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Paraíso o infierno del conflicto palestino-israelí
Por Martha Wolff
Está en cartel una película que recibió el premio Globo de Oro de la Academia de Hollywood pero no el Oscar en la misma categoría de "película no hablada en inglés". Llegó a la final como representante de Palestina. Se trata del film "Paraíso ahora", muy controvertido, tanto en su argumento como en las opiniones que despertó. A su director Hany Abu Assad, palestino-israelí, nacido en Nazareth, su realidad lo condujo a declarar en celuloide su verdad. Una realidad que tiene tres personajes centrales: dos amigos que viven en Nablus, zona ocupada por los israelíes y una joven del lugar hija de un héroe muerto por la causa palestina con educación occidental. Esta tríada muestra prototipos de comportamiento y pensamiento dialéctico. Se mueven entre el terrorismo en forma de bombas humanas y la defensa armada. Israel versus palestinos en una encrucijada y sus métodos de ataque para defender sus tierras. La joven propone el diálogo para resolver el conflicto mientras los otros dos son beligerantes.
Un paneo de cámaras delata una ciudad en ruinas y hombres que entre catacumbas y escondites planifican un atentado en Israel. El detalle de cómo los preparan y adoctrinan estremece. Y cada uno de los futuros atacantes muestra su fortaleza o debilidad de acuerdo con sus historias personales. Aparece, en ambos bandos en conflicto, la figura de los colaboracionistas que nunca son idealistas. Se detalla el plan con crudeza. Se comprueba una organización con fines ideológicos con infraestructuras humanas costosísimas en medio de casa desocupadas. Aparecen desde un hombre sin manos que maneja instrumentos de falsificación, para delatar el costo las minas antipersonales o de atentado frustrado, como el poder económico para organizarlo.
En la operación a la que son sometidos los dos elegidos se detallan una serie de pasos en la que los occidentalizan y se ve cómo los bañan, les cortan el pelo, los acicalan y transforman dejándolos como estereotipos del Mossad o de jóvenes israelíes vestidos para una boda, un detalle estudiado para que pudieran mimetizarse entre la población israelí.
Y luego aparece una escena que es la réplica de "La última a cena" de Leonardo Da Vinci, es la última cena en la que los dos apóstoles palestinos están rodeados por los 12 hombres que habían ideado esa misión secreta. Y no es por casualidad el haber copiado esa pintura ya que al igual que sucedió en la época de Jesús, uno entre ellos será el que traiciona. Y no por azar se refleja el deseo de dominar con su religión al mundo judeo-cristiano.
Mientras se puntualiza en la imagen una ciudad enclavada en la montaña, a media máquina, iluminada por un sol dorado que la revela, por otro lado se puntualiza el sufrimiento, la desocupación, la juventud frustrada y un pueblo que sufre.
Estos dos jóvenes que son elegidos para pasar a ser mártires se debaten entre su misión y su miedo. Palestina es, a ojos del director, el Infierno ahora. El culpable según su trama es Israel.
Ahora veamos qué pasa ante los ojos y la lente del director con Israel. Para él Israel es el paraíso, con ejército, con autopistas, con coches modernos, con mujeres bonitas con una ciudad como Tel Aviv de rascacielos y playa y revisaciones indignantes en los puestos de control. Pero, en esa visión también deja entrever su admiración porque es un país fuerte y ante el cual sólo el hombre suicida puede ser su opositor.
Declamaciones políticas dolorosas por esa ocupación llenan la pantalla en boca de sus protagonistas. Sus dirigentes en cavernas planean su respuesta y un pueblo castigado les obedece.
Los espectadores que conocen por los medios de comunicación sus tácticas no las aprueban pero se consolidan con ellos como lo demostró el mundo frente a las Intifadas. Pero a esta película le falta la explicación de porqué se llegó a esta situación y algunas preguntas: ¿Ocupación israelí bárbara? ¿Los israelíes asesinos y opresores por placer? ¿Las muertes de israelíes no son también víctimas de ellos? ¿Se llegó a este punto porque los israelíes son invasores? ¿Son asesinos o inocentes los que matan sólo porque sus dirigentes así lo dictan? ¿Por qué hay que defender el Corán como única verdad?
En una retrospectiva todo es causa y efecto. La guerra no tiene alas de pluma sino balas y bombas y la ética queda para el romanticismo. En la guerra se muere o se mata.
El tema duele tanto para unos como para otros y queda al final la sensación que la mesa de negociaciones no es el lugar de acuerdos. Los palestinos nunca aprobaron ningún pacto como medio hacia la paz y con este alegato sólo la lucha armada de hombres bombas es la respuesta. Duele saber que es un conflicto difícil de resolver mientras el hombre valga tan poco para ciertas culturas .
Fte: porisrael.org

Julio 2006 / Tamuz 5766
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