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Versión libre de “Espectros” de Henrik Ibisen:
“Elena”

Por Moshé Korin
Pocos dramaturgos han sido tan críticos de la opresión moral de su época como lo ha sido Ibsen. Sus obras han expresado siempre un lúcido análisis de deconstrucción de los valores imperantes establecidos en sus facetas más opresivas, cuando coartan a los individuos sujetándolos al padecimiento de sostener un “deber ser”.
Las obras de Ibsen recorren el camino inverso, abriendo la reflexión, develando aquello que pareciera naturalizado, problematizando lo moralmente establecido. Son una puerta a la crítica, a las verdades ennoblecidas, para mantener el status quo.
Acusado infinidad de veces a lo largo de su vida de querer destruir los valores de la familia y del modelo burgués victoriano, Ibsen nunca claudicó en su lucha centrada, más que sobre un determinado tipo de modelo a seguir, sobre su imposición irreflexiva y violenta.
Es por ello que Ibsen es siempre actual. Y cada vez que asiste a la presentación de una de sus piezas, el espectador siempre partirá con una renovada impronta de profunda reflexión sobre temas cruciales de la sociedad.


“Elena” y “Espectros”
Se estrenó en el 2011 en el Teatro IFT, una versión libre de “Espectros“ de H. Ibsen (Noruega 1828 – 1906), bajo el título de “Elena”y se representará el sábado 25 de febrero de 2012 en el Auditorio de Amia, con entrada libre y gratuita. La adaptación de la obra realizada por Manuel Lotersztein condensa e intensifica el espíritu e ideario presentes en el texto del dramaturgo.
El escrito original consta de cinco personajes, sin embargo Lotersztein con muy buen tino la adaptó para un solo personaje, el de Elena, la protagonista. De esta forma nos encontramos con un extenso monólogo que no resulta tedioso, sino más bien lo contrario, ya que está completamente focalizado en las reflexiones y sentires de esta mujer.
La obra gira entorno de una conversación mantenida por Elena con el Pastor Manders. En ésta Elena revela los avatares de su padecida vida. Siendo Manders el antagonista del personaje de Elena, su ausencia en esta adaptación produce una tensión dramática que se refleja en los silencios, en las inflexiones gestuales de la actriz que le otorgan una exquisita fuerza a la pieza teatral.
El eje conflictivo es el sufrimiento encarnado por Elena al seguir las convenciones morales en contra de sus sentimientos y a pesar de los innumerables padecimientos que le acarrean. El polo antitético de este conflicto se manifiesta en la figura del Pastor Manders, quien ha sido el ferviente inculcador de tales dogmas opresivos.
La pieza transcurre en algún momento de fines del siglo XIX en una pequeña ciudad de Noruega. Elena había desposado al capitán Alving quien ofrece a su familia una importante dote y que poco después del casamiento se descubre como un borracho mujeriego. Luego de descubrir la verdad Elena acude a pedirle consejo al Pastor Manders quien duramente la exhorta a mantener el matrimonio.
“¿Qué importancia tenía lo infeliz que había sido en ese primer año de casada? Debía permanecer junto al hombre al que me unía el sagrado vínculo del matrimonio, cualquiera fuera la vida que llevase.
¡Claro! ¡Una mujer no puede erguirse en juez de su esposo! Sólo le cabe soportar con resignación la cruz que la voluntad divina decidió imponerle.”
Adaptándose a estos mandatos y en pos de preservar la imagen del “deber ser” familiar, Elena permanece junto al esposo y oculta a todos la verdad, al tiempo que se dedica a hacer crecer el negocio familiar y ofrece sus frutos a enaltecer el nombre de su marido.
Luego de un tiempo nace su hijo Oswald; Elena continúa sosteniendo la farsa de una vida feliz y cuando el pequeño crece lo envía a París para que no descubra la verdad, al tiempo que le alimenta a través de cartas, la imagen de poseer a un padre ideal.
“´Honrarás a tu padre´ fuera quien fuese ¿no? Quise ser sensata ¡Y es tan fácil confundir cobardía con sensatez!”
De este modo increpa Elena a Manders sobre la incondicionalidad de los mandatos morales.
Sin embargo, además del constante padecer que le acarrea el continuar viviendo una vida infeliz, el mayor e impensado sufrimiento le sobrevendrá a Elena cuando su hijo se enferme gravemente.
“Los hijos pagan los pecados de los padres”
Los espectros que dieron lugar al título original de la obra, simbolizan estos fantasmagóricos mandatos que acosan invisibles a los individuos por parecer inmemoriales e inmutables.
“Creo que todos somos espectros. En nuestras venas no sólo corre la sangre de nuestros antepasados, sino también ideas extinguidas, una especie de ciencia muerta…algo que está en el fondo de nosotros y que jamás podremos escapar a su asedio. Hasta cuando leo un periódico veo fantasmas entre sus líneas. Siento que el mundo está poblado de espectros, que hay tantos como granos de arena en la playa. Y mientras vivimos ¡tenemos un miedo terrible a la luz!”
Pero al final de la obra, Elena se enfrentará a estos miedos espectrales y logrará derribarlos.
La audaz y vanguardista crítica a aquello que hoy denominaríamos violencia de género hacia la mujer es la esencia de la obra teatral. “Elena” nos confronta sin tapujos con un problema ético. Y fiel al intrínseco espíritu de problematización de los derechos individuales en tensión con la moral, la pieza también nos propone además pensar la temática de la eutanasia en enfermos terminales.

La dirección y la actuación
La labor de síntesis del texto original que lo convierte en un unipersonal, realizada por Manuel Lotersztein encuentra un perfecto contrapunto en la actuación de Judith Buchalter que sostiene emotivamente el monólogo de modo admirable.
La sutileza de los gestos, las inflexiones de la voz, las expresiones de su cuerpo configuran el soporte perfecto sobre el cual Buchalter hace hablar al texto.
La escenografía y puesta en escena complementan esta labor de actuación aportando un marco que nos retrotrae en el tiempo y el espacio y que además, debemos decir, posee una refinada estética.
Por último, sólo me resta mencionar a todos aquellos cuya labor hizo posible la presentación de esta magnífica obra. Victor De Pilla en escenografía, Alicia Gumá en vestuario, Sandro Benedetto en musicalización, Ianina Canalis en diseño de sonido, Maia Canalis en diseño de iluminación, Christian O´Kuinghttons como operador de luces, Graciela Bandera en maquillaje, Maria Fernanda Bandera en peinado, Cecilia Nadaszkiewicz en la adaptación de vestuario, Josefina Vecchietti como asistente de vestuario y escenografía, los alumnos del Instituto “Saulo Benavente” en la realización de la escenografía y Carina Solari como asistente de dirección y producción ejecutiva.
¡Una obra para reflexionar y disfrutar!


Marzo 2012 / Adar - Nisan 5772
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