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TAMBORES DE GUERRA
Por Mario Linovesky
La democracia, ese sistema político que aunque perfectible es el más apto que tenemos para gobernarnos y vivir organizados, muchas veces nos deja perplejos a quienes solemos defenderlo a ultranza. Tan es así como que el mismísimo Adolf Hitler llegó al poder en Alemania a “babuchas”* del voto popular y Majmud Ajmadenijad se hizo de la presidencia iraní, usando una parodia imitativa del mismo procedimiento. Y el jueves 25 de enero de 2006 se repitió idéntica paradoja, en las elecciones parlamentarias palestinas. Pero con peligrosos agravantes. Porque Hitler, aunque individuo desaforado y destructor, utilizó hábilmente el engaño para ganarse la voluntad de muchísimos electores germanos antes de mostrarse tal como en realidad era, y en el caso del dictador persa shiita, fueron los ayatolás los que le allanaron el camino eliminando a la oposición de la compulsa electoral. Uno y otro criminales de cualquier modo, aún cuando el mundo tenía fundadas sospechas sobre la falsedad de sus plataformas, recién expusieron su extremismo desatinado luego de estar instalados en sus puestos de mando.
No ocurre lo mismo con los triunfadores en las elecciones palestinas. Se sabía de antemano y gran parte de sus votantes tampoco lo ignoraban, de las intenciones facinerosas de esta runfla de bandoleros. Cosa que ellos mismos proclamaron, y siguen haciéndolo en todo lugar y momento, y sin ambages de ninguna clase. Los de Hamás (Jamás en nuestra escritura y fonética) jamás trataron de disimular sus objetivos genocidas y tampoco hablaron de renunciar a los fines para los que se habían organizado. Su primer propósito por caso, de público conocimiento además, consiste en destruir al Estado de Israel y sin medias tintas. Hacerlo desaparecer completamente, una ambición que comparten con el dictador iraní y el resto de los países mahometanos, a fin de islamizar el Levante de punta a punta. Para luego de ésto, en tanto se trata de una alineación islamo fundamentalista, arremeter contra el resto de los infieles moradores del planeta, que son todos los humanos “no” musulmanes, incluidos aquellos que hoy los ayudan o miran con simpatía.
Asimismo, alarma la facilidad con que en las tierras de Alá gavillas de pistoleros, sin ideología sustentable pero con una gran acumulación de asesinatos indiscriminados en su haber, logran acceder a planos decisorios. Claro que para eso cuentan con ayuda. Porque su mórbida presencia es resultado de la ingerencia de terceros países, hermanados con ellos por una misma observancia religiosa y los claros y funestos objetivos que de ella emanan. El caso de Hamás o Jamás es paradigmático para refrendar lo antedicho. Su arribo al poder se ha basado en tres pilares, tan sólo tres, pero harto valederos para torcer la voluntad del llamado pueblo palestino, embretado por esos grupos criminales en una transcurrencia sin presente ni futuro. Dichos pilares son: la demagogia, el clientelismo y la ignorancia. Para ello necesitaron solamente de la financiación para hacer caridad, de esa misma caridad para atrapar a su clientela y de la ignorancia, producto directo de la miseria, para que las dos anteriores se puedan llevar a cabo. El escenario, desde luego, ya había sido preparado con antelación, y era la consecuencia directa de la corrupción instalada en la ANP desde el mismo momento en que asumió el gobierno en las ciudades y poblados palestinos de Judea, Samaria y Gaza. Época en que comenzaron a recibir ingentes cantidades de dinero por parte de la “caritativa” Unión Europea, una verdadera fortuna que no fue utilizada para mejorar la baja calidad de vida del pueblo, sino directamente robada por sus dirigentes más encumbrados. Una parte bien generosa para engrosar sus cuentas bancarias secretas y el resto para promover el terrorismo contra Israel, a los efectos de entretener al populacho y cumplir con sus jefes petroleros. Eso por un lado. De sus propios correligionarios, llámense iraníes, kuwaitíes, sirios o sauditas también les llegaron importantes remesas, éstas sí para hacerse de bombas, adquirir misiles o los elementos para fabricarlos, siempre con aquel idéntico fin: destruir Israel, para posteriormente poder ir por el resto del planeta.
Y aquí estamos los que estamos del otro lado, cosechando lo que hemos sembrado. Dicho de otra manera, lo que por dejadez, desidia, boludez, comodidad o judeofobia, hoy nos tiene jaqueados. Irán (el mismo Irán que ordenó asesinar a un escritor, el de la bomba en la Amia, el patrocinador principal del terrorismo islámico en general) en tren de tener la bomba atómica, el extremismo instalado ya sin afeites en Cisjordania y Gaza y multitudes de imbéciles endilgando a los gritos la responsabilidad de todo ésto, al mínimo Estado de Israel. Olvidando ese adormilado Occidente, que hace muy poquito tiempo fueron atacados en su propia casa, se llame ésta Buenos Aires, Balí, Nueva York, Washington, Madrid o Londres. Los progresistas (¿de qué?) culpabilizando a los judíos por esos ataques y los que mandan temblando de miedo, sin advertir que ya, hoy mismo, les resulta imperioso poner manos a la obra y destruir la amenaza que se cierne sobre ellos y sus países.
Entretanto en tierras del Islam están sonando tambores de guerra y son tan estrepitosos y evidentes, que solamente los muy cobardes pueden negar su existencia. Y por ello queda expuesto al medio de tamaña calamidad un extremadamente pequeño país llamado Israel, al que se le carga toda la responsabilidad de evitar la catástrofe que se viene.
A este propósito, periódicamente llega vía correo electrónico un resumen bastante amplio con las opiniones de los que saben, analistas, periodistas encumbrados y politólogos que están en la cosa, no como uno, que toca de oído. Ayer vino con el extracto de las opiniones de esos insignes sapientes, sobre el arrollador triunfo de Hamás en la “auto” destrozada Palestina. Como siempre y tratándose de esa zona en perpetuo conflicto, cada uno exponía su punto de vista particular, difiriendo en sus conceptos con todos los demás. Vale decir que, en el mejor de los casos, uno sólo de todos ellos acertará con sus pronósticos (y pensar que por ésto, encima les pagan) mientras que los demás deberán aguardar pacientes, hasta que les demanden una próxima profecía. Aunque hay algo en lo que la mayoría sí estaba de acuerdo y era el de colocar en la primera línea del conflicto a Israel, único culpable, se podría deducir de sus asertos, de una inquietante realidad que en verdad acecha a todo el orbe. Sin entrar a analizar las conclusiones del pro islamista y notorio antisemita Juan Cierco del ABC madrileño (quien defiende tan vehementemente a los terroristas que sería lícito sospechar que hasta su nutrimento diario, llámense fritangas, alubias con chorizo o fabadas, con más las inevitables flatulencias resultantes de su ingesta, están pagadas por las bandas palestinas, así como también las pavadas que escribe) achacándoles especialmente a los judíos la autoría del desastre meso oriental.
Pues bien, dejémoslos ladrar, que para eso cobran. Entretanto Israel, el comprometido más inmediato para ponerle el pecho a la hecatombe, deberá seguir actuando, ahora con más firmeza que nunca y menos lástima por las “víctimas colaterales” (como hoy llaman a los inocentes que mueren por encontrarse en el sitio inapropiado de alguna batalla inevitable). Se acabó esa payasada montada por el mundo árabe de responsabilizar al Estado Judío de lo que fuere. Quien quiera seguir prestando oídos a esa fatigante cantinela, pues que lo haga y se atenga a “consecuencias letales”, en un futuro más próximo de lo que aparenta ser. Porque el acceso al poder resolutivo de una banda terrorista en lo que debió haber sido un Estado Palestino, por el que ahora deberán esperar quienes la votaron vaya a saber cuanto tiempo, esfuma los compromisos que Israel tenía con los farsantes de Occidente. De ahora en más, se acabó esa escenificación palestina, donde los terroristas hacían los atentados y la ANP respondía con un tenue tirón de orejas a sus propiciadores. Es decir: se terminó por fin la hipocresía. Porque desde hoy cualquier ataque que se produzca contra ciudadanos israelíes será con la aquiescencia y responsabilidad de quienes gobiernan la “por el momento” malograda Palestina y serán ellos los que deberán cargar con las consecuencias de sus actos. En definitiva, es obra de los propios palestinos que estén sonando los tambores de guerra y ésto, le disguste a quien le disguste, no es ningún juego, razón por la cual tronará el escarmiento de la parte atacada. Terminándose así esa travesura palestina de hacerse las víctimas con los beneficios que eso les traía, dado que al fin y al cabo tuvieron su oportunidad y “ellos” solitos eligieron tal destino.


* Babuchas: (en Argentina) a babuchas: a hombros

Febrero de 2006 / Shevat 5766
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