Hace pocas semanas, circunstancialmente se me aproximó un hombre y me preguntó si yo tenía idea de lo que es “Dos Schwarze Buj” (El libro negro). Le dije que sí, que lo había leído. En su momento, me lo había facilitado don Gregorio Lerner (Z“L). Este libro estaba publicado en hebreo, en idish y en inglés. Y él había comenzado aproximadamente hace unos quince años a recolectar fondos para emprender la traducción al español. Lamentablemente, poco después falleció, y la iniciativa quedó trunca.
Jerusalem, 1987
Luego de que se acercase este hombre a preguntarme por el mencionado libro, recordé mi relación con él. Este libro –es imprescindible aclarar aquí– trata sobre el escritor, poeta, periodista y corresponsal de guerra judío soviético, Ylia Ehrenburg. Él fue quien recopiló, ordenó y redactó la mayoría del material del mencionado libro. Cabe destacar que co redactor de gran parte de este libro fue otro escritor judeosoviético, Vassily Grossman, también corresponsal de guerra, acerca de quien nos referiremos en otra nota.
Sobre Ehrenburg se habían tejido muchas conjeturas, algunas de ellas muy críticas respecto a su actitud hacia sus hermanos judíos, dado que era una prominente personalidad del régimen comunista durante los años de la posguerra.
Y la cuestión pertinente a Ylia Ehrenburg me obliga a recordar hoy mi viaje a Israel, en la segunda quincena de diciembre de 1987. Fue allí y en esos días, en que precisamente ha sido redescubierta la historia de este hombre. Y no sólo por mí, sino por todos los que asistimos a la apertura de su testimonio. A poco de llegar a Israel, recibí el llamado de un amigo periodista, quien me dijo que yo debía adelantar mi viaje a Jerusalem para el día siguiente. Y eso porque ese día en “Iad Vashem” (Museo de la Shoá), habría una muy interesante conferencia de prensa a cargo del Director de la entidad, Dr. Itzjak Arad. Y me adelantó telefónicamente mi amigo, que en dicha conferencia de prensa se develaría el secreto de un archivo enviado a Israel hacía aproximadamente treinta años, por el escritor judío soviético, Ylia Ehrenburg. Dado el consejo recibido, viajé con premura a Jerusalem y asistí a la mencionada conferencia de prensa, que en hebreo dio el Dr. Arad.
Cautela
El emisario que había traído la documentación en forma secreta hacia 1957, había pedido en ese entonces —en el nombre del propio Ehrenburg— que se respetase una condición: no dar a conocer este documento hasta después de cumplirse veinte años de la muerte de Ehrenburg (quien moriría en agosto de 1967).
Muchos se preguntan por qué se mostró Ehrenburg tan cauteloso en cuanto a la condición temporal impuesta para develar el contenido de lo que su emisario entregaba. Es decir, ¿por qué Ehrenburg hizo esperar tanto tiempo…? Lo cierto es que, como es fácil deducir, no quiso que la luz de estos documentos oscureciese el panorama de ninguno de sus coetáneos en su país, la Unión Soviética. En su testamento él niega este hecho del presunto abandono de su pueblo —el judío—. Él sólo exigía no abrir su Testamento antes de los veinte años de su muerte. Seguramente, calculó que ya no vivirían las personas a quienes su mención, podría perjudicarlos.
Ahora sí, instalados en la Sala de Conferencias del “Iad Vashem”, oigamos al muy emocionado Dr. Arad, quien nos dice: “… este tesoro es ahora dado a luz de acuerdo a la voluntad de Ylia Ehrenburg, al cumplirse veinte años de su muerte… “. Y sigue: “… Ya una primera aproximación a este archivo, nos permite una nueva interpretación sobre la postura de Ehrenburg en la historia del judaísmo en la Unión Soviética. El sólo hecho de su voluntad de transferir su archivo para una eterna custodia y divulgarlo en Iad Vashem, ya de por sí dice mucho, muchísmo… “.
En el Archivo se encuentra ahora el manuscrito del “Dos Schwarze Buj”, cuyo original es en ruso y que en hebreo se llama “Ha Séfer Hashajor”. Este “Libro Negro” contiene también unas partes que se creían totalmente perdidas, y que no entraron en la edición que fue publicada en diversos países bajo la redacción de Ylia Ehrenburg y de Vassily Grossman. Es decir, que reemplaza la acotada versión de la historia oficial soviética. Como ahora bien se sabe, aquella versión que se conoció inicialmente, pasó por la rígida censura oficial.
Los “tsures”
Se encuentran en el archivo, materiales sobre el movimiento de los partisanos y de la resistencia durante la Segunda Guerra Mundial; y documentos sobre acontecimientos antisemitas en la Unión Soviética, que a partir de esta revelación iban a ser estudiados minuciosamente.
Continuó diciéndonos el Dr. Arad: “… Ahora podemos afirmar que el archivo va a ayudar a revelar a todo el mundo acerca de quiénes han sido “Justos del Mundo” entre los rusos, bielorrusos, ucranianos que salvaron a los judíos de las matanzas hitlerianas durante la Shoá…”.
Y también hizo hincapié en que hasta aquí se sabía que los judíos que milagrosamente se salvaron de los hacinados guetos de sus lugares de residencia y los sobrevivientes de los campos de exterminio, tuvieron luego dificultades adicionales, ya que sus casas fueron expropiadas por quienes se apoderaron de ellas y sus pertenencias fueron robadas. Es decir, que no les faltaron “tsures” (problemas, dificultades), aun después de terminada la guerra. Y los organismos oficiales, el municipio, el gobierno se excusaron de intervenir y de ayudarlos a recuperar lo que les pertenecía.
Las cartas
Muchos damnificados se dirigieron entonces a Ehrenburg, dado que él era próximo a las altas autoridades soviéticas. Ehrenburg respondía y ayudaba en la medida de sus posibilidades —se esforzaba en cuanto estaba a su alcance—. Archivó las cartas que le llegaban de los judíos, las cuidó celosamente. “Estas cartas —nos dijo el Dr. Arad— están llenas de amargura y de dolorosas preguntas, ¡¿por qué…?!…”. Y ahí teníamos ante nosotros la lectura de estas cartas. “Iad Vashem” publicó luego este material, junto con otros documentos del archivo. Esas cartas de quienes angustiosamente pedían la ayuda de Ehrenburg, eran esquelas escritas con renglones torcidos, plenos de dolor y sufrimiento, anotados con tinta que ya se había desgastado y presentando inconvenientes de legibilidad.
“Ehrenburg —continuó diciéndonos el Dr. Arad— fue el guardián, para nosotros los judíos, de esta documentación. Las discusiones sobre él en el mundo judío todavía no se acallaron: si fue o no un traidor, o un cínico observador de sangre fría; o quizá un valiente, hasta un héroe”.
Los documentos de valor
A la hora de las preguntas de los periodistas, se le preguntó al Director del Archivo de “Iad Vashem”, Dr. Shmúel Krakowsky, cuál es el más importante de los documentos que Ehrenburg había legado.
“… Todos los documentos son de un valor excepcional y sin precedentes para la Historia Judía —nos respondió—. Ahora, con la documentación total, podremos difundir el heroísmo de los partisanos judíos”. Y destacó también que había cartas muy importantes, enviadas a Ehrenburg no sólo por remitentes judíos rusos, sino también por judíos de Europa occidental; y hasta también hay una que le llegó de Tel Aviv. Incluso había cartas de rusos no judíos que se pronunciaron contra el salvaje antisemitismo estalinista, posterior a la guerra. Asimismo, había deplorables cartas de antisemitas racistas.
El Dr. Krakowsky nos dijo que también tenía en sus manos un puñado de cartas y documentos sobre el “pogrom” de la aldea Molajovska –en las proximidades de Moscú–, que se hizo en la noche de “Rosh Hashaná” de 1956. Esa noche, entre otros actos de cruel agresión, asesinaron en su vivienda a la esposa del cuidador del cementerio judío y quemaron la sinagoga…
Y las copias de esos afiches con las proclamas antisemitas que esa noche se pegaron por doquier, estaban también ahora en las manos de la gente de “Iad Vashem”. Con énfasis, repitió varias veces el Director del Archivo, que se trataba de materiales fácticos de incalculable importancia.
Como se ve, nos hallamos ante un archivo cuya real magnitud para el mejor conocimiento y comprensión de la historia judía, aún no ha sido valorada en toda su dimensión.
También destacó el Dr. Krakowsky que el archivo fue traído a Israel por un emisario de Ehrenburg, cuando aún éste vivía. De este solo hecho, podemos inferir el nivel de terror que reinaba en la Unión Soviética, que el emisario no develó ni su nombre ni su dirección. Él sólo atinó a entregarlo y comentar que con esta documentación tuvo que atravesar muchos países para despistar sin dejar huella alguna a las autoridades comunistas de la Unión Soviética. Y hasta padeció no pocas aventuras, antes de poder arribar a Jerusalem. Y él transmitió el pedido de Ehrenburg del absoluto secreto de esta documentación hasta por lo menos veinte años después de su muerte, sin que tampoco antes sea develado a historiadores e investigadores. Su testamento fue cumplido al pie de la letra, señaló el Director del Archivo, Dr. Krakowsky.
Periodista combativo
Durante la Segunda Guerra Mundial, después de la invasión de Hitler a la Unión Soviética, la Agencia de Noticias “Novosti” de este país, comenzó a mandar telegráficamente –todos los días– artículos del corresponsal de guerra, Ylia Ehrenburg a todas las redacciones. Eran notas breves, concisas y muy combativas, que son conocidas por todo el público. Los diarios artículos antinazis de Ehrenburg constituyeron una ejemplar demostración de lo que es el periodismo combativo.
Sus escritos inspiraban coraje y esperanza, no sólo en los soldados en el frente, sino también en judíos y no judíos en distintas latitudes de la retaguardia. Si un día no aparecía la nota de Ylia Ehrenburg, que enviaba la agencia “Novosti” a los diferentes diarios, éstos recibían las inquietudes de los lectores que temían por la suerte del corresponsal a la vez que expresaban su incertidumbre sobre lo que acontecía en el frente de batalla.
Así, muchas veces se retrasaba el cierre de los diarios hasta la madrugada, ya que en días de guerra se demoraba el despacho de “Novosti”, y todos los periódicos necesitaban contar con el envío de la nota de Ylia Ehrenburg.
Quien atestiguó sobre este hecho fue el Mariscal Bogramian, quien se expresó: “La pluma de Ehrenburg tenía en el frente mayor influencia que la metralla automática”.
Artista y corresponsal
Es útil entonces repasar algunos datos biográficos de esta singular personalidad judía. Ilya Grigorievich Ehrenburg nació en Kiev (Ucrania) el 27 de enero de 1891.
Por su pronta adhesión y participación en el movimiento revolucionario (junto a Nikolai Bujarin), es expulsado del “Gimnasium” (Secundario) de Moscú y arrestado por cinco meses. En 1909, con sus jóvenes dieciocho años de edad, se traslada a París. Es allí donde empieza a escribir poemas, bajo influencia de Balmont, Jammes y Verlaine. Se hace amigo de Picasso, Apollinaire y Léger, entre otros. Durante la Primera Guerra Mundial fue corresponsal de guerra del frente occidental. En 1917, en su país natal publican su poema “Rezo para Rusia”.
Con la Revolución Rusa en 1917 -tenía entonces veintiséis años de edad- con gran entusiasmo regresa a su patria. Primero vive en su ciudad natal, Kiev (donde se desempeña como profesor). Luego reside en Jarkov, Kerch, Feodossia y, finalmente, en la capital, Moscú. Aquí comienza su carrera literaria, cuando a sus reportajes periodísticos se suma la escritura de poesía. Las tragedias y la épica de aquellos días revolucionarios fueron decisivos en su formación artística, en la que también influyen las corrientes literarias europeas de la posguerra. Es amigo de varios escritores importantes, entre ellos Boris Pasternak.
A su vez, luego de un par de noviazgos que no prosperan, se casa —en 1919 y con veintiocho años de edad-, con su prima, Liubova Kozintseva.
El exilio
Pese a sus numerosos puntos de acuerdo con los principios de la revolución, se decepciona por lo que ocurre en la Unión Soviética. Es así, que hacia 1921 mientras viaja a París como parte de una misión cultural, y opta por quedarse allí. Es caracterizado entonces como “emigrado y enemigo” de la Unión Soviética.
Sumada a su muy prolífica tarea como articulista de prensa, publica importante cantidad de libros, entre ellos una docena de novelas y numerosos cuentos. Exhibe con sorprendente estilo: irónico y mordaz. Con su “Aventuras de Julio Jurenito” (1921), se gana la admiración europea. Los críticos dirían que ésta fue su mejor novela. En ella ridiculiza tanto al capitalismo occidental como al bolcheviquismo soviético.
Reside un tiempo en Berlín y en Bruselas, para retornar a París en 1925, año en el que publica “Las trece pipas”. Asimismo, una obra en la que la temática judía se halla muy presente, es su sátira “Laizik Roitshvantz”, donde crea —sobre el trasfondo de la Revolución Rusa— una contrapartida judía al célebre soldado “Shveik” de la pluma del checo Haschek. Esta obra, lo mismo que “Vida y fin de Nikolai Kurbov”, es prohibida en la Unión Soviética.
El ideal
Desde 1931, al proclamarse la Segunda República Española, Ehrenburg viaja con frecuencia a España. En 1932 publica “España, república de trabajadores” y “El día segundo”. Ese año (con cuarenta y un años de edad) decide una vez más el retorno a su patria natal, reconciliándose con el régimen y enarbolando con fuerza el ideal comunista. Es entonces que pasa a ser el enviado de la agencia soviética de noticias “Izvestia”, que lo designa como corresponsal en París.
En 1934, durante el Congreso Internacional de Escritores que se realiza en Moscú, Ehrenburg se opone a la tesis de Máximo Gorki, quien planteaba su postura favorable a la doctrina del realismo socialista.
En 1936, nuevamente visita España en los convulsionados tiempos de la guerra civil, ahora como corresponsal de guerra. Es aliado de los republicanos. Escribe también un par de libros con sus impresiones sobre España y sobre Francia. En 1936 publica “No pasarán” y, un año después, “Guadalajara: una derrota del fascismo”, obras que lo reconcilian definitivamente con el régimen soviético.
Otros de sus títulos muy reconocidos son “Moscú no cree en lágrimas”, “El amor de Juana Ney” y “El acaparador”. Y también escribe sobre el cine: “Fábrica de sueños” (llevada tiempo después al celuloide); y sobre los autos: “Vida de los automóviles”.
El mensajero
Al estallar la Segunda Guerra Mundial, retorna a su patria y se caracteriza por sus notables y fervorosos artículos como corresponsal. De 1941 es la edición de su libro “La caída de París”. Cuando la invasión alemana a la Unión Soviética, Ehrenburg acompaña —ahora como corresponsal de guerra de la Agencia de Noticias “Novosti”— a los ejércitos soviéticos en su retirada hacia Stalingrado y el Cáucaso, y luego en su avance por Polonia y la Alemania vencida.
En la posguerra, en 1946 es enviado en misión oficial a los Estados Unidos. En 1947 aparece traducido al inglés un libro suyo sobre los países balcánicos y en 1949, Ehrenburg publica “La tempestad”; en 1952, “La novena onda”. Y, en 1954, año en el que viaja a Chile y conoce a Pablo Neruda, publica “El deshielo”.
Su tarea periodística es ahora esencialmente propagandística, según muchos críticos, en detrimento de sus cualidades literarias. En la Unión Soviética se lo considera uno de los escritores patrios. Ya a partir de 1950, siendo diputado del Soviet Supremo, Ylia Ehrenburg pasó a ser una de las figuras más visibles del aparato político soviético. Sin haberse afiliado nunca al Partido Comunista, fue un muy respetado mensajero del Estado soviético ante Occidente. Incluso en el difícil período de la “guerra fría”. Él pudo moverse con libertad, visitando diferentes países, siempre en el emprendimiento de importantes misiones culturales.
Ehrenburg falleció en Moscú, el 31 de agosto de 1967, a los 76 años de edad.
La aniquilación
Es importante entonces dar una última “vuelta de tuerca” sobre el originario cuestionamiento a Ehrenburg. Éste especialmente comienza con un nefasto acontecimiento: cuando en 1952, Stalin decide aniquilar totalmente al Comité Judío Antifascista que integraban intelectuales, escritores y médicos judíos. De aquellos integrantes del Comité sólo uno sobrevivió, y fue justamente Ylia Ehrenburg. De allí vinieron las principales sombras, dudas, sospechas sobre él. La suspicacia de muchos es, que pagó con lealtad al régimen, y traicionó a sus hermanos judíos. Sin embargo, la reivindicación más importante de la actuación de Ehrenburg estuvo a cargo precisamente del hijo de uno de los escritores judíos, integrante de aquel comité, que fue asesinado por Stalin el 12 de agosto de 1952. Nos referimos al hijo de Peretz Markish, el también escritor David Markish.
Y éste, aún pocos meses antes de la apertura de aquellos archivos de Ehrenburg, al cumplirse treinta y cinco años de la muerte de su padre y de otros artistas e intelectuales judíos a manos del régimen estalinista, escribió una interesante nota en un diario israelí –edición del 14 de agosto de 1987–: “Las notas de Ehrenburg durante la guerra estaban fundamentalmente dirigidas a levantar la moral de los combatientes y de la retaguardia. Los nazis lo odiaban y decretaron su pedido de captura o de asesinato; especialmente los mortificaba su famosa frase, casi infaltable en sus artículos ´mata al alemán en el campo de batalla; y en el combate, cada alemán es mejor bajo la tierra que sobre ella”.
David Markish reconoce que sobre Ylia Ehrenburg hubo muchos cuestionamientos, pues es un hecho que de todo aquel Comité Judío Antifascista, sólo él sobrevivió. Y ante la pregunta de si “¿Ehrenburg pagó por quedar vivo?” su respuesta fue que: “… Hoy puedo aseverar que ésa fue una época de sangre y milagros, más sangre que milagros. Ehrenburg no tenía ningún deber oscuro, ni trabajo sucio que cumplir. Él no hizo ninguna tarea de colaborador, como muchos intentaron salpicarlo durante tanto tiempo. Nunca fue ni un provocador ni un traidor. Lo que podría llegar a decir es que fue un hombre temeroso…”.
El poema
Asimismo, aproximadamente allá por 1966 ó 1967 se encontró en la Biblioteca Nacional de Jerusalem un manuscrito de Ehrenburg; se trataba de una poesía sionista que se titulaba “Al Pueblo Judío”, que Ehrenburg escribió en 1911, a sus veinte años de edad. Él mismo, años más tarde dijo sobre esa poesía que fue “un pecado de juventud”. Pero lo cierto es que en dicho poema, él escribe: “Es un Pueblo que cuenta los años de sus épocas desde Abraham”. Y cita en la poesía los campos de Israel donde el Pueblo judío tuvo dicha de juventud. Asimismo escribe allí: “Si tu destino será desparecer en algunos de los días/ que tu alma no se evapore aquí (en Rusia) sobre extensiones ajenas/ solamente allí porque ahí vislumbraste hermosos amaneceres/porque sólo ahí conociste la felicidad. Y las dichas juveniles”.
Una pregunta
Al darse a conocer su archivo, se ha reavivado en el mundo judío la polémica sobre la personalidad y la vida de Ylia Ehrenburg. La discusión continúa, pero para tener una idea mucho más cabal de la historia de este hombre redescubierto, es imprescindible conocer bien esos archivos y las conclusiones que arroja la lectura del “Dos Schwarze Buj”.
Y una pregunta queda flotando: ¿No estaremos, acaso, una vez más ante una demostración del silencioso heroísmo judío...?
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