Con motivo de la profanación de las tumbas he-breas en Roma, hace poco menos de dos años, causó cierta polémica una frase del honorable CASINI, se-gún el cual en Italia el antisemitismo está menos en-raizado que en otros países. Creo que es conveniente hacer una distinción al respecto entre antisemitismo intelectual y antisemitismo popular. El antisemitismo popular es tan antiguo co-mo la Diáspora. Nace de una reacción instintiva de la plebe hacia personas diferentes, que hablaban una lengua desconocida que evocaba ritos mágicos. Personas acostumbradas a la cultura del Libro, de tal forma que los hebreos se dedicaban a leer y escribir, cultivaban la medicina, el comercio y los préstamos y, de ahí, el resentimiento hacia esos "intelectuales". Estas eran, por ejemplo, las raíces del antisemitismo campesino en Rusia. Ciertamente, también pesaba en ello la condena cristiana del pueblo deicida, pero incluso a lo largo de la Edad Media entre los intelectuales cristianos y hebreos reinaba una relación (privada) de mutuo interés y respeto. Por no hablar del Renacimiento. Las masas desesperadas que seguían las cruzadas y pasaban a sangre y fuego los guetos no se apoyaban en fundamentos doctrinales, sino que seguían los impulsos primarios del saqueo. El antisemitismo intelectual, tal y como lo conocemos hoy, nace en el mundo moderno. En 1797, el abate BARRUEL escribe Memorias para servir a la historia del jacobinismo, con la intención de demostrar que la Revolución Francesa fue un complot templario y masónico. Más tarde, un cierto capitán Si-monini (italiano, por cierto) le hace notar que, tras las bambalinas, actuaban sobre todo los pérfidos judíos. Sólo tras este episodio da comienzo la polémica sobre la internacional hebrea y los jesuitas la utilizan como argumento contra las sectas carbonarias. Esta polémica florece en toda Europa, pero encuentra el terreno más abonado en Francia, donde tratan de estigmatizar a las finanzas hebreas como un enemigo que debe ser derrotado. La polémica está alimentada por el legitimismo católico, pero es en los ambientes laicos (y con la ayuda de los servicios secretos) don-de van tomando lentamente cuerpo, partiendo de un original falso, los flamígeros Protocolos de los sa-bios de Sión, difundidos después en el ámbito zarista ruso y, por último, asumidos por HÍTLER. Los Protocolos fueron elaborados reciclando ma-terial panfletario y revelan por sí mismos su escasa credibilidad, porque es po-co creíble que los "malvados" expresen de una for-ma tan desvergonzada sus inicuos proyectos. Por otra parte, los sabios declaran que los judíos quieren estimular el deporte y la comunicación visual para em-brutecer a la clase trabajadora (algo que parece pertenecer más al universo berlusconiano que al he-breo). Y sin embargo, por tosco que fuese, se trataba de antisemitismo intelectual. Se puede, pues, coincidir con el honorable CA-SINI y decir que el antisemitismo popular italiano ha sido menos fuerte que en otros países europeos (por varias razones socio-históricas e, incluso, demográficas) y que, al final, la gente sencilla se opuso a las persecuciones raciales, ayudando a los judíos. Pero, de todas formas, en Italia floreció el antisemitismo doctrinal jesuítico (piénsese sólo en las novelas del padre BRESCIANI) junto al burgués, que al final produjo aquellos estudiosos y escritores conocidísimos que elaboraron la infame revista La defensa de la raza, así como la edición de los Protocolos, realizada en 1937 por Julius EVOLA. Escribe EVOLA que los Protocolos tienen "el valor de un estimulante espiritual" y "sobre todo, en estos momentos decisivos de la historia occidental, no pueden ser infravalorados o rechazados sin perjudicar gravemente el frente de los que luchan en el nombre del espíritu, de la tradición y de la auténtica civilización". A su juicio, la 'internacional judía' es la causa de los principales focos de perversión de la civilización occidental: "liberalismo, individualismo, igualitarismo, pensamiento libre, iluminismo antirreligioso, con sus diferentes apéndices que conducen a la revolución de las masas y al mismo comunismo". El deber del judío es "destruir cualquier supervivencia o resto de auténtico orden y de diferenciada civilización... Es judío FREUD, cuya teoría pretende reducir la vida interior a instintos y fuerzas inconscientes. Lo es EISNTEIN, con el cual se introdujo la moda del 'relativismo'... SCHOENBERG y MAHLER, principales exponentes de una música decadente. Judío es TZARA, creador del dadaísmo, límite extremo de la degradación del llamado arte de vanguardia...Y la raza actúa por instinto... Esta es, pues, la hora en que surgen por todas partes las fuerzas que luchan contra todo esto, porque es ya evidente el rostro del destino en el que Europa estaba a punto de caer... Que la hora de la lucha nos encuentre reunidos en un bloque compacto, inquebrantable e irresistible". Italia hizo una excelente contribución al antisemitismo intelectual. Además, hoy en día, una serie de fenómenos hacen pensar en un nuevo antisemitismo popular, como si los antiguos fuegos antisemitas encontrasen terreno abonado en otras formas de racismo de grosero cariz. La prueba es que las fuentes doctrinales son siempre las mismas. Basta visitar algunos sitios racistas de Internet o seguir la propaganda antisionista en los países árabes, para ver que no hay nada mejor que seguir reciclando las bufonadas de los Protocolos.• Por Umberto Eco. Escritor y semiólogo italiano de fama mundial, autor de El nombre de la rosa. Su última novela es Baudolino.
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