Cada 18 de julio tengo la misma mezcla de sensaciones unido al dolor que la evocación trae, siento rabia, bronca, sed de venganza e impotencia frente a los hechos, es probable que muchos de nosotros (me refiero a los judíos), sintamos una sensación similar, no incluyo a aquellos gentiles con quienes traté el tema, pues increíblemente para ellos pasó a ser “una desgracia de los judíos”.
Creo que frente a este hecho, estamos nuevamente solos, y que me disculpe algún no judio que lo perciba como algo propio. A su vez dentro de la comunidad judaica también hay matices diferentes, no es comparable el repaso evocativo de algunos en determinadas fechas con el dolor lacerante y permanente de los familiares de las víctimas, así hagan públicas o no sus reclamos ante la impunidad.
En lo personal no he concurrido todos los lunes a las reuniones de memora activa y luego he tenido la sensación (como en otras ocasiones) que estoy dejando a otros para que luchen en mi lugar porque es mas cómodo. Aunque se que están batallando también por mi en una contienda amarga que no aspira a triunfo ni gloria alguna.
Supongo que cada 18 de julio muere un poco mas cada una de las víctimas, y con ellas nuestra esperanza de poder creer en la justicia argentina, no fue en absoluto el azar el que determinó que la bomba estallara en AMIA (o en la embajada). La certeza plena de la impunidad posterior fue un acicate para los asesinos, no hace falta remontarse mucho en la historia para corroborar que en este país no existe la voluntad de investigar a fondo y menos aún cuando las víctimas están relacionadas con la grey judía.
Esto último huele a paranoia pero si retrotraigo mi mente a casos como el de Graciela Sirotta, Raúl Alterman, Mirta Penjerek, Etc. Etc. Los hechos avalan mi percepción.
Hoy diecisiete años después del día en que junto a mis hijos escarbaba entre los escombros tratando de oír a algún sobreviviente, recuerdo a los gobernantes que en el acto posterior se enfervorizaron prometiendo castigo para los asesinos.
Creo que alguno de ellos mentía impunemente, pues sabían de antemano que no se haría nada, es mas, creo que había alguno de ellos que conocían motivos y circunstancias pero no dijeron nada, lo cual los transformó automáticamente en cómplices de los criminales, vaya para ellos el mismo castigo que los asesinos merecen.
Siento frente a los familiares de los asesinados una gran vergüenza y mas aún frente a sus hijos, pues pertenezco a la generación mayor de “socialmente activos” que tenía la responsabilidad de exigir la investigación y no lo supimos hacer, ni en forma directa ni a través de nuestros emisarios, quienes en algún momento atenuaron sus reclamos en pos de un mejor posicionamiento frente a las autoridades del momento.
Ellos , (nuestros representantes) y nosotros somos igualmente culpables por omisión frente a los hijos de los caídos, soy consciente del poco valor que representa el perdón que le pido a todos ellos.
Nuestro compromiso debe ser con todos los jóvenes, (hijos de víctimas o no) a quienes estamos defraudando hoy, permitimos que se instale el miedo en sus corazones, les hicimos creer que éramos justos y demostramos ser poco creíbles, les hablamos de premios y castigos, pero en los hechos no luchamos por defender esos postulados. Todo lo que el día de mañana nos reprochen será correcto porque no supimos actuar como las circunstancias lo exigían.
A todos aquellos que se congreguen frente al lugar de la vergüenza y marchen junto a los dolientes, les pido que hagan un esfuerzo mental y se coloquen en lugar de éstos, quizá así cale profundo en nosotros su dolor. Sé que no tenemos soluciones palpables y tangibles en la mano, pero insistamos de todo modo posible para que se siga buscando la verdad, mientras tanto acerquemos nuestros cuerpos a ellos, tratemos aunque sea difícil manifestarles que nuestro corazón está latiendo junto al suyo, compartiendo su herida y su pena.
Isaías Leo Kremer
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