Antepongo mis disculpas a los deudos de los caídos en la AMIA, en este de-sarrollo trágico han sobrado las palabras, yo las sigo usando, pero con ellos es con quien está mi corazón. Cuando estos días se acercan a la fecha de la ig-nominia, distintas sensaciones me invaden, prevalece entre ellas, la de una inmensa vergüenza. Tengo vergüenza como judío argentino que soy, por permitir y hasta cierto punto avalar con mi presencia, que siga reinando la impunidad entre nosotros. No es esto casual, de-viene de formar parte todos nosotros de un país con una moral enunciada y otra práctica, nos llenamos des-de siempre la boca con slogans aprendidos que conformaron una mentira na-cional, incorporada como verdad al inconsciente co-lectivo. "Los argentinos somos derechos y humanos", cuan-do se avasallaban todos los derechos. "Argentina potencia", cuando nos desbarrancá-bamos a la pobreza y la mi-seria. "Argentina, la patria en marcha"y el estancamiento nos sume en la abulia colectiva. "País libre y soberano" cuando somos vasallos del poder de turno desde hace años. "Argentina, crisol de razas" absoluta mentira, porque desde siempre la sociedad marcó al diferente, haciendo desaparecer a indios, negros y herejes desde el comienzo de su historia. Formamos parte de una sociedad en que la palabra libertad se invoca tres veces en nuestro himno nacional y allí quedará estática, pues no puede haber libertad sin justicia y esta no puede florecer en medio de la impunidad. El inconsciente colec-tivo incorporó el atentado a la AMIA entre los eventos históricos irresueltos y como una "cosa de los judíos", la frase de Mario Dia-ment diciendo "Hoy todos somos judíos", pasó a ser la enunciación demente de un poeta trasnochado. ¿Qué es pues hoy la tragedia de la AMIA?, para gran parte de la sociedad, es un problema traído por y para los judíos, porque nosotros (los no judíos), no tenemos nada que ver con eso. Otro sector identificado con la "intelectualidad", recuerda cada tanto el he-cho entre tantos otros que nuestra realidad de hoy nos trae y que también son preocupantes, sino trágicos, aunque de otro tenor. ¿Qué ocurre con los judíos argentinos? , no escapan a la apatía general, leen respecto al próximo juicio a algunos detenidos por la causa, pero el escepticismo reina por doquier. El juicio de las armas, que tanta resonancia tiene hoy en el país, presenta hilos conductores que seguramente llevarían al explosivo usado para volar la sede comunitaria, pero es muy probable que ese hilo no se explore, porque no hay voluntad política de investigar. La pista de "la mejor policía del mundo"es otra de las vertientes que no se ahondará, quizá porque no se quiere atacar a una institución tan meritoria y rectora , que no vaciló en "liberar "zonas para que los atentados pudieran perpetrarse. La sensación es , que no va a pasar nada con este proceso como con tantos otros, volveremos nuevamente al himno nacional para encontrar las "rotas cadenas", ya que aquí y ahora, la cadena de injusticias eslabonadas con la impunidad, esta más fuerte que nunca entre nosotros. Veo una sola excepción a la conducta apática y desprovista de esperanza, son los familiares de los caídos, ellos han seguido bregando por reivindicar a sus muertos hechos humo y escombros en la mutual judía. Ellos son los que no pueden olvidar, pues sufren los espacios vacíos desde hace ocho años ya, se los ha pretendido desacreditar, menoscabar y hasta ridiculizar, pero son los únicos que no han cesado nunca en sus reclamos y exigencias ante todo aquel que quisiera o que estuviera dispuesto a escucharlos. Son los familiares de los asesinados nuestro úni-co referente moral en esta causa, no lo son los gobernantes, los jueces, los políticos ni los dirigentes co-munitarios, porque todos estos son susceptibles a presiones de distintas naturalezas, como quedó demos-trado a lo largo de estos años, en que no supieron, no pudieron o no quisieron que la causa AMIA avanzara como debía. Comenzaba mis reflexiones, diciendo que prima en mí la vergüenza y es así, la siento cuando mis hijos entran a escuelas blindadas, la siento cuando me revisan exhaustivamente al ingresar a un templo, pero lo peor es cuando miro de frente a mis hijos y no tengo respuestas válidas para ellos. Tras mas de cien años de colonización y presencia judía en el país, creí tener la certeza de poder vivir sin miedos, ahora debo ver ese miedo en los ojos de los míos, porque no supimos afrontar los hechos como correspondía. ¿Cuál es la contestación que debo dar cuando me preguntan por los asesinos de la AMIA? Decirles "se los está buscando", es una burda mentira a ellos y a mí mismo, por eso tengo vergüenza, porque se que los malditos caminan entre nosotros, eligiendo a las próximas víctimas, total, la im-punidad la tienen asegurada desde antes. Es obvio que no soy optimista respecto al resultado de los juicios, es probable que durante su desarrollo, la apatía general los relegue a un segundo plano en su atención, aquellos que queremos evitar que esto suceda, debemos nuclearnos alrededor de los familiares y víctimas, son nuestro único reducto moral aceptable, porque ellos, (los deudos) serán los que llevarán esta causa adelante. Acerquémonos a los que aun hoy, están llorando sus ausencias, aunque no tengamos respuestas, tratemos de compartir su dolor, quizás juntos podamos sentir algo de esperanza. ¡Que Dios nos ampare! • © LA VOZ y la opinión
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