Qué haríamos sin esos gurús de izquierdas que nos dicen lo que debemos debatir y pensar? Sin duda el mundo sería menos divertido, aunque bastante más inteligente. Son gentes alimentadas en las ubres del estalinismo, cuando las ideas sólo podían surgir del buró político. ¡Abajo el debate, viva la consigna!, no fuera caso que los ciudadanos llegarán libremente a sus propias conclusiones. En este país nuestro, donde esos líderes del dogma aún tienen un cierto recorrido, hay temas que no pueden ser debatidos. Deben ser estigmatizados y sepultados bajo capas de pensamiento dirigido por los comisarios políticos. ¿Pensar, debatir? ¡Eso es de derechas! ¡Para qué debatir ideas si ya tenemos a sor Maruja Torres!
El último ejemplo, ¿cómo no?, viene de la mano de un ciclo de conferencias de Amics de la Unesco sobre Israel. Titulado "Els dilluns d'Israel", analiza la realidad de ese pequeño país a lo largo de diez conferencias. Pero las buenas gentes de la Unesco han cometido un grave pecado, condenado en el catecismo del buen progre con la pena del estigma: han querido escuchar, por una vez, al otro lado. Después de un ciclo de conferencias sobre Palestina, que nadie intentó boicotear, ni enviar al infierno, a pesar de que el adiestramiento de niños para el odio o la inculcación del islamismo fundamentalista o la negación de los derechos básicos de sus ciudadanos por parte de Hamas darían para mucho. Pero nadie se presentó con pancartas contra las bombas humanas o la financiación del terrorismo por parte de Irán o la corrupción generalizada. Nadie escribió cartas, ni intentó parar el ciclo, ni negó el derecho a la palabra. Pero con Israel hemos topado, y aquí el derecho a la palabra se va por el garete de la intransigencia progre, que no por ser progre es menos intransigente. Y fue así como en la primera conferencia del profesor Xavier Torrens sobre la democracia israelí aparecieron siete furibundos gritando y blandiendo pancartas en las que se podían leer comparaciones de los israelíes con los nazis o los racistas sudafricanos. En la sala había descendientes de Auschwitz e incluso un ciudadano negro que había sufrido el apartheid y que, por supuesto, no entendía nada. En los días previos todas las entidades ricamente subvencionadas en las épocas gloriosas de IC pidieron el boicot y doña Maruja capitaneó a las huestes de la libertad de expresión. Sólo hay una voz y una realidad y quien se aparte de ella merece el ostracismo. ¿Y estos son los que dicen defender a Palestina? Perdonen, estos son residuos
intransigentes que tienen miedo a la diversidad de opinión y que basan su razón en la negación del pensamiento, quizás porque cuando hay reflexión libre, el prejuicio y la mentira se caen por su propio peso.
Por cierto, ¿los muertos en manos del amigo socialista sirio también merecen el boicot? ¡Anda ya, Maruja!
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La Vanguardia
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