La alforja
"En una alforja al hombro Llevo los vicios; Los ajenos delante, Detrás los míos. Esto hacen todos: Así ven los ajenos, Mas no los propios."
Fábula de Félix Samaniego, español, (1745-1801)
Ser padres, no es una tarea sencilla y uno se pone a prueba cada día; no hay escuela que enseñe el arte de amar, de cuidar, de mirar, de escuchar, de mi-mar, de decir y decirse la verdad, de ponerse en el lugar del otro, de compartir su penas: pero sí poseemos la experiencia de vida. En la actualidad, los padres "responsables" de la salud de sus hijos, se acercan a los especialistas con muchos interrogantes. Muchas veces, sienten miedo (también los niños), por las preguntas que se plantean y que les plantean, y que estos padres no saben cómo responder, sin darse cuenta, que resulta imposible tener todas las respuestas, además, no tienen porque "saberlas". También les preocupa y "se ocupan", para que sus hijos se socialicen; se alimenten y duerman sanamente; expresen sus afectos tiernos y amorosos con libertad; manejen su agresión sin excesos; digan la verdad; den cuenta de su "angustia", a través de sus sueños, juegos, dibujos, palabras; para que sean creativos e independientes. Desde la más tierna infancia, todo niño experimenta situaciones emocionales singulares, tanto internas como externas, que deberán ir tolerando y superando; algunas veces intentará acercarse a ellas, otras buscará alejarse y negarlas. También podrá ir encontrando "sus propios recursos" para modificarlas. La "Declaración de los Derechos de los Niños", es muy clara en cuanto a salvaguardar la "buena salud" de los niños sin "distinción o discriminación" y "disponiendo de oportunidades". Cómo es necesario ofrecerles "amor y comprensión", "protegido contra toda for-ma de abandono, crueldad y explotación". Todo niño necesita ex-presar lo que le sucede, lo que siente y piensa. Es el ámbito familiar sobre todo (sus padres, sus hermanos y por qué no sus abuelos); el escolar; el de recreación; el de sus pares; donde intentará encontrar espacios seguros, para manifestarse de acuerdo a "sus deseos". Muchas veces, les resulta difícil acomodarse libremente, y esta situación se pone en evidencia a través de diversas expresiones, como las llamadas "inhibiciones" (por ejemplo, alguna función se retarda en el tiempo, como el habla); o se crean conflictos de los cuales se defiende mediante "síntomas" (se defiende de sus propios deseos amorosos u hostiles); o aparece la "angustia". Hoy, y en nuestra cultura, la mayoría de los padres, están tan preocupados por el futuro, por el éxito, por el vivir cotidiano, que no pueden mirar ni escuchar los gritos desesperados de sus hijos, que también sienten que la vida presente, está como "anulada", si sólo se padece en exceso la soledad, la frustración, la desilusión. Sus padres ideales se han caído, no pueden sostenerlos, entonces, ¿en quién apoyarse? ¿Qué puede ofrecer un padre a su hijo/a, si hoy está sólo preocupado excesivamente por lo económico, lo laboral, por su dignidad?. El "sentimiento de desamparo e incertidumbre" común en el sujeto humano, genera situaciones de violencia (familiares y extra-familiares), conductas impulsivas, mentiras compulsivas, dolor y sufrimiento. En lugar de pensar o hablar, irrumpen las agresiones; los silencios que aíslan; los desánimos; las depresiones. Se van modificando los valores, transformándose en un constante malestar; se empobrecen los vínculos entre la pareja parental, entre los padres y los hijos, y también con los abuelos. No olvidemos, que el psiquismo se constituye desde los inicios de la vida, acompañados de su entorno. Todos necesitan "escucharse" y "ser escuchados". La sobre-exigencia a cambios rápidos y continuos, angustian y pueden producir desestructuraciones que deben ser tenidos en cuenta, tanto en el niño como en su grupo familiar. Francoise Dolto, psicoanalista, especializada en ni-ños, nacido en Paris en 1908 y fallecida en agosto de 1988, nos ha legado seminarios, ensayos, comunicaciones, libros. Visitó Buenos Aires en septiembre de 1986 encabezando las Jornadas de Psicoanálisis de Niños, en la Academia de Medicina. En su libro: "Los Niños y su Derecho a la Verdad", (Edit. Atlánti-da), nos dice: "Mi propósito es despertar a este público adulto que vive en contacto con los niños, al hecho de que el ser humano es sobre todo un ser de lenguaje. El lenguaje expresa su deseo inextinguible de encontrar otro ser, semejante o diferente, y establecer comunicación con él ...". "También espero que quede bien aclarada la importancia de decir la verdad, esa verdad que los adultos comunican a los niños, quienes no solamente la desean en forma inconsciente, sino que la necesitan y tienen derecho a conocerla, aún si el deseo consciente, que es el que expresan con palabras respondiendo a la invitación de los adultos, se inclina por el silencio tramposo, que genera la an-gustia. La verdad puede ser dolorosa a menudo pero, si se dice, permite al sujeto reconstruirse y humanizarse." (1986). Se ha constituido en un mito, el hecho de pensar, que al niño se le debe decir "toda la verdad". En este sentido, se interpretaría en forma incorrecta a F. Dolto, ya que ella se refiere a circunstancias como: nacimiento de un hermanito, separación de los padres, adopción, muerte de un familiar cercano, mudanza, etc. Existen otras verdades, que sólo pertenecen al mun-do de los adultos y deberán resolverse en cada caso particular. Cerrando estas reflexiones, quisiera hacer mías, las palabras de Fernando Sa-vater (Catedrático de Ética en la Universidad del País Vasco), que en su libro "Ética para Amador" (E. Ariel, 1991), dice: "...a diferencia de otros seres vivos o inanimados, los hombres podemos inventar y elegir en parte nuestra forma de vida. Podemos optar por lo que nos parece bueno, es decir, conveniente para nosotros, frente a lo que nos parece malo e inconveniente. Y ...podemos equivocarnos, ...De modo que parece prudente fijarnos bien en lo que hacemos y procurar adquirir un cierto saber vivir que nos permita acertar. A ese saber vivir, o arte de vivir si prefieres, es a lo que llaman ética. (pág. 32) "Yo creo que la primera e indispensable condición ética es la de estar decidido a no vivir de cualquier modo: estar convencido de que no todo da igual aunque antes o después vayamos a morirnos... Pero el esfuerzo de tomar la decisión tiene que hacerlo cada cual en solitario: nadie puede ser libre por ti". (pág. 95)..
Rita Abigador es Lic. en Psicología
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