La denuncia surgía en un periódico mallorquín de la mano insigne de Pere Bonnin, y la continuaba Jordi Argelaguet. Antes había podido leerla en algunas webs comprometidas (como es-Israel), y en todas partes respiraba la indignación. Hoy hago yo los deberes. La casualidad (el azar juega a dados y a veces acierta) hace que el tema coincida con la polémica que el escritor catalán Vicenç Villatoro ha tenido con el periodista Antoni Bassas, a raíz de unos comentarios antisemitas que el periodista permitió en su programa. Casualidad, pero no tanta, si se tiene en cuenta que algunas personas hace tiempo que denunciamos el nuevo antisemitismo que recorre la espina dorsal de Europa. Un nuevo antisemitismo que, a pesar de arraigar en viejos prejuicios, presenta una nueva formulación, está mayoritariamente vinculado al pensamiento progresista y, mayoritariamente también, se formula de forma inconsciente. Cuando Saramago, por poner el ejemplo más notorio y antipático, dijo que Jenín era como Auschwitz, no solo hizo un acto de desprecio al Holocausto que aún debe arañar en la herida abierta de millones de víctimas, sino que fue él mismo el paradigma de un hecho social: la minimización de la Shoá no solo no es ajena al pensamiento políticamente correcto de izquierdas, sino que resulta un elemento fundamental de este pensamiento. Y no inquieta, ni incomoda a nadie. En este contexto hay que entender la sorpresa del periodista Antoni Bassas ante la indignación de todos nosotros cuando permitió la llamada de un oyente tipificando a “los judíos” como el verdadero eje del mal: el fenómeno forma parte del córtex del pensamiento correcto. Si los comentarios del oyente se hubieran formulado en términos de antisemitismo clásico de extrema derecha, el alma democrática del periodista hubiera reaccionado inmediatamente. Pero formulados con gramática de izquierdas, resultan perfectamente digeribles. Este es el gran riesgo de la nueva judeofobia que recorre Europa: es percibida como políticamente correcta. Y ahí cabe todo: desde Izquierda Unida negándose a ir a la conmemoración del Holocausto judío, por solidaridad con los palestinos, hasta las imbecilidades de Saramago, celebradas por toda la izquierda mundial, los de SOS- Racismo negándose a firmar las resoluciones de su homólogo francés sobre antisemitismo, acabando con el oyente de radio que le dice al periodista Bassas que los judíos son el eje del mal. Y el periodista le da las gracias. Cuando domingo pasado, en el Palco del Fútbol Club Barcelona, celebrando la victoria de nuestro club, encontré al periodista y estuve hablando con él, percibí su perplejidad, y de ella extraigo mi preocupación: no entendía nuestra indignación. Lo cual significa que la nueva judeofobia ha arraigado, con naturalidad, en el pensamiento colectivo democrático.
De las ondas hertzianes a la palabra escrita, tan prolífica en expresiones antisemitas, desprecio al pueblo judío, demonización de Israel y, muy especialmente, en minimización de todo lo que el Holocausto significó. La última perla es de extrema gravedad y no creo que pueda ser tratada, solo, como un simple desliz más o menos criticable. Desde mi perspectiva, se trata de un escándalo sonoro que traspasa el ámbito local y se refleja en el espejo roto de las vergüenzas colectivas. Barcelona se coloca en el mapa, para mal, con esta vergüenza. El Instituto de Educación del Ayuntamiento de Barcelona, bajo la colección “Educar en valores”, ha editado un libro titulado “Republicans i republicanes als camps de concentració nazis”, escritos por Joan Pagés y Montserrat Casas. El prólogo lo ha hecho la concejal del ayuntamiento, señora Mariana Subirats, y la presentación, con honores, se hizo en el prestigioso local del Ateneu de Barcelona. Pues bien, en este libro se dice que hoy, en el mundo, hay dos problemas comparables al genocidio nazi, el “muro de la vergüenza” de Israel, y la base de Guantánamo. A partir de aquí, dedican toda una página a hablar de las barbaridades de Israel. En la página 88, haciendo un salto cualitativo, se dirigen a los estudiantes (el libro está pensado como material didáctico para estudiantes de superior) y les piden que hagan la comparativa entre los nazis y la Israel actual. Y continúa. Por ejemplo, se queda tan contento cuando dice que, a diferencia de los judíos, “los republicanos fueron perseguidos y encerrados en los campos por su declarada posición política antinazi y antifascista”, como si fueran los únicos resistentes. Obvien, así, las declaraciones de un deportado de Manthausen que dijo textualmente: “los republicanos íbamos a los campos a trabajar, los judíos a morir”. Por supuesto, obvian también las resistencias feroces de los judíos en tantas zonas ocupadas, como la terrible lucha de los judíos del Guetto de Varsovia. Un pequeño dato para el recuerdo de esos héroes: Hitler tardó menos en invadir Polonia que en destruir la resistencia judía del Guetto.
Y el libro, bien pagadito con dinero público de la noble ciudad de Barcelona, continúa: el Holocausto no se cita nunca en mayúsculas, los judíos son nombrados los últimos cuando se pregunta a quienes llevaban los nazis a los campos, como si los judíos fueran unas víctimas más. Por supuesto, nada se dice de toda la literatura antisemita de siglos, que condujo al Holocausto, y, con la comparativa con las “maldades” israelíes, todo queda banalizado, minimizado y, de alguna manera, negado. Que todo esto haya sido escrito por ciudadanos democráticos es una vergüenza; que se presente como material didáctico a favor de los valores, es una burla; pero que haya sido publicado por el Ayuntamiento de la capital de Cataluña, con el dinero de todos, es un escándalo.
Pido formalmente la retirada inmediata de los parágrafos de este libro que minimizan el Holocausto judío y lo comparan con cualquier situación conflictiva actual. La Shoa, es decir, el intento planificado e industrial de exterminio de todo un pueblo, arrancando familias enteras de sus pueblos de Hungría, de Chequia, de Eslovaquia, de Italia, de Grecia, de Polonia, de Alemania, con sus hijos y sus nietos, sus padres y madres, sus maestros de escuela, sus poetas, sus zapateros, sus músicos, y enviándolos a la muerte para poder cumplir con la “solución final” hitleriana, no es comparable a nada. Este es el primer axioma de todo demócrata. Después podrán criticar lo que quieran. Pero este libro no critica, este libro se burla del dolor de seis millones de personas exterminadas por ser judías.
Barcelona se burla de su dolor.
Formulo la pregunta a Pasqual Maragall, que acaba de iniciar un viaje a Israel y Palestina: el presidente de Cataluña, ¿explicará a los israelíes que, en Barcelona, publicamos libros, con dinero público, que comparan a Israel con los campos de exterminio? Cuando el alcalde de Barcelona quiera hablar de la paz y la concordia ¿les dirá a los judíos que Barcelona es la ciudad adecuada para hablar de tolerancia? Y todos juntos, ¿Cómo miraran a la cara a los judíos catalanes que les votan, pagan los impuestos y cumplen con las leyes?
Lo repito por si no ha quedado claro: este libro, en su redacción actual, tiene que ser retirado. Primero, porque es un escándalo, especialmente vergonzoso viniendo de una cultura “progresista”. Segundo, porque es susceptible de Código Penal. Y tercero porqué se ha pagado con dinero público. Es decir, con mi dinero se han burlado del exterminio judío.
Pilar Rahola: Barcelona www.pilarrahola.com
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