Olga Degtiar, madre de Cristian (víctima del atentado a la AMIA) y miembro de la Asociación 18J, expresó sus sensaciones sobre los 20 años sin justicia, su opinión sobre el Memorándum y la actual dirigencia comunitaria, y qué recuerda del 18 de julio de 1994, en donde su hijo falleció. “Sentimos una gran impotencia, mucho dolor. Es inconcebible que en 20 años todavía no haya ningún detenido y que cada vez las investigaciones se vayan bifurcando más, tomando distintos caminos”.
- ¿Cuál es su opinión sobre el Memorándum? “Nuestra agrupación apoya el Memorándum. De hecho, apelamos ante la Cámara de la Inconstitucionalidad pero nos rechazó la apelación. No fue así la del Ministerio de Justicia que sí la aprobó y veremos cuál es la resolución. Nosotros consideramos que la única posibilidad de que la causa avance es indagando a los acusados. La realidad es que nosotros queremos conocer la verdad, porque estando a 20 años fuimos engañados muchas veces. Fuimos engañados desde el comienzo hasta el juez Galeano y los fiscales que estuvieron en instrucción en la causa. Nosotros queremos que se los indague para saber realmente que los acusados son los responsables del atentado. Sabemos que ellos no son los que cometieron el atentado, pero sí que pudieron haberlo organizado. Nosotros estamos un poco distanciados de la dirigencia comunitaria. Tenemos diferencias que comienzan hace tres años, donde la dirigencia nos negó la posibilidad de hablar en el acto central”. - ¿Qué recuerda de su hijo y de ese 18 de julio de 1994? “El recuerdo de ese día es terrible porque yo ese día me despedí de mi hijo en la oscuridad de mi cuarto ya que él se iba a trabajar. Nunca trabajaba por la mañana en AMIA. Siempre lo hacía por la tarde, pero como estaba de vacaciones en la facultad, iba como trabajo extra. Eran las 10 de la mañana cuando yo estaba trabajando y me llamó mi hija preguntándome por Cristian y cuando le dije que había ido a AMIA, pegó un grito y dijo "mamá nos encontramos allá, hubo un atentado". El resto es todo una pesadilla porque con mi esposo estábamos en el negocio y, en vez de tomarnos un taxi, no podíamos ni siquiera pensar y nos subimos a nuestro auto, y lo primero que hicimos fue prender la radio y escuchamos las sirenas. Fue terrible porque mi esposo se descomponía manejando. Y cuando él se recuperaba me descomponía yo. Hasta que llegamos, no sé cómo porque no tenemos ni idea cómo fue el trayecto ni por dónde fuimos. Quisimos dejar el auto en la playa de estacionamiento subterráneo pero no había espacio. Entonces dejamos el coche tirado con la llave adentro y ahí quedó una semana hasta que mi hijo mayor fue a buscarlo. Después nos encontramos con el horror de la tragedia”.
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