En estos dos últimos años el Estado de Israel ha quedado marcado por la interminable sucesión de atentados terroristas. Este escenario sin precedentes ha ido definiendo un nuevo contexto para los residentes del país, cuyas pautas de comportamiento se han visto significativamente afectadas. De un modo u otro, nadie parece haber salido indemne del golpe instaurado, cuyo elemento central se basa en la instalación del miedo.
Las nuevas realidades
La representación social que tenemos del mundo en que vivimos ha cambiado en un breve período de tiempo, lo que no ha dado tiempo para asimilar y reacomodar nuestros esquemas mentales para comprender los nuevos desafíos que la realidad actual nos propone. Esta realidad la estamos percibiendo a través de signos y fenómenos para los cuales estamos preparados para aprehender desde una interpretación coherente y útil. Los procesos de cambio social generan incertidumbre e inestabilidad, por lo que se requiere de tiempo y ciertas condiciones para provocar un ajuste y reacomodamiento a la nueva situación. Sin embargo, nos encontramos ante una realidad que ha cambiado de forma brutal e inesperada en un tiempo mínimo. Esto supone un riesgo de adaptación que puede limitarnos a la hora de establecer, con suficiente claridad, nuevos códigos y paradigmas para orientarnos en un entorno cambiante y desconocido, signado por la presencia del terrorismo como elemento protagónico de nuestra vida cotidiana. Una definición gramatical del terrorismo (pueden distinguirse varios tipos de enfoques para el análisis del fenómeno: político, social, militar, etc.) lo define como "una forma violenta de lucha política, mediante la cual se persigue la destrucción del orden establecido o la creación de un clima de temor e inseguridad, susceptible de intimidar a la población en general". El simple análisis de esta definición explica entonces el importante logro obtenido por dichas acciones atendiendo a sus propósitos primarios, y cuyas víctimas corresponden a mujeres y hombres ordinarios. No hay razones especiales para convertirlos en blanco. El ataque se lanza indiscriminadamente contra todo el conjunto. Los terroristas son asesinos desbocados, sólo que su desbocamiento es deliberado y programado. Michael Walzer, Profesor de Ciencias Sociales del Institute for Advanced Studies, destaca el hecho de que los actos terroristas apuntan a una vulnerabilidad generalizada: "matar a éstos para aterrorizar a aquellos. Una cantidad relativamente pequeña de víctimas muertas resulta en una cantidad de rehenes vivos y aterrorizados". En esto consiste el mal ramificado del terrorismo: no sólo implica la matanza de gente inocente, sino también la irrupción del miedo en la vida cotidiana, la violación de los propósitos privados la inseguridad en los espacios públicos, la interminable coercitividad de la precaución. El terrorismo es el trabajo de manos visibles: un proyecto organizacional, una elección estratégica, una conspiración para asesinar e intimidar. El interrogante que surge inmediatamente entonces es ¿Cómo podemos protegernos del terrorismo? ¿Cómo hacemos frente a la sensación de inseguridad? ¿Basta incrementar los controles de seguridad y el número de agentes de policiales o tendremos que vivir en el futuro con el miedo de que el terror nos pueda asaltar en cualquier momento? Pero de lo que no cabe ninguna duda es que la emergencia del terror nos propone una nueva realidad. Los especialistas advierten de que el miedo a los atentados terroristas llega con mayor frecuencia a los consultorios médicos. Se ha incrementado sustancialmente las consultas de pacientes que acusan una forma latente de perturbación general causada por el miedo, y que no necesitarían un tratamiento terapéutico en circunstancias normales. Se dice incluso que la situación ha empeorado a tal extremo que los pacientes ya no pueden prescindir de la asistencia médica. El impacto motivado por los actos terroristas ha echado por tierra el equilibrio de estas personas. Los temores por el futuro y la propia vida se han incrementado de tal forma que el "miedo latente" se ha convertido hoy en una enfermedad que requiere tratamiento.
Un récord insostenible
El estado de Israel se ha ido constituyendo en uno de los escenarios preferenciales en calidad de objeto de atentados terroristas. De hecho, este país ha tenido que afrontar el terrorismo desde sus primeros días como Estado. Durante los últimos años, y particularmente desde el estallido de la presente Intifada -que recientemente ha cumplido dos años entre nosotros- la recurrencia de dichos actos de barbarie se ha transformado en el orden del día en la agenda de los residentes del país. Los servicios de seguridad del Shin Bet advierten que desde el inicio de la intifada Al Aksa, los palestinos han desplegado a 145 terroristas suicidas para perpetrar atentados, ya sea dentro del perímetro comprendido por la Línea Verde o en los territorios. Del mismo informe se desprende además que dicha cifra se incrementa a más de 200 si se toma como punto de parida el año 1993, período en el que se firmaron los Acuerdos de Oslo. Hay que tener en cuenta además que las estadísticas mencionadas no incluyen los ataques por disparos efectuados contra una ciudad o un asentamiento. Tampoco debe subestimarse el alto número de atentados que logran ser neutralizados por las fuerzas de seguridad antes de llegara a destino.. (continuará)
Hugo Zuckerberg Director Gral. del ISSI (Instituto Superior de Seguridad Israelí). Especialista en: Protección y Planificación VIP para Eventos; Evacuación, Escape y Rescate de víctimas. Antiterrorismo y Antisecuestro. Ref: Sebastián Halperín.
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