras Bet Iaacov funciona en el Instituto Eijal Hatorá en la calle Ecuador 928, cuyo guía espiritual es el rabino Shmuel Levin. La escuela primaria la dirige la Sra. Batia Ganz y cuenta con 145 alumnas. La escuela secundaria y el seminario para maestras lo dirige la rabanit Iehudit Levin y cuenta con 102 alumnas. Empero, podemos afirmar que, en la actualidad, el centro del movimiento “Bet Iaacov” se encuentra en Israel, donde es conducido por la corriente educativa “Jinuj Atzmaí” (educación independiente).• © LA VOZ y la opinión
|
|
|
|
|
|