Resulta inaceptable, irrisorio y hasta tragicómico que desde el menemismo se levanten críticas al Gobierno actual por lo sucedido con el tráfico a España o en los controles de Aduana.
Resulta imposible olvidarse de las famosas valijas de Amira Yoma y de Ibrahim Al Ibrahim, y el intento permanente del gobierno menemista de restarles importancia.
Ni Menem ni los suyos se hicieron cargo. Las acusaciones de corrupción o ilegalidad no le hacían mella. Nunca buscó ni apoyó una investigación responsable. Al contrario, siempre se orquestaron maniobras de distracción.
El menemismo marcó a los ‘90 como la década de la corrupción. Las privatizaciones sin control, los favores a empresarios amigos y los negociados escandalosos. Los ‘90 estuvieron marcados por la corrupción y la sensación de impunidad. Sin embargo, ahora se animan a cuestionar.
Carlos Menem es el pasado, el triste y nefasto pasado que aún se padece. Un pasado muy doloroso que no debe repetirse. Hace falta haber perdido la memoria para escuchar sus críticas. Tanto se había aceptado que era el gobierno de la corrupción que hasta se reían de ocurrencias como “roba pero hace”. O “si se dejara de robar dos años...”.
Afortunadamente, el país intenta (con errores y aciertos) salir de su crisis más profunda. Y afortunadamente, las críticas de los que tuvieron que ver con las causas de esa crisis resultan.
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