David Irving ha ocupado toda su carrera a negar el Holocausto. "No hubo cámaras de gas", "Hitler protegió a los judíos" o "los judíos son muy amables, pero cuando se juntan se comportan casi como criminales".
Esta sarta de barbaridades son parte de sus teorías. El Mundo le ha entrevistado con motivo del aniversario de la II Guerra Mundial. Israel mostró sus quejas formales al director del periódico. Ahora, Pilar Rahola 'remata' al periodista: "Todo no vale, Pedrojota".
Es más que sorprendente que un periódico como El Mundo dé credibilidad a este personaje. Y no sólo. Además, es indignante que lo justifique por el interés que pueda desatar en los lectores.
A raíz del 70 aniversario del inicio de la II Guerra Mundial, El Mundo ha preparado un especial con entrevistas a historiadores y especialistas del conflicto y donde Irving estaba incluido. Da lo mismo que este septuagenario niegue el Holocausto o que admire la figura de Adolf Hitler, en el diario de Pedrojota tiene cabida.
Por eso no tardó en responder Raphael Schutz, embajador de Israel, en una Carta al Director donde critica su inclusión:
Es cierto que indicaban que sus opiniones "ofenderán a muchos" pero el problema no es la ofensa o la polémica, sino la ausencia de cualquier referente moral, histórico o ético por parte de quien ha tomado la decisión de entrevistar a Irving junto a importantes expertos en la materia. La decisión responde a una postura que pone al mismo nivel las palabras de acreditados historiadores e intelectuales y las de un charlatán falsificador criminal que cumplió una pena de prisión en Austria.
Pero la polémica no termina ahí. Pilar Rahola, destacada analista al director de El Mundo desde su blog que habrán escocido de veras al periodista riojano.
Por su interés, reproducimos a continuación la carta completa de Pilar Rahola a Pedrojota Ramírez publicada en las páginas de La Vanguardia.
Todo no vale, Pedrojota
Dilecto Pedro J. Ramírez, permíteme esta carta pública, que empiezo con una pregunta: ¿estamos hablando de libertad de expresión? Según parece, este es el argumento que das para justificar, en tu periódico, uno de los ejercicios más abominables que he leído en años: la entrevista a un fanático, que niega el asesinato de seis millones de seres humanos, enaltece a Hitler y defiende la bondad del nazismo. Haber incluido la entrevista a David Irving en tu serie sobre la Segunda Guerra Mundial es algo más que una de esas provocaciones periodísticas que sabes hacer con maestría. Es una ofensa impúdica al recuerdo de millones de víctimas, a sus familiares, a los supervivientes que aún llevan el número del horror grabado en su carne, a las gentes que nos avergonzamos de esa maldad brutal que, por negar la razón humana, hasta negó la existencia de Dios. No hay, en la historia de la humanidad, un crimen planificado más abyecto, y su negación no es información periodística, es pura basura. Basura fascista. No me sirve, pues, que asegures que tu periódico no comparte las tesis del negacionista David Irving, porque no tengo dudas de ello. La cuestión no está en compartir unas ideas malvadas, la cuestión está en tener muy claros los límites de la libertad de expresión. No sé si tú crees en ellos, pero yo soy de los que piensan que la libertad sólo es sólida, si bascula entre una gran permisividad y una limitada pero sana dosis de prohibición. ¿O es que descubriremos ahora que el sustantivo libertad también se conjuga con el verbo prohibir? Ya sé que otros, antes que tú, han entrevistado a este tipo deleznable, pero por mucho que las moscas vayan a la mierda, no tienen razón. En cualquier caso, personalmente me reconozco en aquellos países que condenan la magnificación del nazismo, impiden su glorificación y, por supuesto, castigan con la ley a los que se burlan de sus víctimas. Me parecen más sanos. Pero, sobre todo, me parecen más libres.
Y, querido mío, esto no tiene nada que ver con Israel, cuya crítica forma parte de la dialéctica democrática. No confundamos los planos. Tiene que ver con Europa, con sus monstruos, con el horror de niños, madres, abuelos asesinados por haber nacido judíos, tiene que ver con nuestra propia culpa. Es decir, con nuestra responsabilidad con la memoria. Perdona, pues, mi insistencia, pero no creo que tenga justificación posible. Si tu única excusa es la libertad, tu periódico va a ser, a partir de ahora, una galería de monstruos. ¿Cuál será el próximo? ¿Un etarra negándonos el asesinato de Fernando Múgica, o de Miguel Ángel Blanco o de Ernest Lluch?, ¿o banalizando sus muertes, enalteciendo a sus verdugos? Esto es lo que has hecho con seis millones de judíos: dar voz a los que se mofan y defecan en sus tumbas. No creo que tengas demasiados motivos para estar orgulloso.
La Vanguardia (España)
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