Nuevamente el Auditorio Ben Ami, auspiciado por el Departamento de Cultura de AMIA, nos abre sus puertas con la calidez de siempre, presentando una rica pieza teatral. El título de la obra es sugestivo “¡Oh, Dios Mío!”.Induce indudablemente a una sonrisa y nos sugiere que el humor estará presente en el escenario. Al entregarnos el programa leemos la frase con la cual nos presenta el director Juan Freund la pieza: “Dios estaba solo, quiso tener un amigo, entonces creó al hombre. Ahora tiene seis mil millones de amigos y está más solo que nunca”: entonces sospechamos que además de humor habrá reflexión.
Los personajes y la trama
Al inicio de la obra vemos a una psicóloga, que acudiendo a un llamado telefónico desesperado, accede a atender en el consultorio de su casa a un paciente desconocido. Al comienzo Ella, es una psicóloga un tanto atolondrada y hasta a veces informal. Sus descuidos y nerviosismo, nos hacen reír en más de una oportunidad.
El paciente misterioso no devela su identidad, responde con evasivas y la inquieta, pues comienza a develarle que conoce su vida. La psicóloga se esmera y sin embargo mantiene su compostura frente al paciente que le pide que lo escuche, porque sino “algo terrible va a ocurrir...” hasta que él afirma que es Dios.
Atemorizada intenta derivarlo a un psiquiatra y luego grita pidiendo ayuda a su hijo Lior. Trata por todos los medios que el hombre se retire, pero la conversación comienza a cambiar:
“Ella: Pero Ud. no es Dios...No hay Dios, mire a su alrededor, ¿cree que existe un Dios?
D: Ud. sabe que hay uno.
Ella: Yo? Está equivocado señor. Míreme, soy secular, como lo que quiero y no creo en Dios.
D: ¿No cree en Dios? ¿Entonces con quién ha estado hablando, todos los días en los últimos treinta y seis años?
Ella: ¿Cómo?”
Ella, busca explicaciones a lo que le ocurre, la lógica se quiebra. Y Dios le demuestra además de su existencia, que aún a pesar de su abierta secularidad, ella cree en Dios. Y no sólo porque ha estado hablándole como ella supone a una figura imaginaria, sino porque cree que las cosas pueden cambiar.
El giro que se produce es por demás interesante, pues bajo el esquema de una sesión terapéutica se encuentran la soledad de un Dios, pero también su responsabilidad.
Ella personifica a una mujer sola que ha sufrido la desesperación y el desasosiego más álgido; ello le da sensibilidad, así como también la firmeza de increpar a Dios. Por ello puede analizar a Dios y discutir con él hasta arribar a la empatía, a la cercanía, pero se trata éste, de un camino que recorrerán ambos personajes durante toda la obra.
La dinámica entre ambos es un devenir, una mutua modificación que va tomando distintos aspectos.
Asistimos a un Dios que va mutando las facetas que muestra, pasando de encarnar la irritabilidad, el despotismo hasta, de la mano de Ella, finalmente hacer hablar su carencia y sufrir.
En el transcurso de la pieza, hay un vaivén entre el sentir personal religioso de Ella y su trabajo como terapeuta que apunta a decifrar aquello que le ocurre íntimamente al “paciente divino”.
Es notable el contrapunto que se produce cuando Ella se ubica en el lugar de los seres bíblicos, imaginando su sufrimiento, confronta a Dios sobre su actuar; pasando a ubicarse como portavoz de los sentires humanos en la Biblia, desde Adán, Caín, Abel hasta arribar a Job.
“Ella: - Qué conveniente le resulta poner la responsabilidad en el otro. La serpiente, Satanás...¿Quién es ese Satanás? ¿De dónde sale así de repente? En toda la Biblia no hay ningún Satanás, y de repente en el libro de Job aparece...¡Hola Satanás! ¿Quién es?
D: -No lo sé...él...¿Cuál es la diferencia?”
Y luego otro giro en la trama. Dios para ser escuchado ha representado un tipo de Todopoderoso, una representación de Él omnipotente y tiránico, pero de pronto aparece la “humanidad” de Dios en su debilidad. Comienza un momento en que el afecto entre Ella y Dios pasa a ser el centro de la escena.
Y si Dios pidiera ayuda, ¿cómo será el padecimiento de Él? ¿Cómo se manifestaría la encarnación de Su dolor? ¿Cómo será Su soledad? Esta ficción nos permite imaginarlo.
El final de la obra sorprende ya que ambos comparten con el otro sus pesares y se confiesan la necesidad mutua. Es cierto, es una ficción, pero en su esencia también podría no serlo.
Actuaciones y Dirección
Conocemos las actuaciones de ambos actores: Silvia Franc (Ella) y Eduardo Wigutow (Dios). Su calidad artística es de larga data, pero cada nueva pieza teatral que interpretan parece renovar a estos incansables, idóneos y talentosos actores. En la presente obra vemos a esta dupla complementarse en el humor, vehículo principal elegido para la transmisión del texto.
Pero a la vez logran también intercalar momentos de seriedad y emotividad que salpican la pieza por doquier. Tal es la plasticidad actoral de cada uno en sintonía con el otro. De este modo nos ofrecen una interpretación compacta y sólida bajo la dirección de Juan Freund -quien además se ha encargado de la traducción- y Juan C. M. Richards, como asistente de dirección.
De más de una veintena de obras fue puestista y director Juan Freund. He tenido la oportunidad de presenciar varias de ellas. Entre las muchas, debe destacarse “Tribunal de mujeres” que también en el Auditorio Ben Ami, continúa presentándose exitosamente desde hace años. Su impronta personal a lo largo de décadas de dirección podría en pocas palabras resumirse en el compromiso de poner sobre el tapete del escenario, íntimas vivencias del ser humano y del ser judío, en cada tiempo histórico, logrando convocar al espectador a partir de la sala, a reflexionar.
Escenografía y vestuario
La mancomunada labor teatral se manifiesta además en la escenografía y el vestuario a cargo de la conocida y solvente Alicia Vera. Vemos un cuidado en el detalle escenográfico y especial elección de los objetos sobre los cuales se apoyan las actuaciones. Minuciosamente están diseñados los espacios, la recreación de un consultorio y de los elementos necesarios para el desarrollo de la compleja trama.
Cabe destacar a quienes completan este equipo de trabajo: Gianni Mestichelli (fotografía), Marina Roncari (operadora de sonido), Nora Roncari (operadora de luces), y el talentoso Gaby Goldman (música).
La autora
El texto original pertenece a Anat Gov. Nacida en Tiberíades el 13 de diciembre de 1953. En los años 1972-1973 formó parte del conjunto musical “Hapalmjnik”. Allí conoció a quien en el futuro sería su esposo, el famoso cantante Guidi Gov y con el cual tendría luego, tres hijos.
Anat comenzó su carrera artística dentro del género musical, pero al poco tiempo desistió de esta rama del arte y se volcó a la escritura de libretos teatrales. Escribió principalmente para el teatro “ Cameri ” (Tel Aviv- Israel), con gran éxito. Entre ellas podemos señalar: “Las mejores amigas”, “Amo de casa”.
De su pluma también brotaron guiones de películas, así como traducciones de las piezas teatrales, también para el “Cameri Theatre”: “Vía dolorosa” y “Madre coraje”, entre otras. Actualmente “¡Oh, Dios mío!” se representa allí con gran éxito y repercución. El texto que nos brinda en esta oportunidad nos hace entrever su erudición, pues implica un estudio bíblico profundo. Así como también un impecable manejo del “timing” teatral, ya que los constantes giros en la trama a los cuales arriba nos referíamos, nos muestran una mano experta que sabe sutilmente captar la atención y emoción del espectador.
Este espectáculo será relanzado el 28 de Enero de 2010 en la sala climatizada del Teatro Ben Ami.
Una obra teatral para disfrutar y reflexionar.
Moshé Korin – Director de Cultura de AMIA
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