LA VOZ y la opinión


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Cristianno Zolli
Mis conocidos opinan que yo encuentro judíos o historias relacionadas con ellos porque los busco. No consideran las veces en que los protagonistas acuden en mi búsqueda, precisamente por mi condición de tal.
Muchas veces ocurren sumatorias de hechos casuales, tal fue el caso de Cristianno Zolli.
Estando yo cumpliendo tareas en la zona de Trenque Lauquen, me presentan en una semillería a un señor de origen itálico que visitaba campos del lugar, representando a una empresa de su país de origen.
Era un colega y pronto se estableció una corriente de simpatía entre ambos.
El problema es que no hablo italiano, pero su español era aceptable, por eso cuando pidió acompañarme en mis visitas a los distintos establecimientos, acepté con gusto.
Su nombre y crucifijo indicaban que al menos, no era paisano mío ni remotamente. Yo no llevo signos identificatorios visibles y el que llevo oculto difícilmente lo viera, pero mi nombre no da lugar a equívocos.
Cristianno era nacido y criado en Roma, con orgullo me dijo que su familia residía a orillas del Tíber desde 2000 años atrás, no quise apabullarlo hablándole de mi padre Abraham que viviera hace 3500 años y lo dejé pasar.
Tampoco le manifesté que a mi criterio los romanos aportaron muy poco a la civilización a lo largo de su historia de guerras y matanzas.
Soy un convencido total, que en el mundo occidental, lo que no es griego es hebreo y ahí terminan los aportes históricos esenciales.
Después de recorrer varios campos durante el día, decidí hacer noche en Pehuajó, tomamos habitaciones en un hotel y convenimos en encontrarnos luego a cenar.
Todo fue normal hasta el café, cuando Cristianno me sorprendió diciendo: Así que Isaías, usted era acaso hebraico?.
Respondí un poco a la defensiva, diciéndole que no lo había sido en el pasado , sino que lo era aún y con plena convicción.
Debe haberme notado alterado, pues pronto se apuró a calmarme diciendo: “yo soy el nieto del gran rabino de Roma”.
Quise contestarle que yo entonces era el sobrino de la Virgen María, pero me contuve,(menos mal) escuché su testimonio.
En época de Mussolini se dictaron nuevas medidas discriminatorias contra los judíos italianos, que efectivamente, moraban en la península desde tiempos inmemoriales.
El gran rabino de Roma, Israel Zolli, pasó a ser protegido directo del Vaticano, junto con el, alrededor de 4000 fieles fueron asilados, ocultados o disimulados como católicos a lo largo de ese período.
El resto de la vasta población itálica de origen hebreo, sufrió los traslados hacia los campos de la muerte cuando Alemania invade Italia para evitar en dicho país el desembarco aliado. En abril de 1944, capellanes y rabinos norteamericanos celebraron para la población y los soldados judíos, una ceremonia de Pascua hebrea (Pesaj) en Anzio.
En junio del mismo año, celebraron junto al reaparecido rabino Israel Zolli el shabat frente a una comunidad reunida de alrededor de 5000 fieles.en la sinagoga de Roma.
Seis meses más tarde, el rabino romano decidió convertirse públicamente al catolicismo, para vergüenza de la comunidad y alegría infinita de Pío doce, pontífice de la época.
Cristianno me contó que gran parte de su familia siguió el ejemplo de su abuelo y él era católico practicante, pero tenía primos en Italia que continuaban la tradición hebraica.
Yo sentía un sabor agrio en la boca, algo no me cerraba pero ignoraba que era, probablemente me molestaba que otro supiera más que yo sobre algún tema en el que creo ser idóneo, (pecado de soberbia).
Cristianno me hablaba como diciendo: ”mi abuelo vio la luz y encontró la salvación de su alma”, tal vez pensara que podía ayudarme a mi, a encontrar el mismo camino y lo hacía de buena fe.
Acto seguido me contó de un niño judío llamado Pío Edgardo Mortara que también “vio la luz”, llegando a ser una autoridad en el Vaticano y uno de los posibles pontífices, pero se había negado a serlo y había fallecido en Bélgica poco antes de la invasión nazi.
Pasamos luego a otros casos que yo conocía y el no, de niños judíos convertidos a la fuerza, que llegaron a ser distinguidos miembros de la Curia, inclusive, según versiones a ser pontífices.
Nuestra conversación había dejado de ser agronómica, pasó a ser directamente teológica, en un plano de respeto mutuo, pero de innegable confrontación.

Tarde ya, nos fuimos a dormir, cada uno pensando en lo necio y cabeza dura que era el otro.
A la mañana siguiente, Cristianno salió de recorrida con otro colega, yo aproveché y me interné en la Unión Telefónica (no había Internet), donde mantuve una larga conversación de larga distancia.
Llamé a mi querido amigo Alberto Liamgod (de bendita memoria) él sabía más que yo sobre los judíos italianos y estaba en contacto con Gino Germani, un sociólogo italiano de vasta trayectoria en el país, que también era un libro abierto sobre la historia de los judíos itálicos.
Por la tarde, me comuniqué nuevamente y lápiz en mano, fui anotando sus respuestas, al finalizar, el sabor agrio había desaparecido de mi boca.
Cuando Cristianno regresó, concerté con el un encuentro para cenar, tal vez pensó al ver mi rostro exultante que también yo “había visto la luz” y sería un nuevo servidor de su causa.
No pude aguantar hasta el final de la cena, le comenté que había recabado datos sobre lo que él me relatara y que quería confrontarlos con los suyos por si él o yo estabamos equivocados en nuestras apreciaciones.
Se sorprendió por mi actitud y celo respecto a conversaciones que pudieron ser más o menos intrascendentes.
Le confirmé que la historia de su abuelo, el rabino romano era tal como me la contara, salvo que el anciano líder había sido considerado absolutamente senil, antes de tomar su decisión, por una junta médica acreditada. Que la comunidad por esa senilidad quiso alejarlo del mando de la misma y que ese motivo lo llevó a hacer lo que hizo, llenándonos de vergüenza, los testimonios médicos dando cuenta de su estado, fueron minimizados.
En cuanto al caso del cardenal Pío Edgardo Mortara, fue un niño secuestrado del hogar paterno a la edad de ocho años y pese al dolor y al desgarro manifestado por este y por sus padres.
La excusa fue que una criada cristiana, de catorce años, campesina e ignorante, al ver al niño de pocos meses padecer una gripe muy fuerte, creyó que echándole agua en la cabeza e invocando un bautizo, esto lo salvaría ,o en caso de fallecer, entraría en estado de gracia al cielo.
Hay que aclarar que el bautismo es para los cristianos un acto sacramental por el que el bautizado pasa a ser parte del cuerpo místico de Jesús y por tanto, miembro de la Iglesia.
Su comentario, hecho ocho años después a otra campesina quien lo contó en su confesionario, puso en movimiento los engranajes más siniestros de la Iglesia católica.
Al ser el bautismo un acto sacramental básico, creyeron oportuno evitar que un niño que recibiera tal sacramento no recibiera educación cristiana en un colegio catecúmeno.
El Papa pío noveno de triste recuerdo, estimuló al periódico L¨Osservatore Romano, a que creara historias sobre la alegría del niño Edgardo Mortara al integrarse a la nueva fe, cuando la realidad fue que por propia confesión pública del Cardenal Mortara, manifestara que no fue así, sino todo lo contrario.
Mómolo Mortara de Bolonia, padre de Edgardo y judío observante, sufrió prisión, escarnio y humillaciones ,al llevar a cabo reclamos para que le reintegren a su hijo.
En realidad, era absolutamente común que los Papas o sus delegados entraran al guettho judío a secuestrar niños, invocando que habían sido bautizados, para internarlos en colegios de religión y alejarlos de sus padres. Los casos conocidos y documentados de las localidades de Reggio, Módena, Civita Vecchia, Roma, Ferrara, Gacta, etc y muchas otras, hablan bien a las claras de esa actitud, contraria a toda naturaleza humana, al desprender a niños de corta edad por la fuerza de sus familias naturales.
Ofrecí a Cristianno toda referencia escrita sobre los hechos que le relatara y mi vehemencia me llevó a agregar que durante y después de la segunda guerra, los niños judíos llevados a instituciones cristianas automáticamente eran bautizados.
Después de la contienda, cuando padres o parientes superstites, reclamaban por ellos, había una proclama directa de Pío doce, para que no se los entregara a quien no garantizara una buena educación cristiana posterior.
Lamentablemente, esta disposición se cumplió en todos los estados católicos, perdiendo esos niños, la oportunidad de reintegrarse a sus hogares o familias.
Creo que la única excepción fue el cardenal Roncalli (luego Juan 23), quien no acató la medida, pese a contradecir con ello la orden del sumo pontífice.
Le agregué a Cristianno que el cardenal Mortara falleció el 11 de Marzo de 1940 en una abadía belga.
Un mes más tarde, los soldados alemanes la invadieron y eliminaron a todo aquel que tuviera el estigma de la sangre judía.
Con lo cual le manifesté que Edgardo Mortara, al igual que Edith Stein hubieran sido eliminados por ser judíos, por más bautismos y conversiones que hubiera habido de por medio.
Al despedirme de Cristianno, sentí que despedía a un contrincante,(no lo era en realidad), pero me sentí bien conmigo mismo por defender aquello en lo que creí toda mi vida.
Probablemente, él haya sentido algo similar, pero no le pregunté, respetuoso de su silencio.
Antes de embarcar a Italia, me llamó, amable y educado me invitó a su hogar en Roma y me aseguró que me emocionaría al conocer la antigua Iglesia de la cual era asiduo concurrente, a la que me llevaría de visita.
Le respondí que nunca había entrado a una Iglesia y no pensaba hacerlo de ser posible de por vida.
Algo ofuscado u ofendido me preguntó el porque de tal rechazo.
Le traté de explicar que era el mismo rechazo que sentiría de resucitar, otro judío de hace dos mil años, que ante la profusión de imágenes, figuras y estatuas saldría aterrado clamando que eso era una blasfemia y contravenía el primer mandamiento judaico:”No harás imagen de mi ni la adorarás”, ese otro judío, bien podría llamarse Jesús.
Por educación no me cortó la línea, se limitó a un “Arrivederci”, me di cuenta que tal vez estuve poco delicado y como siempre hablando de más.
Es mi naturaleza, debiera ser más diplomático, pero creo que es muy tarde ya para cambiar.

Enero de 2006 / Tevet 5766
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