Hay grandes verdades que no aparecen en ningún diario pues hay tantos intereses creados para ignorarlos. No es nada nuevo en nuestra historia pero duele igual. El semanario telavivense "Hair" publicó un artículo del escritor palestino-israelí Anton Shamas, quien despliega una acostumbrada fluidez idiomática. "Señoras y Señores" -escribió Shamas- "la hora ha llegado, en este día festivo, de admitir con todo candor, sin avergonzarse ni bajar la mirada, que todo este asunto ha salido mal. La aventura sionista ha terminado en un fracaso". Esta muy bien que Shamas haya salido a decir eso. Porque un artículo como ese, de la pluma de un intelectual árabe reconocido, ofrece una oportunidad de plantear algunas verdades que uno dudaría de decir sin tener un buen pretexto. Shamas, amigo mío: El sionismo constituye el máximo éxito del siglo XX. Cincuenta años después de la derrota de Hitler y del mufti de Jerusalem, el sionismo florece en el corazón del Cercano Oriente, en un estado con 5 millones de judíos -judíos cuya supervivencia estuvo en duda por momentos. La lengua hebrea (una de las maravillas del sionismo) ha unido a sabras y refugiados, sefaradim y judíos orientales. En medio siglo, los sionistas, partiendo casi de la nada, hemos forjado un estado que lanza sus propios satélites y suministra a la armada de los Estados Unidos aviones sin piloto. Exportamos programas de computación sofisticados y enseñamos a algunos latinoamericanos a cultivar melones. Cada mes, este estado exporta productos por valor de un billón de dólares o más, a Europa occidental, a los Estados Unidos e incluso a Japón; tiene una democracia ejemplar, en la cual los ministros temen al ombudsman y los jueces temen solo a Dios. Este estado ha creado un ejército considerado uno de los mejores del mundo, hay muy poca delincuencia violenta, y en cambio hay muchos excelentes conciertos. Las personas de todas las religiones encuentran libertad de culto y los no creyentes también son bienvenidos. Un diez por ciento de los ciudadanos de este país son nuevos inmigrantes y el 89% piensa que, a pesar de todas las dificultades, es un buen lugar para vivir. Es un país en el cual un Anton Shamas tiene la libertad de publicar, en un día festivo, un ataque virulento contra todo aquello que los judíos que vivimos en este país consideramos importante y respetable. Shamas podría tal vez ser capaz de disculparnos por esto. Pero lo que no puede tolerar es el hecho que, a la luz de los logros del sionismo, el fracaso de los árabes aparece tan humillante y deprimente. ¿Cuántos palestinos hay, amigo mío? ¿Un millón? ¿Dos? ¿Tres? ¿Y cuantos estados árabes hay alrededor? ¿Veinte? Veinte países de reyes y dictadores, de terror y derramamiento de sangre. No existe un solo país árabe democrático, uno con libertad de expresión y derechos civiles. Usted habla acerca del fracaso del Estado de Israel. ¿Comparado con que? ¿Argelia? ¿Egipto? ¿Iraq? ¿Cuántos árabes viven entre el Océano Atlántico y el Golfo Pérsico? ¿Cien millones? ¿Doscientos millones? ¿Y cuántos musulmanes hay? ¿Un billón ? Todos ellos le rezan al mismo Alá, en nombre del mismo profeta, Mahoma. Y todos ellos no pueden resolver el problema de las cloacas de Gaza. Durante 47 años se han estado preparando para la independencia palestina y a pesar de ello, aún no recogen la basura en Jericó. Con todo el petróleo de que disponen, no logran reunir la colaboración necesaria para construir un hospital en Deir-el-Balah. Y todas las canillas de oro en Arabia Saudita y los jacuzzi en Kuwait no son suficientes para proveer agua potable para Jebelya. En resumen, amigo mío, usted sabe muy bien que si casi un millón de judíos viviera en Gaza, rodeado de 20 estados judíos, Gaza judía sería un paraíso en la tierra. Los trabajadores palestinos estarían haciendo cola en el paso de Erez, mirando hacia Gaza, en busca de trabajo. Si hubiera un billón de judíos creyentes en el mundo, los judíos de Gaza no necesitarían la ayuda de las Naciones Unidas. Los judíos del mundo habrían colaborado con los judíos de Gaza y ya haría tiempo que Gaza se habría convertido en la perla del Mediterráneo. Por Dori Lustron www.proisrael.org
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