En cada seder de Pesaj hay un momento familiar mágico. Este se produce cuando los más pequeños de la casa cantan las cuatro preguntas. El célebre “Ma nishtana”.
“¿En que es diferente esta noche de todas las noches?” preguntan-cantan los niños. Luego enumeran una serie de detalles que hacemos diferente en la noche de Pesaj.
Luego se supone que tendría que llegar la respuesta, sin embargo la Hagadá nos sorprende comenzando a narrar la historia de nuestro pueblo, desde el primer comienzo, antes del patriarca Abraham. Seguimos buscando en la Hagada la respuesta, pero no la encontramos. Por lo menos no abiertamente.
Sabemos que la razón por la cual comemos la cebolla o la papa sumergidas en agua y sal es para que los chicos pregunten, “sientan” la diferencia. No obstante no “hacemos” nada para que la entiendan.
Mientras más leemos y profundizamos en la Hagadá, comenzamos a entender, y nos vamos convenciendo de que no hay una respuesta al “¿Por qué? Si, la respuesta es que efectivamente somos diferentes.
Los niños se van a dormir con un “sentimiento” de identidad, de pertenencia, de que algo especial hay en sus vidas, que existe una conexión entre esos judíos que salieron de Egipto y ellos mismos, aunque no puedan entenderlo.
El “seder” nos provee ese “sentimiento” de pertenencia al pueblo de Israel, de “algo especial”, de que eso que pasó hace tantos años no es antiguo sino actual. Pero no necesariamente de la respuesta intelectual.
En hebreo llamamos a las cuatro preguntas de “kushiot”, dificultades, y no “shheelot”, preguntas. Y quizás aquí encontremos la respuesta. Planteamos dificultades en nuestro camino como Judíos, no preguntas sobre porqué nos tocó ser Judíos.
Mi infancia transcurrió en Concordia, Entre Ríos, ciudad con una pequeña comunidad, donde mis padres eran la dirección única en todo lo que tenga que ver con judaísmo.
Recuerdo una situación que se repetía todos los shabatot (plural de shabat).
Los niños que asistían con sus padres al Shil (templo) pasaban la mayor parte del tiempo jugando en el patio a las escondidas etc. Yo siempre quería unirme a ellos y miraba a mi padre buscando aprobación, cosa que nunca conseguía. Recuerdo a mis padres hablándome antes de salir hacia el Shil: “vos tenés que dar el ejemplo, no podes estar corriendo por ahí”. Yo siempre me preguntaba lo mismo: si está mal lo que hacen, porqué nadie los reprende; y si no está mal, ¿porque yo no?.
Con el tiempo fui entendiendo que la cuestión no era si lo que hacían los demás niños estaba bien o mal, sino que “yo” era diferente. Era el hijo del Rabino y tenía una gran responsabilidad. Significaba mucho para los demás, que en el tiempo de los rezos permanezca dentro del templo.
Lo mismo ocurre con nosotros como pueblo. Hashem nos sacó de Egipto con milagros y maravillas, nos llamó su hijo, y su pueblo elegido. Tenemos una responsabilidad, que cuando se vea un judío, se vea a alguien que para el Hashem (Di-s) es parte de su vida, no una teoría teológica. Ser una inspiración de buenas acciones y conductas, de fe, santidad y esperanza, de unión y de paz. Eso es algo que “sentimos” aunque no lo entendamos. Pero pueden aparecer dificultades.
1- comemos solo matzá, tenemos una dieta estricta, que no admite fermentos. Debemos cuidar de nuestra alma al mismo tiempo que cuidamos de nuestro cuerpo. El “kashrut” incluye una dieta para cuerpo y alma. No es que lo “otro” esté mal o bien, pero somos diferentes. Tenemos que respetarnos.
2-cebolla en agua y sal, esto es una costumbre. Las costumbres son toda la diferencia. Si mi casa es igual a la del vecino, si mis costumbres son iguales que las del vecino, no puedo esperar que mi hijo vea una diferencia entre él y la hija del vecino. Lo estoy condenando a la asimilación; para que mi hijo “sienta” la diferencia, tiene que comer cebolla con agua y sal.
No es que lo “otro” esté mal o bien, pero somos diferentes, tenemos una responsabilidad.
3-comemos maror, lo hacemos para recordar el sufrimiento de nuestros antepasados. Debemos recordar siempre el sacrificio y el sufrimiento al que estuvieron dispuestos nuestros padres abuelos etc., a sobrellevar, para poder transmitirnos un judaísmo vivo. Aprender a valorar el esfuerzo para poder apreciar la importancia del legado. El Talmud afirma, que la persona aprecia más una moneda ganada con su propio esfuerzo, que nueve veces tanto, que le lleguen de regalo. Conociendo el esfuerzo, aprendemos a valorar.
4- comemos y bebemos reclinados hacia la izquierda, hacemos esto en señal de libertad e independencia. Si queremos sentirnos “llenos” y completos, que estamos desarrollando nuestras capacidades materiales y espirituales por nosotros mismos, no por el dictamen de ninguna moda pasajera, status social o económico, o por conseguir un puesto, debemos respetar nuestra esencia. No es que lo “otro” esté mal o bien, pero somos diferentes, debemos respetar nuestra diferencia, tenemos una responsabilidad y comprometernos con nuestro contenido.
Eso logrará el “efecto contrario”. En vez de sentirnos “atrapados” por nuestro destino, seremos capaces de experimentar una libertad verdadera, que no respeta fronteras ni ideologías políticas. Una independencia como sólo puede otorgar Pesaj.
Pesaj nos proporciona la identidad, el “sentimiento judío”. El “Ma nishtana” no nos cuestiona, sino nos ayuda a entender y superar nuestras “dificultades”, tomar nuestras responsabilidades. Nos dice: “nishtana”- diferente. Es la diferencia.
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