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La Escuela y sus Pequeños Autores

Por Moshé Korin
Sobre el final del año 2002, la escuela Schólem Aléijem, con el auspicio de la Secretaría de Educación del Gobierno de la ciudad de Buenos Aires y la Fundación El Libro, se hace presente con una obra singular. Un libro singular por su diseño y porque tiene muchos autores; algunos de los cuales apenas sobrepasan los seis añitos. Pero es también singular porque invita a pensar sobre el lugar y la función actual del libro. Este texto nos invita a pensar en una serie de experiencias maravillosas como la lectura, la creación y el juego que suelen estar asociadas al libro, sobre todo cuando el libro es una experiencia que involucra a la infancia. Ciertamente, no todos los libros tienen la fortuna de poder vincularse tan intensamente como éste con la literatura, el juego y la creación.
Esta obrita ha reunido a docentes y alumnos de la escuela primaria Schólem Aléijem en la tarea colectiva de sostener con distintas funciones la compleja autoría de un libro encantador. Al recorrer sus páginas no sólo encontramos poemas, adivinanzas, piropos, relatos, instrucciones, autorretratos, sino también hermosas ilustraciones hechas por los pequeños, o reproducciones facsimilares de unos primeros escritos, garabateados por unas manitos que se han lanzado por primera vez a la aventura de escribir. Finalmente, encontramos también las propuestas que dieron origen a las simpáticas creaciones de los pequeños. Esas propuestas, escritas por los distintos maestros, no sólo muestran los inteligentes procedimientos con los cuales fueron capaces de armar la cocina de la escritura infantil, sino que tienen un gran valor sugestivo para quienes se interesan en la tarea de trabajar la lectoescritura con los niños.

Los analfabetos de la cultura de la imagen

Decíamos que "La escuela y sus pequeños lectores" invitan a reflexionar sobre el libro; invita a pensar qué es y qué hace un libro en la era de la información, de las tecnologías; en tiempos de la cultura de la imagen. Para ello, sugestivamente, el libro cita un pasaje de Umberto Eco, que dice así: "Hoy los libros son nuestros viejos. No nos damos cuenta, pero nuestra riqueza respecto del analfabeto (o del alfabeto que no lee) consiste en que él está viviendo y vivirá sólo su vida y nosotros hemos vivido muchísimas". Las palabras de Umberto Eco echan luz sobre una característica novedosa de nuestra cultura contemporánea: la existencia de alfabetos que no leen.
Si en la era de la lectura y del libro era posible la distinción neta entre alfabetos y analfabetos, en la era de la imagen y de las tecnologías surge un nuevo individuo: el alfabetizado que no lee, que vuelve más borrosa esa diferencia. Con lo cual se plantea un problema bien serio para la escuela: la alfabetización no será una tarea escolar que termine con la adquisición de la lectoescritura por parte del niño, sino una tarea mucho más permanente. Cuando la cultura esencialmente letrada, ocasionalmente oral, gestaba y ordenaba sus funciones decisivas por medio de las prácticas escritas, la tarea escolar de la alfabetización era una tarea que se iniciaba en la escuela y encontraba en la familia y en el contexto social innumerables sucedáneos y alientos. Pero nuestra cultura actual ha perdido ese carácter predominante de la escritura; nuestra cultura hoy es una cultura de la imagen, una cultura predominantemente audiovisual y ya no letrada.
En esas condiciones, la alfabetización necesariamente deberá adquirir otras formas, tendrá otras urgencias, otras necesidades, otras modulaciones. Porque la escuela no sólo tendrá que alfabetizar, es decir, encargarse de la primera adquisición de la lectoescritura, sino que tendrá también que diseñar estrategias para que los niños no abandonen su carácter de alfabetizados activos en una cultura que tiende más a disuadir que a estimular la lectoescritura. En ese sentido, "La escuela y sus pequeños autores" es un proyecto que se inscribe en lo que parece ser una comprensión profunda del problema actual de la alfabetización de los niños.

Te deseo, te quiero,
Letras, no puedo ni escribirte
La puntuación me falla
¡No quiero que te vayas!...
¿Qué es la grafía?
Veo infinitas letras
No presto atención
Te sueño
Distraída estoy.
(Letras, Carolina Ambach, 5º)

Literatura, juego, imaginación: las bases de una alfabetización permanente

"La escuela y sus pequeños autores" no sólo exhibe lo que escriben los niños sino que exhibe también el proceso creativo y los mecanismos mediante los cuales los pequeños escritores fueron entusiasmados por sus maestros para elaborar sus escritos. El libro nos cuenta, por ejemplo, que los chicos escucharon las "Canciones para Mirar" de María Elena Walsh y que después continuaron la creación de canciones imaginando sus propios desenlaces:

¿Qué le gusta a la reina
a la reina bombilla?
Poner los dedos en la zapatilla
y comer helado de frutilla.
(Jonathan Misrahi, 1º)

Esa especie de "cocina de la escritura" exhibe también la elaboración de textos con formas genéricas muy simpáticas, de formas coloquiales emparentadas con los usos más populares del lenguaje, como las adivinanzas, los piropos, las instrucciones:

Instrucciones para recordar

Cerrar los ojos como un náufrago en plena oscuridad.
Atravesar la pared de las horas y esperar cien minutos en tu cabeza como se espera el subte cuando se está apurado... (Ezequiel Peses, 3º)

Instrucciones para hacer silencio

Cerrar la boca como una empanada que debe conservar su relleno. Si se siente que la voz se va hacia los ojos, cerrar los párpados y no marearse. Si se siente que va hacia la nariz, meter agua en la nariz y después de quince minutos sacarla... (Melody Guelman, 3º)
Los procedimientos pa-ra hacer escribir a los chicos son múltiples: continuar fórmulas como "Si yo fue-ra..."; jugar con las instrucciones, meterse en la piel de las cosas, exagerar y au-mentar, hacer incrustaciones sobre textos previamente dados, alargar poemas, inventar propuestas amorosas usando muchas preposiciones. En fin... la lista es larga y está llena de sorpresas y curiosidades. La serie de consignas ensayadas por las maestras nos muestran una literatura y una práctica de la lectura fundamentalmente destinadas a ser un recurso del juego. Y muestra a unos maestros muy activos pensando cómo crear condiciones para que el placer de la lectura y la escritura sea finalmente un bien que se instala y circula entre los pequeños. En esa tarea los maestros no desestiman la imaginación, la plasticidad, ni menos aún el juego.
"La escuela y sus pequeños autores" nos muestra una literatura viva y en uso. Una literatura de la que han podido apropiarse los pequeños no sólo para leerla, también para crearla, para disfrutarla, para recorrerla. En ese sentido, este libro presenta una ventaja que quizás no tenían otros libros de la cultura letrada. Porque en la cultura letrada la literatura ha sido a menudo solemne, a menudo un emblema de élite, o un bien artístico consagrado a unos pocos. La literatura creada por los pequeños autores es, por el contrario, una literatura si se quiere irreverente, que busca divertirse y armar con otros un espacio de encuentro lúdico. En los tiempos que corren, y gracias a proyectos como éste, la literatura no se valora como emblema, no se critica desde un canon preestablecido, sino que se pone al servicio de una tarea esencial, que hoy, a menudo, se evapora y se pierde: el noble ejercicio de leer y escribir.
Gracias Beatriz Dimant, Silvia Gruman, Roxana Levinsky, Débora Kapus-tiansky y todos los docentes, autores y directivos. Vuestra idoneidad e iniciativa nos han permitido, en estos difíciles momentos, disfrutar de un oasis de placer. ¡Muchas gracias!.
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Febrero de 2003
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