No creo errado afirmar que Myriam Escliar es ya una escritora consagrada en el género de la biografía novelada.
Su última obra se ha adentrado en uno de los más grandes desafíos personales y artísticos, ya que ha elegido escribir una biografía novelada sobre la vida de su padre.
Ha logrado la enorme tarea personal y artística de tomar la distancia necesaria para tener la perspectiva de los hechos, al tiempo que ha podido adentrarse en el personaje encarnando lo vivido y lo sentido para transmitirlo subjetivamente.
Como es usual en sus novelas, Escliar además de la travesía por la vida de un personaje, nos ofrece una rica postal del tiempo histórico en el que transcurre el relato.
En “Bernardo” hallamos a la Argentina de principios de 1900 hasta los años ’30. Una Argentina dibujada bajo la mirada de los inmigrantes.
“La mayoría de los inmigrantes contaban fabulosos embustes acerca de su verdadera realidad, describiendo un panorama distinto al que habían encontrado, porque la verdad los avergonzaba. Si hubieran sido sinceros debían haber escrito que al desembarcar, una vez instalados en la Colonia, tuvieron que luchar contra las inclemencias del tiempo, las lluvias torrenciales, las sequías prolongadas, los pantanos, cuyos mosquitos y alimañas provocaban enfermedades, muchas veces mortales; los incendios accidentales, resultado de las chispas de las locomotoras que corrían pegado a los ranchos o provocado por algún gaucho resentido; la falta de asistencia médica y sobre todo la enemistad y el odio con los que los esperaban los nativos del lugar, convencidos de que los “rusos” habían venido a robarles la tierra y el trabajo.”
Escapando de hambrunas o persecuciones, llenos de enormes ansias y esperanzas, arribaban los inmigrantes judíos a la ignota Argentina. Aquí tal como lo describe Escliar con tal precisión y síntesis que sólo requiere un párrafo para una pluma literaria que posee, entre sus cualidades más salientes, la de ser precisa y directa.
En la obra se encuentra reflejada toda una generación de inmigrantes judíos que llegando a estos lares desconocidos para buscar un próspero futuro debieron afrontar desarraigos, penurias económicas, frustraciones y también actos de antisemitismo. Tal como recuerda la autora, el pogrom de 1910 o bien la masacre de la Semana Trágica de 1919, en la cual muchos judíos de tendencia socialista fueron muertos.
Desde una mirada más particular, pero no por ello menos ilustrativa de un tiempo y de una situación socio-cultural general, Escliar nos dibuja la caracterización de los típicos personajes judíos; que van desde la dominante y arrasadora “ídishe mame”, Rivke, hasta la casamentera, imperioso destino de consulta de sus servicios para encontrarle un marido a la tía de Bernardo; un marido que sólo conocerá por un álbum fotográfico el día de su casamiento. Escenas éstas, capaces de arrancar una risa por lo reconocible e identificable para cualquier lector que haya tenido la oportunidad de conocer aquel mundo judaico.
“Los escritores no somos más que los ejecutores de una obra artística, la historia, los personajes, el argumento o el guión son los verdaderos autores.”
A sabiendas de la verdad de estas palabras, Myriam Escliar pone especial énfasis en la composición de los personajes y de la historia. Con gran talento nos brinda ilustraciones de la Buenos Aires bohemia de aquel entonces con su mítica Avenida Corrientes plagada de bares, teatros y librerías, los cuales son escenarios de encuentros de la potente ebullición artística literaria de entonces. Ebullición que corría por dos carriles siendo disímiles y hasta enfrentados entre sí, enriquecían y hacían esplendoroso un momento cultural sin precedentes.
Los escritores de “Boedo” y “Florida” poseían temáticas e ideologías diversas, pero ambos, conjuntamente, forjaron una época dorada de la literatura porteña, época de la cual se nutrió, vivió y participó activamente Bernardo Escliar y que, hoy, Myriam nos reproduce en letra escrita con un estilo tan ágil y exquisito que logra estampas tan vívidas que son cercanas a lo fílmico, haciendo que los lectores nos zambullamos en aquella dimensión espacio-temporal casi sin percatarnos de ello.
Amigo y colega de Alberto Guerchunoff, de Samuel Eichelbaum e Israel Zeitlin cuyo seudónimo era César Tiempo, Bernardo Escliar a pesar de su corta edad –ya que falleció con tan sólo 33 años- logró ser un reconocido escritor en más de un género. A su labor de crítico de arte para el periódico La Nación, acompañaba una febril búsqueda de consagrarse como escritor.
Su incólumne deseo de ser escritor nacido a muy temprana edad, lo llevaba al extremo de sus posibilidades físicas, ya de por sí menguadas debido a que sufría una dolencia crónica e incurable. Pero aún así, su pasión y empecinamiento por concretar su deseo no lo hacían desviar ni un ápice de su anhelada meta.
“Deseaba siempre algo más, no sabía bien qué, angustiándome cuando sentado frente a la máquina de escribir, aparecía la maldita ´página en blanco´. Nadie puede comprender, si intenta ser un escritor, lo que se siente cuando la inspiración tarda en llegar y se desea mandar todo al diablo, romper una hoja tras otra, terminando, por someterse a un exilio voluntario, rogando que nadie lo interrumpa hasta que aparezca el argumento buscado.”
Myriam pone palabras a este derrotero doloroso ya que Bernardo es conciente del corto tiempo que durarán sus días, al tiempo que implícitamente nos conduce al dilema existencial que toda vida conlleva, ¿a qué dedicar nuestro paso por este mundo? ¿Cuál es ese deseo que cual flecha nos impulsa hacia delante? ¿Cuál es la antorcha que guía nuestros días y que ilumina el momento de la realización personal?
Bernardo Escliar corría una carrera contra el tiempo y gracias a su enorme esfuerzo, su talento pudo materializarse en el género teatral. Primero con la traducción de “Jassia, la huérfana”, luego con las obras creadas enteramente de su puño: “El hijo” y “Circo”. Myriam nos relata en estas páginas el recorrido subjetivo que fue para Bernardo cada una de ellas.
Su colega y amigo César Tiempo al enterarse de su muerte escribió un poema que Myriam nos trascribe íntegro en la última página de la novela, cerrando ésta del modo más emotivo.
“Relámpago de arriaz
en la mano del tiempo y en su espada mortal.
Así tu vida, duermevela alegre,
Como estas vagas músicas que en el aire se pierden.
(…)
Amigo: ahora que tiembla la luz en las ventanas,
Arrodillo mi voz para decir tu muerte.
¿Seguirás sigiloso nuestros pasos sin rumbo
cuando la noche fije sus primeros carteles?”
De algo podemos estar seguros, su hija Miryam ha seguido sus pasos y hoy nuevamente lo hace deleitándonos con su prosa de escritora experimentada y consagrada, volcando su creatividad sobre la imagen de su padre y de su tiempo.
Myriam Escliar
Licenciada en Letras en la UBA, Myriam Escliar es además de escritora, profesora de inglés e italiano, traductora, entre otros, de autores tales como Isaac Bashevis Singer. Como escritora ha publicado un conjunto de ensayos sobre las pioneras en los tiempos de la inmigración, bajo el título “Mujeres en la literatura y la vida judeoargentina” (1996); “Fenia” (1997), novela histórica sobre la vida de la socialista, feminista del Siglo XX, Fenia Chertkoff. Ambas obras, junto con “Blackie, con todo respeto” (2007) y “Mujeres extraordinarias” (2009), novela que versa sobre las historias de Cecilia Grierson, Julieta Lanteri, Fenia Chertkoff y Carolina Muzzilli, dan cuenta de su interés por la temática de género.
Un interés que refleja su modo de escribir sobre sobresalientes hombres y mujeres: su escritura es la de una mujer que logra la empatía necesaria para fundirse con aquellos que con su pluma recrea.
También publicó “Arele y otras historias” (1998), cuentos que versan sobre relatos de inmigrantes en la Argentina y “Los otros gauchos judíos” (2005), una biografía novelada sobre la inmigración judía en Entre Ríos.
Myriam: “Ko lejai vekadima”! ¡Por la vida y siempre adelante!
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