En el recuerdo acongojado de Jaime Plaksin quien trabajaba junto a nosotros en el Departamento de Cultura de AMIA, deseo rendir mi más respetuoso homenaje a todas las víctimas de ese horrendo atentado a la AMIA que estremeció con sangre y dolor la mañana del 18 de Julio de 1994.
Cuesta creer que un corazón tan hondo, tan noble, como el de Jaime Plaksin debiese dejar de latir tan rápidamente.
Cuesta creer que el padre, el abuelo, el esposo, el hermano, el amigo, el maestro, el hombre de la cultura, no está físicamente entre nosotros.
Las páginas que no alcanzó a legarnos en vida, hace doce años fueron editadas en forma de libro, cuyo título es: “Y contarás a tus hijos...” que contiene la explicación de cada uno de los fragmentos de la Biblia que se leen los sábados en las sinagogas (Parashat Hashavúa).
Jaime amaba la cultura judía, estudiaba con devoción su literatura secular y sagrada. Sabía que en ella, la verdad ocupa un lugar privilegiado; pero hay que decir también que Jaime Plaksin era dueño de un atributo infrecuente: Se desplazaba con igual firmeza y fluidez en el terreno del concepto y la instrumentación de ideas.
Leer, escribir, enseñar y contar, fueron para él aventuras inseparables e incomparables. Las charlas y clases que él dictaba con talmúdica persistencia, especialmente en el Templo de la calle Libertad, durante años, constituían tanto una confirmación de su íntima vocación literaria, como el ámbito de un reencuentro privilegiado con su identidad judía.
Con su muerte hemos perdido un amigo infrecuente. El suyo era un corazón abierto a la cultura general y a los vericuetos del conocimiento de la Cábala con parejo interés y aptitud.
Lo recordaremos siempre como un hombre ganado por la curiosidad, más empeñado en interrogar e interrogarse que en afirmar, en celebrar la inteligencia de su prójimo que en exhibir los atributos de la suya.
Más aún: sospechaba de la existencia de imperfecciones cuando preparaba sus clases; pedía muchas veces ayuda.
Jaime era de una lectura crítica, implacable... Yo escuchaba conmovido a ese hombre magnífico que cuando nos encontrábamos, y así sucedió el jueves 14 de Julio de 1994, no vacilaba en desplegar ante mí, el abanico de sus dudas y temores como así también presentar su capacidad de analista independiente y maestro experimentado.
Aquella misma mañana, verifiqué otra vez a medida que lo oía, hasta que punto era un hombre libre y maduro.
Más que una tarde nos sorprendió juntos, especialmente en época de vacaciones, reflexionando sobre el hecho de compartir tanta cosa fundamental: la condición judía, el amor a la literatura y esa inquietante casualidad que nos apasionaba a los dos por igual: el ídisch, el hebreo y el folklore.
Otro tema que siempre mencionábamos eran los Institutos Educativos: “Majón Lelimudei Haiahadut” y el “Scholem Aleijem” con sus místicas, por lo menos para nosotros dos.
Es inútil negarlo, todos morimos un poco con los hombres queridos que perdemos, y más allá de nosotros, de quienes lo tratamos y oímos, también el judaísmo argentino ha perdido con la muerte de Jaime Plaksin a un ilustre conocedor de nuestro acervo cultural.
Ihie zijró baruj!
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