Hay historias de amor que hacen historia; ellas nutren la reflexión y la creatividad a través de los tiempos. La pieza teatral “Un informe sobre la banalidad del amor” escrita por el dramaturgo y periodista Mario Diament, combina la investigación con la creatividad. Haciendo una tácita referencia, el título evoca la obra cumbre de Hannah Arendt “Un informe sobre la banalidad del mal” en ocasión del juicio a Eichmann.
El texto: los personajes y la trama
La obra ficciona cinco encuentros entre Martín Heidegger y Hannah Arendt estableciendo así, un arco temporal que va desde Febrero de 1925 hasta febrero de 1950, abarcando de este modo el tiempo de nacimiento, apogeo y ruina del nazismo en el poder alemán, con las consecuencias que dejó; así como también la transformación de estas dos vidas atravesadas e implicadas de distinto modo por ese fenómeno.
Para la posteridad, ambos contribuyeron a la filosofía, Heidegger es reconocido como uno de los grandes filósofos del Siglo XX y Arendt es autora de obligatoria lectura para el análisis en materia de fenómenos totalitarios. Por otra parte, Heidegger perteneció al partido nazi y Arendt se consagró a la lucha antifascista.
Sin embargo fueron amantes. Sobre los distintos senderos de incógnitas que plantea la relación entre ambos, versa la presente pieza de ficción.
Hay temáticas difíciles de poner sobre el tapete, temáticas que muestran los grises, los claroscuros de lo humano en su opacidad, sus miserias hasta lo inexplicable de las conductas humanas. Más aún, cuando tienen como marco las ominosas penurias que debieron padecer tantos. En este sentido podemos decir que“Un informe sobre la banalidad del amor” es audaz, sin por ello ser facilista en su interpretación de lo ocurrido.
El inicio, el primer encuentro, está condimentado de humor. La frescura de una brillante y joven estudiante que seduce y es seducida por su profesor. Luego, gradualmente los encuentros van tornándose más complejos, más viscerales y comprometidos, pues el telón de fondo pasa a ser el ascenso del nazismo, finalizando con su caída y enjuiciamiento de los responsables.
Los diálogos son más que inteligentes y agudos, reflejando de modo impecable la inteligencia intelectual de ambos filósofos, así como también las variaciones psicológicas y emotivas que jalonaron la relación. Mostrándonos de esta manera una amplia trama tejida por posiciones ideológicas, intelectuales y amorosas.
El modo en que se manifiesta el prejuicio hacia los judíos, que luego deviene en la participación en el partido nazi de Heidegger es progresivo, pero constante, introduciéndose poco a poco en el desarrollo de la historia.
La posición de Arendt es la de un vaivén entre la entrega amorosa y el increpar las acciones ideológicas de Heidegger, quien se defiende, se escabulle, se justifica por diversos medios racionales, apareciendo a veces como soberbio autoritario canalla, otras, como un decadente ciego enamorado del reconocimiento público y del poder, pagando cualquier precio por ello.
No podríamos decir que la obra toma una posición que clasifica dicotómicamente los personajes, más bien abre la problemática al espectador. Principalmente a través de las voces actuales de cuatro académicos -para cuyo texto Diament se basó generalmente en citas reales- que muestran distintas posiciones y reflexiones que pueden tomarse sobre este vínculo afectivo particular y sobre el rol de cada uno en la obra, acerca del pensamiento referido al nazismo.
Ahora bien, ¿ambos planos eran paralelos? ¿La relación afectiva con Heidegger, determinaba la producción intelectual de Arendt, en su concepto de la banalidad del mal? ¿Por qué Heidegger mantuvo estrecho vínculo amoroso y aún de respeto intelectual con una mujer judía? ¿Hasta dónde arriba la responsabilidad? ¿Hasta dónde arriba el amor?
Preguntas que incluyen a ambos personajes y cuya respuesta es relanzada permanentemente al espectador.
Por momentos sentimos que en la narración resuena elípticamente la historia argentina en los tiempos de la dictadura militar. Nos hallamos frente a una pieza teatral que inquieta en los temas que aborda y que logra, que íntimamente los palpemos en su complejidad e implicancias.
Entre ellos también se encuentra la amoralidad del amor. Ese camino posible de obnubilación a través de la pasión. Tal y como concluye diciendo la Arendt de Diament:
“El amor, querido Martín, ahora lo sé, es amoral.”
Puesta en escena
Ya desde el comienzo, mientras esperamos que inicie la obra, sobre el fondo del escenario vemos proyecciones de la Alemania de aquel entonces. De este modo, nos vamos adentrando paulatinamente en aquel tiempo.
Muy bien pensada en cuanto a los rieles por los que corre el vínculo entre ambos personajes, la puesta en escena presenta dos ambientaciones bien definidas: un escritorio con su biblioteca y una gran cama. Dos símbolos centrales de la unión y desunión de ambos protagonistas.
Martín- “(...) cuénteme quién es Hannah Arendt.”
Hannah:- “Es una persona muy confundida”.
Martín:- “¿De veras? No da esa impresión. ¿Y qué la confunde?”
Hannah:- “Mi propia existencia. La intersección entre mi mente y mi corazón. (...)”
Actuaciones
Tanto Osmar Nuñez como Alejandra Darín dan cuenta de una gran plasticidad actoral, logrando ambos, encarnar distintas edades y épocas de la historia. Nos muestran un poder de mutación corporal y comportamental notable.
Por otra parte, manejan a la perfección los cambios anímicos de Arendt y Heidegger. Haciendo que las variaciones emocionales del texto que incluyen, desde la seducción, hasta la desesperanza, el enojo y el dolor se traduzcan en la postura corporal, en la variación de la voz, en el timing de los silencios y en lo más ínfimo del gesto. Esta dupla ha logrado un empalme entre ellos, con el texto y la historia.
A su vez, los actores que hacen las veces de académicos en las proyecciones, están muy bien caracterizados en su rol de intelectuales, haciendo traslucir, sutil pero firmemente, las diferencias de género entre lo femenino y lo masculino. No es casual, creemos, que se trate de dos mujeres y dos hombres, que ejercen esta función de portavoz, desde la actualidad filosófica.
Cabe destacar que estos cuatro actores, Marta Bianchi, Héctor Bidonde, Ingrid Pelicori y Horacio Roca, que interpretan un texto breve, logran hacerlo conciso y potente
Dirección
Hace ya tiempo conozco la labor artística de dirección de Manuel Iedvabni y su compromiso con temáticas nodales del judaísmo y del humanismo.
Su trayectoria es de larga data. Debutó en el año 1954 en el teatro IFT con “Una gota para el mar” de Osvaldo Dragún, ha sido luego fundador de tres ámbitos independientes de teatro: Teatro del Centro (1968), Teatro Contemporáneo (1980) y Galpón del Sur (1985). Ha puesto en escena más de 20 piezas de autores argentinos y más de 40 de autores universales, entre ellas: “El avaro” de Moliére, “El alacalde de Zalamea” de Calderón, “Tres hermanas” de Chéjov, “El diablo y el buen Dios” de Sartre, “La resistible ascensión de Arturo Ui” de Brecht, entre muchas otras. Dentro del abordaje de temática judía se destacan “La pared” de John Hersey, sobre el levantamiento del Gueto de Varsovia, (I.F.T.), “Dreyfus” de J.C. Grümberg (AMIA), “Gueto” de I. Sobol (Hebraica) y “Fantasía para piano”de Aliza Olmert ( AMIA-I.F.T) y “¿ En qué idioma me estás hablando?” de Savión Librecht ( AMIA y El Nudo) -versionadas además por él.
Ha obtenido varios premios; entre los más renombrados: el ACE, el Florencio Sanchez y el Trinidad Guevara por “Chéjov-Chéjova” de F. Nocher; el María Guerrero y el Florencio Sanchez por “Canciones maliciosas” de J. Marans; nuevamente el ACE por “Una bestia en la luna” de R. Kalinoski. Además del premio Trayectoria otorgado por la Asociación Argentina de Actores.
El conjunto armónico que logra aquí su dirección, con la asistencia de Mónica Quevedo, es una síntesis y perfecto acople entre el texto, las actuaciones y la puesta en escena de suma calidad. Ofreciendo además al espectador algo poco usual: que luego de asistir a la función teatral, parta reflexionando.
A este logro artístico se suma el trabajo de Daniela Szlak (producción TNC), Gustavo Gorrini (Fotografía), Leandro Bartoletti (realización multimedia), Roberto Traferri (Diseño de iluminación) y Alberto Bellati (Diseño de vestuario y escenografía).
Promediando la pieza afirma uno de los académicos:
“Cuánta banalidad Arendt reconocía en las razones de Heidegger por abrazar el nazismo, aún después de que ella misma hiciera de la banalidad una definida categoría moral, es un misterio”.
Y sobre ese misterio, y otros, pone palabras y cuerpo esta obra. La resolución de ellos, es dejada en manos de cada espectador.
La obra teatral se representa con gran asistencia de público, en el Teatro Nacional Cervantes.
Moshé Korin – Director de Cultura de AMIA
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