Escribir sobre el género femenino, hacerlo desde el género masculino, genera textos que amplían la idea de mujer, dan lugar a un calidoscopio de sentidos, desde donde abordar la femineidad.
El hecho de gestar una vida asocia a la mujer desde distintas culturas, creencias y tiempos, a la imagen productiva que se asemeja a la tierra natal, a un espacio que nos ve nacer y desarrollarnos a partir de su interior. Esta interioridad conlleva un espectro emocional profundo, expectante y enigmático. Una distintiva interioridad femenina donde se alberga la posibilidad de dar a luz una nueva vida.
La gestación de la mujer, en este breve escrito, será entendida en la dualidad a la que da lugar dicha expresión: Mujer que gesta un nuevo ser, elevada tarea de procrear y Mujer que gesta su vida, recrea su existencia, su género.
Alfonsina Storni quizás sea, entonces, un representativo ejemplo de mujer que a sí misma se gesta, recreando el concepto de “mujer”, hilvanando la sensibilidad emocional y la fortaleza interna en una poética femenina que atraviesa las restricciones y prescripciones de género.
“Me llamaron Alfonsina, que quiere decir dispuesta a todo”
Esas son las palabras de la misma Alfonsina Storni. Las que abren el texto que de ella hablará y las que exponen su búsqueda de aperturas, su falta de limitaciones impuestas. Un nombre que atraviesa los límites de lo meramente femenino y emparenta sus raíces con la masculinidad de la palabra. Así también Alfonsina habría de ser, generadora de palabras sin género y espacios abiertos a los nuevos roles, a los roles vedados para la mujer de su época.
Nacida el 29 de Mayo de 1892 en Capriasca durante la estadía de sus padres, Alfonso Storni y Matilde Martignoni, en Europa y llevada luego a San Juan, Suiza habría de ser su tierra natal y Argentina su lugar de vida y muerte.
Alfonsina, ahora bien sabemos que en la raíz de su nombre se esconde plenamente su ser, fue una mujer refractaria. No dio lugar a la síntesis de su vida en pocas líneas. Muy por el contrario, al ser multifacética, nos interna en un recorrido que sólo se puede bosquejar…
Niña
Sin lugar y tiempo preciso Alfonsina parece haber nacido el 22 de mayo de 1892, mas el registro civil asienta su nacimiento el 29 de mayo de ese mismo año; nació en Suiza pero pocos días después encontró su lugar de crianza en San Juan, Argentina…También en torno al lugar no faltan divagaciones: su vida podría haber comenzado en un barco en altamar. Versiones de la realidad que rodean de ficción a su vida desde niña.
En 1901 y dejando atrás el jardín de infantes, Alfonsina y su familia se establecen en Rosario, Provincia de Santa Fe, donde comienza sus estudios primarios. Debe abandonarlos. La realidad económica golpea a los Storni y entre sus consecuencias parecen encontrarse el alcoholismo de su padre y un temprano encontronazo con el mundo laboral pues Alfonsina lava platos y es mesera del bar familiar: el “Café Suizo”, lugar donde se mezcló quizás su pasado europeo natal y el presente argentino, así como también una búsqueda de futuro, un nuevo espacio donde inscribirse y escribirse…Desde niña, entonces, la escritura será ese espacio donde se encontrará con sus deseos, con el intento de plasmar lo que la rodea . Pero las tareas diarias no le permiten la fluidez, tampoco el descanso.
Inquieta busca su independencia y empieza a encontrarla en una fábrica de gorras. El trabajo fuera de su casa genera una inicial postura contestataria a la imagen de mujer casera y dedicada al hogar. Dicha figura se acrecienta con sus actuaciones teatrales que surgen en su vida como posibilidades inesperadas… Un hecho relevante es la personificación de San Juan Evangelista en una obra representada en Rosario. Alfonsina encarnó un personaje masculino sin ningún condicionamiento y muy por el contrario, dio lugar con su actuación, a un despliegue de nuevas oportunidades que partieron de su capacidad actoral y significaron su primera independencia: dejar junto a su familia la ciudad de Rosario para formar parte de la compañía de José Trallavi, recorrer provincias como Santa Fe, Mendoza, Córdoba y Santiago del Estero empleada en una actividad que empapaba de literatura a su vida y la exponía activa frente al público.
“Un corazón valiente” es el título de su primera obra de teatro por ella escrita y el ápice de su conexión con el género dramático, así como también el comienzo de sus exploraciones en la ficción que irían tomando formas renovadas y descomponiendo poéticas conservadoras.
Adultez temprana
Su primer emprendimiento adulto fue, seguramente, reencontrarse con sus estudios arrebatados. Buscando completar su educación primaria partió de su hogar familiar y en la localidad de Coronda figuró a partir de 1909 en el registro de inscripciones de la Escuela Normal Mixta de Maestros Rurales inscripta como “Alfonsina Storni, 17 años, suiza”. Comenzaba así el recorrido que la encontraría siendo alumna y docente a la vez. Tal como sostiene Jean Pieget (1896-1980)
“fue la educación primaria donde la presencia de las mujeres resultó, desde un principio, mayoritaria. Aquí también las nociones positivistas sobre las ‘funciones naturales’ de la mujer como madre jugaban a favor de la aceptación del trabajo femenino, identificando la escuela como el ‘segundo hogar’ de los niños”
Alfonsina Storni fue mujer de aulas tomar, estableciendo un vínculo educativo y humano no sólo en las Escuelas Normales en auge sino también en instituciones como Escuela para Niños Débiles del Parque Chacabuco, creada por Hipólito Yrigoyen, un programa gubernamental de lucha y asistencia contra la desnutrición y falencias alimenticias.
Su título habilitante como docente lo recibió con sus poemas de fondo recitados por niños de Jardín de infantes, entre ellos “Un viaje a la luna” y “El maestro” al que pertenecen los siguientes versos:
“Maestro que rompiendo tradiciones
De viejos moldes al progreso llamas
Y todo aquello que es progreso amas
Como amas todo aquello que es virtud”.
Ante todo será esa ruptura de moldes por Alfonsina prevista la que la acompañará a lo largo de su vida y su muerte, signará un camino de novedades estéticas y experiencias de vida que resignificaron el concepto ‘mujer’ dentro del mundo artístico literario.
Poesía de mujer, mujer poeta
La poética de Alfonsina no estuvo basada en la plena búsqueda de un placer estético, sino que significó para ella el oasis al que llegaba luego de luchas diarias, empleos varios y perseverante motivación literaria. La literatura no la cautivó a Storni sino a la inversa: Alfonsina encontró en la práctica literaria, el refugio de sus anhelos, sufrimientos y percepciones de la realidad. Su escritura no se redujo al género lirico ni comenzó siendo así, valgan de ejemplo sus colaboraciones a la revista “Caras y Caretas” (donde se relacionó con escritores como José Enrique Rodó, Amado Nervo, José Ingenieros y Manuel Baldomero Ugarte) y fundamentalmente al empleo en la empresa “Fleixas Hermanos”, en la que sus escritos debieron adaptarse a la utilidad del lenguaje, es decir a su mero uso comunicativo sin la intención estética propia de lo literario. En dicha empresa se presentó para obtener el puesto laboral de ‘corresponsal psicológico’ siendo la única mujer entre cien hombres postulados.
Luego de un examen que consistió en la redacción de una carta comercial y dos avisos publicitarios fue elegida, pero con una amplia diferencia en su sueldo en relación al empleado (varón) anterior. Las diferenciaciones de género atravesaron la realidad laboral de principios y aún de mediados del siglo XX pero amplia fue la lucha de mujeres como Storni que al emplearse a contramano de las restricciones fueron contestatarias a los dichos por ejemplo de Bialet Massé ( España 1846- Argentina 1907, casado con Zulema Laprida, médico, abogado y empresario):
“La misión de la mujer, en lo que a cada sexo toca en la perpetuación o mejora de la especie, es la maternidad, la crianza y educación de los hijos”.
A partir de su continua colaboración, como ya se dijo, en “Caras y Caretas”, estableció contactos con escritores, en su totalidad hombres, siendo pionera de la participación femenina en círculos literarios de su época. Así mismo se conectó fluidamente con la revista “Nosotros” cuyos editores (Roberto Giusti y Alfredo Bianchi), alentaron su producción. Fue el comienzo, entonces, de su despliegue como mujer escritora, como gestora de una vida literaria. También mujer madre gestora de una nueva vida: Alejandro, nacido en 1911. En sus poemas dará cuenta de su maternidad en soltería, pero no rendirá cuentas a ningún conservadurismo prejuicioso, por el contrario en “La inquietud del rosal” expresaría con total desenvoltura su florecida juventud:
“El rosal no es adulto y su vida impaciente
se consume al dar flores precipitadamente.”
Madurez hecha poema
Conectada a través de su poética desmesurada con los artífices del modernismo latinoamericano Alfonsina Storni perteneció de manera activa y como protagonista del escenario vanguardista que el siglo XX había construido en la literatura de América Latina. Fueron notables sus contactos: Leopoldo Lugones, Horacio Quiroga, Amado Nervo y José Ingenieros entre otros. Todos varones, ella mujer…de iniciativa y perseverancia sobresaliente.
Su producción literaria nos dejó un abanico refractario y crisolado de poemas y poesía en prosa, con una sensibilidad que demarcó el terreno de acción de muchas mujeres futuras y del futuro femenino en el ámbito artístico.
Entre el caudal de escritos que la sobrevivieron se incluyen su primera publicación poética ya mencionada “La inquietud del rosal”a la que le siguen “El dulce daño” de 1918, “Languidez” de 1920 que obtuvo el Segundo Premio Nacional de Literatura, “Ocre” de 1925 a partir del cual su mirada y perspectiva se orientan a una realidad más concreta y cercana, alejándose un tanto del modernismo inicial al que había recurrido desplegando sin par la fortaleza de metáforas e imágenes sensoriales por doquier… La mujer se constituye poetisa y la mujer se convierte en temática de su poética:
Pudiera ser
“Pudiera ser que todo lo que en verso he sentido
no fuera más que aquello que nunca pudo ser,
no fuera más que algo vedado y reprimido
de familia en familia, de mujer en mujer”.
“Dicen que en los solares de mi gente, medido
estaba todo aquello que se debía hacer...
Dicen que silenciosas las mujeres han sido
de mi casa materna...Ah, bien pudiera ser...”
“A veces en mi madre apuntaron antojos
de liberarse, pero se le subió a los ojos
una honda amargura, y en la sombra lloró.”
“Y todo eso mordiente, vencido, mutilado
Todo eso que se hallaba en su alma encerrado,
pienso que sin quererlo lo he libertado yo”.
Alfonsina trocó la honda amargura en profunda libertad, recreó el concepto e imagen de la mujer dotándola de desafíos posibles, alegando voluntad y perseverancia contra restricciones de género y condicionamientos tradicionalistas caducos.
Poetisa sin timón
Contra el oleaje de una fuerte enfermedad luchó incansablemente, decidió su vida y tomó las riendas de su final, empapada de palabras y de mar, Alfonsina dejó su huella en el agua, sin la crudeza de las predeterminaciones, ni el encierro del ser mujer a duras penas. Con un último poema habría de despedirse…
“Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación; la que te guste;
todas son buenas; bájala un poquito.”
Y un poema hecho canción ha de recordarla…
“Te vas Alfonsina con tu soledad,
¿qué poemas nuevos fuiste a buscar?
Una voz antigua de viento y de sal
te requiebra el alma y la está llevando
y te vas hacia allá como en sueños,
dormida, Alfonsina, vestida de mar”.
(Félix Luna-Ariel Ramírez)
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