Encuentro con un poeta A decir verdad, a fines de 1990, cuando empecé a prepararme para el viaje con una delegación argentina a Rusia, Polonia e Israel, muy poco conocía yo del escritor y poeta Julian Tu-wim. En Polonia (y especialmente en Lódz, su ciudad natal, que visité), su nombre y su obra aparecían muy remarcados en mu-seos, en lugares públicos y en el mundo intelectual. En Israel, ya de regreso de Europa, quise saber más de su vida y de su obra, y en Tel Aviv adquirí un libro suyo traducido al hebreo. Después, en Buenos Aires, seguí interesándome en ese talentoso poeta polaco ju-dío. Algunos de quienes me acompañaban en el tour a Polonia y Rusia, recordaban haber aprendido sus versos en la escuela primaria y en la secundaria. Mucho me sorprendió que recitaran una buena cantidad de los mismos de me-moria. Polaco y judío Julian Tuwim se cuenta entre los más descollantes poetas polacos de la primera mitad del siglo XX. Antes de la Segunda Guerra Mundial prestó po-ca atención a su origen judío y a los temas judíos en sus obras; y recibió frecuentes críticas de los escritores judíos y judeopolacos por su indiferencia respecto a sus problemas específicos y por su casi total asimilación a la cultura circundante. Julian Tuwim, nacido en 1894, provenía de un hogar en el que su padre era un ferviente sionista, y varios de sus familiares ha-bían optado por emigrar a Eretz Israel. En cambio su madre era una mujer alejada del judaísmo, y en ese espíritu educó a Julian. Fue así como lo envió a Var-sovia a estudiar Derecho y Filosofía. Allí el muchacho debutó como poeta, publicando sus primeros versos en un periódico estudiantil. Allí también conoció a otros literatos, algunos de ellos judíos asimilados, y fundó el grupo “Skaman-der”, cuyos integrantes de-sempeñaron un importante papel en la cultura polaca entre las dos guerras mun-diales. De todos ellos, Ju-lian Tuwim fue considerado el más brillante. Su primera selección de poemas, “Ansia de Dios”, apareció en 1918. Le siguieron “Sócrates danzante” (1919) y varios volúmenes más, que permitieron la difusión de su lenguaje coloquial, referido a temas sencillos y concretos, a menudo desprovisto de rima, rico en metáforas y en asonancias originales que impresionaban profundamente a los críticos literarios polacos. Algunos de ellos, de ideología naciona-lista, lo acusaron de “alentar sentimientos semíticos”, de escribir en la lengua de Polonia pero no en el espíritu de esa nación. Sus primeros poemas expresan la fe en su país recientemente liberado, como lo expresa en el titulado “El oro”: Estos pioneros se parecen a los alquimistas de pie sobre los peldaños de la estructura, en el límite prodigioso de la cuarta dimensión. Han modelado en la argamasa de la Revolución polaca, en la historia y en las hogueras y en el corazón mismo de los minerales una estatua en marcha: un pueblo nuevo. Los pisos, tienden sus manos a los pisos, hasta la cumbre donde ya apunta la aurora coronada de alerces y llevando la bandera de mi República. Entonces, en el banco de la Comunidad popular resuena el oro más claramente, y el metal de Alaska, el lingote vivo, cae en el tesoro de los proletarios de Varsovia. Luego viene el desencanto. Aquí el protagonista es el hombre común, opri-mido, y las críticas se dirigen al régimen militar opresor. Ya en los años ´30 del Siglo XX, la poesía de Tuwim se hace más pesimista aún, como si presintiera el próximo desastre europeo. Sus dudas en cuanto a la seguridad de su hogar encuentran expresión en el poema “Judíos”: "Tantas generaciones gra-baron en sus rostros gestos dolorosos. En lo hon-do del alma guardan el recuerdo de las murallas de Jerusalem, de cortejos oscuros y fúnebres gemidos". Tuwim empieza a notar que “los viernes por la noche, al pasar por la ventana, transeúntes no judíos espían a través de los cristales...” En su poema “Cristo en la ciudad”, escribe usando el lenguaje de todos los días: “Pasan la noche entera festejando en el puente: prostitutas, insolentes, verdugos, borrachos, asesinos, sifilíticos, cuchi-lleros, ladrones, hipócritas, criminales. Todos en el puente hasta el amanecer...” La huida Cuando Alemania in-vadió Polonia, Tuwim lo-gró huir a Francia, luego a Brasil, hasta llegar a los Estados Unidos. En esas circunstancias asomó su identidad judía: fue un activo miembro del Movi-miento Antifascista, y sus escritos acerca del destino de la judeidad europea encontraron eco en todo el mundo. En los años de guerra, cuando se conocieron los horribles sucesos de su país natal, escribió un poema épico, “Flores de Polonia”, cargado de pesar. Uno de sus cantos que tituló “Plegaria”, llegó a ser el himno de la Resistencia Polaca. En los Estados Unidos, Tuwim supo cuál había sido el destino de los judíos polacos. En Abril de 1944, al cumplirse el primer aniversario de la rebelión del Gueto de Varsovia, publicó un manifiesto: “Nosotros, los judíos polacos”, que causó conmoción en el mundo literario y en los pequeños grupos de sobrevivientes, tanto de la intelectualidad judía como de la polaca. En el Mani-fiesto, Tuwim se refiere a su origen judío y a su asimilación; y llora la trágica muerte de sus hermanos. Dedicado “a su madre en Polonia o a su sombra bienamada”, el Manifiesto era una mezlca de lamen-tación bíblica, de oración fúnebre y de íntima confesión del judío que equivocó el camino. El regreso En el 4to. aniversario de la rebelión (1947), y ya de regreso en Polonia, Tu-wim escribió un ensayo titulado “Tumba y monumento”. En él expresa: “He venido al lugar donde estuvo el Gueto. Desprovisto de nombre y sin rostro, vine a encender una vela en memoria de una Humanidad, junto a la tumba y monumento. Sobre vuestras cenizas, mis queridos hermanos y hermanas, enciendo aquí la llama de la cólera ardiente. Esta no es sólo la tumba de los judíos asesinados: aquí yace enterrada la conciencia de la Humanidad”. De vuelta en Polonia, Julian Tuwim se dedicó también al periodismo; pe-ro dado su excelente manejo de la lengua polaca, no tardó en posicionarse como uno de los voceros de la renacida literatura nacional. Sus traducciones del ruso (Pushkin), que le ha-bían valido un premio del “Pen Club” polaco, como también sus libros para niños, volvieron a difun-dirse. Escribió piezas de tea-tro, comedias musicales, sátiras, estudios filológicos y folklóricos. Fue uno de los más grandes innova-dores de la poesía polaca. Algunos de sus poemas se tradujeron hasta a 15 idio-mas. Pero por ser judío, nunca fue elegido miembro de la Academia de Arte y Literatura de Polonia. El régimen comunista lo trató con respeto. Sin embargo, en los ambientes literarios se mencionaba poco su origen judío. Tampoco era frecuente en-contrar detalles de su bio-grafía en las antologías y en las revistas literarias. En Israel fue recibido con sentimientos encontrados. Su retorno a Polo-nia y su adhesión a la cultura y al idioma de ese país, eran vistos en ciertos ambientes como una contradicción. En los Estados Unidos Tuwim fue menos conocido, ya que en ese país aparecieron pocas versio-nes de sus obras. En realidad, sus versos de rimas complicadas, tan caras al lector polaco, no son tan fáciles de traducir. Durante los últimos años de su vida, Tuwim dio su apoyo al Estado de Israel y particularmente a la Universidad Hebrea de Jerusalem. Además, mantuvo un continuo intercambio epistolar con su primo Imanuel Tuwim, un ingeniero radicado en Haifa; con el escritor, poeta y líder sionista Leib Iafe, y con un buen número de escritores y de personalidades políticas israelíes. El hogar y el mundo En el 50º aniversario de su fallecimiento (1953-2003), oigamos un par de estrofas en las que el gran poeta evoca una infancia feliz y una vida azarosa: “Yo tuve caminos soleados, un hogar blanco y luminoso; pero triste quedó mi cora-zón y tristes están hoy mis sueños”. "La cabaña tenía una ventana en aquella remota y buena edad. Yo miraba alrededor, asom-brado: quería ver el mundo, más allá..." .• © LA VOZ y la opinión
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