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LA PREGUNTA DE LOS MIL MILLONES
Por Dr. Gustavo D. Perednik
Mientras los intentos de atentados contra civiles israelíes continúan (el último fue el 22 de febrero) y los disparos y misiles siguen siendo cotidianos, Israel decidió no contribuir al terrorismo judeofóbico de Hamas y por ello suspendió el pago mensual de 45 millones de euros a la Autoridad Palestina. Ésta, en proceso de medievalización, debe sostener en su inflada burocracia a 60.000 agentes de diversas bandas armadas (Arafat implantó nueve servicios de inteligencia para que la competencia entre ellos cubriera su complicidad en el asesinato de opositores políticos).

En vista de la sobreabundancia de funcionarios, el recién retenido aporte israelí no llegaba a cubrir ni la tercera parte del presupuesto palestino. Pero Irán se hará cargo del mismo, según las conversaciones que mantuvo en Teherán el cabecilla de Hamas Khaled Mashal con el infalible autócrata Alí Jamenei (20-2-06). Ni éste ni sus secuaces habían enviado dinero para ayudar a los palestinos en salud y agricultura, pero la perspectiva de que el erario se dedique al adoctrinamiento en el odio y a colocar bombas en ómnibus de escolares ha atizado su generosidad.

Irán también ha urgido a que los regímenes árabe-musulmanes sustenten a los 137.000 empleados públicos palestinos. Cabe recordar que durante la administración israelí había en Gaza unos 7.000 funcionarios públicos locales, que Arafat los incrementó expeditamente a 30.000; y seguramente habrán de seguir aumentando, porque allí la tasa de desempleo es casi del 25%, y los ayatolás se proponen bajarla otorgando becas para terroristas.

A esta macabra alianza se refirió en la ONU el delegado israelí, Dan Guilerman (21-2-06), advirtiendo de que el Eje del Mal arrastra al planeta hacia una guerra mundial. Israel, por lo menos, ha congelado fondos a los pendencieros. El Gobierno de EEUU declaró comprender tal medida de autodefensa, pero Turquía, Rusia y Egipto protestaron, arguyendo que la disposición hebrea "podría llevar a los palestinos al extremismo" (sic).

Es decir, que si fuéramos suficientemente inteligentes y le costeáramos a Hamas el que nos asesine en bares y mercados no terminaríamos neciamente asesinados por la Yihad Islámica, cuyos atentados son extremistas.

De la cacofonía de respuestas ante la decisión israelí destaca la de Arabia Saudí, que de inmediato (2-2-06) prometió veinte millones y motivó a Qatar a sumar trece más. La actitud de los nuevos donantes revela un ribete positivo: el sindicato general del terror y la infamia podrá efectivamente suplantar a EEUU, la UE y sus socios menores, quienes hasta ahora venían entregando anualmente a la Autoridad Palestina casi 800 millones de euros.

El brío que han puesto los saudíes en desembolsar efectivo les llevó a desairar a Condoleezza Rice, quien intentó disuadir en Riad (23-2-06) al ministro de Exteriores, Saúd el Feisal, que insistía en su "contribución humanitaria". Un humanismo muy emotivo, que prefiere financiar a Hamas como nunca lo había hecho con Abú Mazen. También Suecia comprometió (22-2-06) una donación de cinco millones de euros, probablemente en gratitud por que la eximieran de las diatribas e incendios con que castigaron a Dinamarca y Noruega.

Es hora de que las mentes lúcidas de Europa musiten la pregunta crucial, políticamente incorrecta e indispensablemente correcta: si los saudíes, los iraníes, los qataríes, los kuwaitíes y otros frenesíes multibillonarios pueden en unos pocos minutos transferir fortunas ilimitadas a sus hermanos palestinos, ¿por qué no lo han hecho desde el comienzo? ¿Por qué la responsabilidad ha recaído sobre Europa, EEUU e Israel? ¿Por qué el dinero occidental debe financiar el terrorismo antijudío, si los que lo promueven son los países más ricos de la Tierra? ¿Por qué éstos no han destinado un 1% de su producción petrolera de una semanita a resolver para siempre el problema de vivienda de los palestinos?

Nunca es tarde. La pregunta ha llegado a su punto de hervor, ahora que el humanitario subsidio se canalizará sin disimulo hacia la transformación de los niños palestinos en bombas contra los niños judíos. No será una exigencia excesiva pedir que por lo menos quienes financien la necrofilia sean las naciones terroristas, y no las democracias.


AYN RAND COMO REMEDIO AL WAHABISMO


Los jeques saudíes son contribuyentes particularmente apropiados, ya que combinan la mayor acumulación de riquezas petroleras con la más brutal ideología terrorista, desde que la secta sunita del wahabismo –fundada hace tres siglos por Mohamed ibn Abdul Wahab– terminó apoderándose de la Península Arábiga.

No lo consiguió porque sus hordas vencieran en el campo de batalla, ya que en 1818 fueron derrotadas por el sultán otomano. Lo que entronizó su doctrina fue que la adoptó la familia más poderosa de la Tierra.

Para el wahabismo, todos los mahometanos (menos ellos mismos) han abandonado el camino puro del Islam. Rechazan la música, la exégesis del Corán, el misticismo, la danza, la teología, el juego y el tabaco. Transformaron la idea de la Yihad o Guerra Santa en el primer deber de todo fiel, y establecieron que no hay más dhimmies: judíos, cristianos, ateos y musulmanes no wahabitas son como paganos; es decir, que todos deben ser convertidos o extintos.

La prédica amorosa de Wahab podría haber muerto con él en 1791, pero aún tiene varios millones de seguidores –todos en Arabia Saudí– gracias a que su mecenas no es sólo el régimen más oprobioso del planeta, también el más opulento. Por ello su carácter esclavista, corrupto, represor, misógino, judeofóbico y dilapidador jamás es criticado por los medios de prensa.

En 1963 el wahabismo se hizo cargo del sistema educativo saudí, y una década más tarde se lanzó a la extorsión petrolera, que le permitió un obsceno acopio de oro. Con éste sufragó la radicalización del Islam que se ha hecho sentir en el mundo durante las tres últimas décadas.

Los saudíes exportan imanes y fortunas a colegios de cien naciones, a fin de reclutar jóvenes para el credo terrorista. En los últimos veinticinco años establecieron en países no musulmanes 20.000 escuelas y 210 centros islamistas, y miles de mezquitas desde Buenos Aires a Andalucía. Colocan al frente de cada establecimiento a un imán wahabita, lo que explica que en Europa el Islam sea tan rígido.

El wahabismo es saudí, fanático y violento, pero los jeques lograron desviar la atención pública de su directa responsabilidad en el odio que se expande con su enorme riqueza, que lo compra todo, aun la ceguera europea, que empieza a curarse lentamente.

Han absorbido a la otra rama islamista, la Hermandad Musulmana, cuyo representante palestino se está haciendo cargo del Gobierno. Esta secta nació en 1929 en Egipto como reacción a la eliminación del califato por parte de Kemal Atatürk, y fue reprimida por Nasser, quien mandó a ejecutar al líder, Said Qutb (29-8-66), cuyo hermano huyó a Arabia Saudita, donde Ben Laden fue su seguidor.

Un mismo discurso distingue a todos ellos: los países musulmanes padecen miserias y atraso por haberse desviado del sendero coránico.

Una receta a mano de Occidente para enfrentarlos es la clásica novela La rebelión de Atlas (1957), en la que Ayn Rand describe la lucha entre los genios productivos y quienes viven a costa de esa creatividad, amparados en la masa y en la violencia.

El título original de la indispensable obra de Rand fue La huelga, ya que su propuesta se remitía a que los creadores se declararan en paro y de ese modo despojaran de blanco de odio a los fanáticos, que necesitan odiar y destruir y que terminarían por hundirse en la impotencia.

La novela de Ayn Rand enseña magistralmente que el motor de la civilización es el pensamiento independiente, que emerge en sociedades que estimulan la curiosidad, las dudas, el estudio, la innovación y el humor; y que florece en ámbitos en los que crecen hombres libres, sin miedo de equivocarse, ni de expresarse ni de ser blasfemos al dibujar viñetas.

Cuando las sociedades occidentales se declaren en huelga frente al totalitarismo agresor, los profetas de la muerte habrán quedado solos. Empecemos al menos por no entregarles ni un euro más: que sean ellos los que financien el terrorismo y el rezago. Los une un único amor: a la muerte, propia y ajena.


Página Web del Dr. Gustavo D. Perednik: www.perednik.org
Autor de La Judeofobia, España descarrilada, entre otras obras.

Marzo de 2006  /  Adar 5766
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