Ustedes se preguntarán qué hace un húngaro participando de la organización de una despedida al Señor Embajador de Polonia en la república Argentina. ¿Tendrá que ver con la celebración de una nueva Europa? ¿Será porque este húngaro es casualmente el presidente honorario de una asociación que incluye a muchos polacos? Seguramente estas dos circunstancias habrán de tener algo de cierto para motivarme a querer homenajear a nuestro amigo Slawomir Ratajski. Pero hay también otras dos razones y estas se remontan al pasado. Una de esas razones se ubica allá lejos, unos 450 años atrás: Se trata de una leyenda familiar mía transmitida por primera vez oralmente en el año 1733, por un antepasado mío, el rabino Pinjas Katzenellenbogen. Y la historia habría ocurrido en el año 1587. Cuenta la leyenda que el joven príncipe Radziwill, Mikolaj Kraysztof “el huérfano”, segundo en la jerarquía de la corte real polaca, salió a pasear por los países europeos y llegó a Venecia. Siendo joven y aventurero, pronto se encontró sin dinero. Le aconsejaron que fuera a ver al Rabí Shmuel Iehuda, conocido en toda Venecia por su generosidad. El Rabí recibió al príncipe con grandes honores y le prestó suficiente dinero para que pudiera volver a sus tierras de Polonia. A cambio sólo le pidió al príncipe que a su regreso fuera a ver a Shaul Wahl, hijo del Rabí, que estudiaba en la Ieshivá (escuela rabínica) de Brisk. Y el príncipe cumplió con la promesa. Como el joven Shaul era muy culto y muy inteligente y dominaba varios idiomas, pronto se encontró en el palacio ocupando el cargo de consejero vitalicio. También los demás nobles reconocieron su sabiduría y buen entender en la conducción estatal. El Rey Esteban Bathory lo elevó al rango de noble y le concedió el privilegio de ser parte del Consejo de Ministros como uno más entre ellos. Según la tradición de Polonia de entonces, los ministros reales se reunieron a partir de la muerte del monarca para elegir al nuevo rey. Había dos candidatos: Segismundo III y Maximiliano, hijo del Rey de Prusia. Pasó todo un día y no llegaron a ningún acuerdo. Ahora bien, según la ley de aquella época estaba prohibido que el Estado pasara una noche sin rey. Así fue que el príncipe Radziwill sugirió elegir al Rabí Shaul para que fuera rey por una noche. La moción fue aceptada por unanimidad y Rabí Shaul, mi antepasado directo, fue rey de Polonia por esa única noche. No perdió un minuto y se puso a trabajar en seguida: esa misma noche derogó tres decretos contra los judíos: 1.Hasta entonces, quienquiera que asesinara a un judío debía pagar solamente una multa, como si hubiera asesinado a un campesino esclavo. Rabí Shaul dictaminó que quién lo hiciera fuera castigado como si hubiera matado a un cristiano. 2.Anuló la ley de que las sinagogas debían construirse más bajas que las demás viviendas; de aquí en más podrían construirse sinagogas altas. 3.Se les prohibió a los tribunales aceptar las Acusaciones de Sangre, según las cuales se decía que los judíos empleaban sangre cristiana para el horneado de los matzot para Pesaj. Al día siguiente, Rabí Shaul convocó al Consejo de Ministros y de entre los dos candidatos respaldó a Segismundo III para vestir a la corona real. Todos aceptaron su sugerencia.
Ustedes acordarán conmigo que como descendiente de un rey de Polonia, aunque sea rey por una sola noche, tengo buenas razones para homenajear al Sr. Embajador en su despedida...
La segunda razón, habría que buscarla también en el pasado, pero más bien en un pasado cercano. Esto ocurrió cuando al poco tiempo de la liberación del nazismo osé por primera vez mirarle a los ojos a una joven polaca. Se trataba de Halina Feldberg Parys, mi esposa... y nuevamente se reavivaron aquellos lazos con Polonia de 450 años atrás. Y creo no equivocarme si digo: cuánto vale un descendiente de un rey de Polonia frente a una reina del corazón.... Estimado Señor Embajador, estimada Señora, siéntanse bienvenidos esta noche entre nosotros!
|
|
|
|
|
|