Janucá, la celebración posbíblica de las Luminarias – que se conmemora anualmente durante ocho días desde el 25 de kislev – festeja la heroica lucha de los judíos, contra las fuerzas paganas en la época de las persecuciones religiosas, perpetradas por los sirios helenizados, comandados por Antioco Epifanes, lucha que resultó ser decisiva para la formación de carácter del pueblo judío.
Las grandes victorias macabeas de los años 168-165 antes de la era común, llevaron a la libertad religiosa y la independencia nacional de los judíos. Tal gesta inspiró a muchas generaciones para enfrentar la persecución con coraje y heroísmo.
El Milagro
El encendido de las Luminarias de Janucá, durante los ochos días de la celebración – una el primer día y las otras añadiendo cada uno de los días sucesivos – es atribuido por el Talmud, al milagro del recipiente de aceite.
Cuando los jasmoneos vencieron a las fuerzas paganas hallaron en el Templo profanado de Jerusalén, un solo recipiente sellado de aceite “kasher” (puro, apto), para el Candelabro de Siete Brazos, con el sello especial del Sumo Sacerdote. El recipiente contenía aceite solamente para un solo día de consumo de la Menorá del Templo. Así sucedió el milagro conmemorado: el aceite de aquel solo recipiente alcanzó para ocho días de consumo en la Menorá: tiempo suficiente hasta que se prepararan nuevas reservas de aceite sagrado.
Al año siguiente de aquel memorable suceso, esos ochos días fueron dedicados como jornadas de acción de gracias y de alabanza a Dios (Shabat XXI, b). La mencionada renovación del Templo después de su profanación por la ocupación pagana tuvo lugar en el año 165 antes de la era común.
Helenismo
Debe ser subrayado, que el helenismo que contaminó a la Judea, junto con otras tierras del Oriente, no fue el de la Ilíada clásica, sino una especie abaratada, decadente y voluptuosa parte de la cultura helénica importada por el mercenario, el traficante de esclavos y el rufián del prostíbulo.
El efecto de esta nueva civilización, sobre la moral de la vida de Judea fue devastador. Todos los preceptos tradicionales judíos fueron prohibidos por el dominador pagano, so pena de muerte. Los ejemplares de la Torá fueron destruidos y la mera posesión de éstos era castigado con la pena capital. El Templo mismo fue profanado y convertido al culto de Zeus y heteras (cortesana, prostituta) actuaban en sus sagradas dependencias. En ciudades y aldeas se instalaban altares paganos para someter a los judíos a pruebas de lealtad al helenismo.
GUERRAS Y TRIUNFOS DE LOS MACABEOS
Las guerras y triunfos de los macabeos son relatados en los dos libros que llevan su nombre – Macabeos I y II -, que son los dos últimos libros de los Apócrifos. Están plenos de relatos de desafiante martirologio durante un período de quince años y contiene descripciones de Matatías y sus cinco hijos: Iojanán, Shimeón, Iehudá, Eleazar y Ionatán.
Se ha supuesto generalmente que el apelativo Macabeo otorgado a Yehudá tiene una raíz común con “martillo”, en el sentido que Iehudá fue el “martillo” que golpeó a los greco-sirios, pero tal interpretación no convence del todo.
Otra fuente sobre los macabeos se conoció en el período medieval, con la denominación de “Meguilát Antíocus”, o sea el “Rollo de Antíoco”, que en las sinagogas italianas se leía en Janucá de la misma manera que el Rollo de Ester o (“Meguilat Ester”), se lee en Purim.
Según el relato del Segundo Libro de los Macabeos, la celebración ritual de Janucá se inspiró en la fiesta de Sucot: “y sucedió que en el mismo día calendario en que el Santuario había sido profanado por los extranjeros, tuvo lugar (tres años después) la purificación del Santuario. Y la celebraron con ocho días de alegría, como el festival de Sucot: y recordaron cómo poco tiempo antes, durante Sucot (la fiesta de las cabañas), habían estado errando por sierras y cavernas como animales salvajes.”
“De modo que portando hermosas ramas y hojas de palmeras, ellos ofrecieron himnos de alabanza a Aquel, que los había traído para purificar Su lugar propio”. Y ellos promulgaron un decreto para que toda la Nación observe esos días, año tras año” (Macabeos 2, X, 5-9). Al igual que durante los ochos días de Sucot, en cada uno de los ochos días de la fiesta de Janucá se recita el rezo completo Halel” (alabanza).
Había durado ocho días limpiar el Primer Templo para restaurarlo durante el reinado de Exequias, quien inició una serie de reformas que eliminaron ciertos cultos idolátricos que se habían infiltrado en el judaísmo, alrededor de cinco siglos antes de período Macabeo. El relato bíblico así lo consigna: “Comenzaron esta purificación el primer día del primer mes y al octavo día alcanzaron al Pórtico del Señor. Entonces ellos purificaron el Templo del Señor en ocho días” (Crónicas 2, XXIX, 17). Las porciones de la Torá para los ocho días de Janucá se leen de Números VII y VIII, por referirse dichos pasajes a la dedicación del Tabernáculo en el desierto y al encendido de la Menorá de oro. Se los denomina “Parashat Nesiin”, ya que describen la ofrenda de consagración aportada cada día sucesivo por los príncipes de las doce tribus de Israel, cuando el Tabernáculo fue llevado en el desierto. Tales ofrendas consistieron en donativos para el traslado del “Mishkán” como ser carretas, y también animales para el sacrificio.
El himno “Maoz Tsur”, que se entona después del encendido de las luminarias de Janucá, fue compuesto, presumiblemente, en el siglo XIII de nuestra era, por un tal Mordejay, puesto que éste, es el acróstico que forman las letras con que comienzan las cinco estrofas del “Maoz Tsur”, cuyo texto alude a la salvación del pueblo de Israel de la persecución en Egipto, Babilonia, Persia y Siria.
LA GESTA DE JANUCÁ
La historia condensada de Janucá está contenida en el pasaje “Al ha-Nisim”, insertado en la “Amidá”( rezo) ; y en el “Birkat ha-Mazón”( bendición después de la comida), que se pronuncia durante dicha festividad. Su texto indica que “Nosotros te agradecemos por los milagros que Tú has hecho para nuestros padres en esos días, cuando un perverso imperio helénico se levantó contra Tu pueblo Israel para hacerle olvidar Tu Torá. Tú fuiste el estandarte de nuestra causa, defendiste los derechos y vengaste las maldades perpetradas. Tú entregaste al fuerte en las manos del débil, los muchos en manos de los pocos y los arrogantes en manos de los que eran fieles a Tu Torá”.
Puesto que este sumario es una oración litúrgica, pasa en silencio las campañas militares que acompañaron la reconquista macabea del Templo, que significó además el resurgimiento del judaísmo y la victoria de la tradición judía sobre el helenismo. El milagro de la revuelta macabea, está de alguna manera implícito, en la lectura profética que se recita en Shabat Janucá, que contiene el versículo “No por la fuerza ni por las armas, sino por Mi Espíritu, dice el Señor de los Ejércitos”, según Zacarías IV, 6.
Fuente de inspiración
La gesta de Janucá fue inspiración para muchos luchadores contra la injusticia y la opresión. Resultó ser fuente de aliento y confortación para el movimiento de liberación de Eretz Israel, el Sionismo, a fin de establecer un Estado judío independiente. Estimula al pueblo judío a resistir la asimilación y la tentación de adoptar falsos dioses, a bregar por los ideales de su herencia cultural y religiosa en medio de una mayoría ajena aplastante, y para seguir cultivando su acervo cultural judío, en el seno de una vasta cultura dominante, que ambiciona devorar todo lo que no es ella misma.
Juegos que deleitan
En adición a las prácticas prescriptas por la tradición litúrgica de Janucá, el pueblo adoptó diversos juegos en los que chicos y grandes se deleitan mientras permanecen encendidas las luminarias de Janucá, puesto que todo trabajo está prohibido durante la aproximadamente media hora, en que tiene lugar la ceremonia.
Inventaron, especialmente para entretenimiento de los niños, una perinola, de madera o metal, cuya forma superior es cúbica, y en cada una de sus cuatro caras están grabadas las letras hebras “nun”, “guimel”, “hé” y “shin”, que forman presumiblemente, las iniciales de las palabras “Nes gadol haiá sham” (“Gran milagro ocurrió allá”). Sin embargo, las cuatro letras forman también “gashaná”, contenida en Génesis XLVI, 28, que se lee en “Shabat Janucá”, cuando se nos recuerda que Jacob envió a Iehudá a la tierra de Goshen (Egipto). El valor numérico de la palabra “gashaná” equivale en “guematria” ( ciencia que estudia el valor numérico de las letras), a 358, el mismo que la palabra “mashíaj” (Mesías).
El último día de Janucá es denominado “Zot Janucá” porque el pasaje que se lee de la Torá ese día comienza con la frase “Zot janucá hamizbeaj” (esta es la inaguración del altar). La tradición dice que la construcción del tabernáculo portátil, bajo la dirección de Moisés en el desierto, fue completada en el día 25 del mes de kislev, lo que coincide con la fecha calendario del milagro de Janucá, el 25 de kislev.
Maimónides
Maimónides califica el precepto de encender las luminarias de Janucá como “De preciosa excelencia, y uno debería ser especialmente cuidadoso en cumplirlo.”
“Incluso si se carece de comida para alimentarse, salvo la que pueda recibir por caridad, correspondería pedir limosna o vender algo de la propia ropa para poder comprar aceite y lámparas”.
“Si uno no tiene más que una sola moneda de escaso valor y necesita vino para el “kidush” y aceite para encender el candelabro de Janucá, debería dar preferencia a la adquisición de aceite para la januquía antes que al vino para el kidush, puesto que las luminarias sirven de recordatorio del milagro de Janucá” (Yad, Janucá, IV, 12-13).
Ya que las luminarias tienen por único objetivo recordar la liberación y la reinauguración del Templo, no deben ser utilizadas con ningún otro propósito, por ejemplo para leer.
LAS LUMINARIAS DE JANUCÁ
Las luminarias de Janucá, encendidas en la sinagoga al igual que en todo hogar privado, simbolizan la creencia judía en progreso gradual del esclarecimiento espiritual. Comenzando con una luminaria en el primer anochecer de Janucá y aumentando el número de luminarias a medida que transcurren las ocho jornadas, el pueblo judío en todo el mundo señala de esta forma la victoria lenta pero firme sobre las violentas tempestades que se levantaron contra el judaísmo al pasar de los siglos, al igual que la “ Menorá” o candelabro de siete brazos, la Januquía, o menorá de Janucá, es considerada símbolo de la tradición judía, y ha merecido gran atención y amor del pueblo y de la creación artística surgida de su seno.
La característica especial de la celebración de Janucá es descripta con la frase “Jag HaUrim”, Fiesta de las Luces. Las luminarias de Janucá se encienden con la siguiente cadencia: la primera es encendida en el extremo derecho de la Januquiá; al anochecer siguiente, la segunda luminaria es la que está situada junto a la primera; la tercera la que está junto a la segunda y así sucesivamente, hasta llegar a la última del extremo izquierdo. El encendido de cada anochecer comienza con la nueva luminaria que es añadida en esa jornada y luego sucesivamente, como queda dicho, cumpliendo así con la norma que según el Talmud, en Tomo LVIII, b, se observaba en el Templo.
La candela extra que se conoce con el nombre de “shamash” (piloto, bedel) se utiliza para el encendido de las luminarias de Janucá. El “shamash” justifica la declaración repetida una y otra vez: “Estas luces son sagradas, no debemos hacer ningún otro uso de ellas, salvo ser iluminados por las mismas”. En el anochecer del viernes las luminarias de Janucá son encendidas antes de las velas de Shabat. También se las enciende después de la “Havdalá”, cuando termina la jornada del Shabat
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