Faltan pocas semanas para la finalización de clases en la red escolar judía del ciclo 2005, y por suerte con un mayor número de alumnos que en el año 2004. Observando la cantidad de horas dedicadas a la enseñanza del hebreo como idioma y a las materias judaicas en general, creo que no estaría demás reflexionar acerca de una serie de cambios en la materia e intentar caminos alternativos. La problemática de los contenidos judíos en nuestras escuelas, se da en la Diáspora en general y posiblemente también en Israel. No hay para ella recetas fijas, salvo en el campo de la ortodoxia, aparentemente. Pero no parece real plantear la cuestión en términos tajantes como “Ortodoxia o nada”, “Ortodoxia o Asimilación” Por otra parte, no deberíamos olvidar que todos nuestros abuelos o bisabuelos fueron judíos ortodoxos. A fin de comenzar un intercambio de ideas, quiero relatarles algunos hechos acontecidos hace varios siglos y otros más recientes en Estados Unidos, donde actualmente vive la más numerosa comunidad judía (omitiendo en esta oportunidad el fenómeno Eliezer Ben Iehuda, a quien nos referiremos en otra ocasión, cuando relataremos acontecimientos similares de otras comunidades). Esos hechos nos demuestran que cuando hay convicción, empeño y dedicación, se pueden modificar rumbos e inercias. Posiblemente los relatos sirvan de disparador. 23 Heraldos 23 judíos sefardíes provenientes de Brasil , fueron los primeros judíos en pisar lo que es hoy territorio norteamericano. Eso ocurrió en el mes de Setiembre de 1654. Desembarcaron en New Amsterdam (la actual New York) , que entonces pertenecía a Holanda. Algún historiador afirmará que, en realidad, un judío llamado Bar Simón precedió a “los 23“ en 3 semanas. La diferencia no es relevante.
En Harvard , hebreo sin judíos. El historiador Dr. Simon Federbush relata en su libro “Los judíos en EEUU”, que en la hoy renombrada Universidad de Harvard – primer “college” (colegio superior) en América, que abrió sus puertas en 1636 – se introdujo, apenas fundada, el estudio del hebreo; y el mismo año, durante la primera ceremonia de graduación en el “college”, el discurso de despedida (“valedictory speech”) fue pronunciado en ese idioma. Comparando las dos fechas (1636 – fundación de Harvard – y 1654 – llegada de los primeros judíos a Norteamérica), se desprende que 18 años antes de que se registrara la presencia de judíos en esas tierras, en un establecimiento educativo allí creado, se estudiaba hebreo.
Hebreo, ¿con qué finalidad? Debemos aclarar que los no–judíos se vieron impulsados a ese estudio, en primer lugar, por motivos religiosos. Los primeros colonizadores ingleses, conocidos como “los padres peregrinos”, habían llegado a Norteamérica en el año 1620, en el barco “Mayflower”. Eran puritanos pertenecientes a la religión reformada, muy aficionados a la Biblia Hebrea, en la que buscaban los fundamentos de la verdadera fe. Los más conocedores de entre ellos leían la Biblia en su idioma original. Será interesante recordar que el erudito William Bredford (1590 – 1657), uno de los inmigrantes del “Mayflower” y líder de los puritanos de Plymouth (Massachusetts), dijo una vez: “Aprendo hebreo para poder ver, con mis propios ojos, la palabra de Dios en su natural belleza”. Bredford escribió que quería conocer la Lengua Sagrada a través de la cual se habían transmitido a los patriarcas las leyes de Dios y las profecías divinas; aprender el idioma en el que se habían nombrado las personas y las cosas, en los días iniciales de la Creación.
Personas y ciudades Gracias a ese amor por la Biblia, muchas ciudades americanas ostentan nombres bíblicos hasta el día de hoy; y americanos famosos, no– judíos, llevan a su vez nombres extraídos del Antiguo Testamento: Benjamín Franklin, Abraham Lincoln, Adlai Stevenson (en “Crónicas” I, XXVII,29, se menciona a Shafat, hijo de Adlai); y muchos otros. Cuando en la sociedad judía estadounidense se extendió la tendencia a abandonar los nombres judíos, fue el escritor, poeta y humorista Moishe Nadir quien dijo: “Llegará el día en que, para saber quién es judío y quién no lo es en América, se procederá del modo siguiente: si lleva un nombre judío como Benjamín, Abraham, Ezra, Samuel, etc. – señal de que no es judío... Y el que recibió otro nombre como Paul, Thomas, Anthony, Cristopher y John, seguro que sí lo es”... El profesor Moshé Davis (del Seminario “Shejter” de Nueva York, y más tarde de la Universidad Hebrea de Jerusalem), elaboró, junto con su esposa Lati, una lista de los nombres bíblicos de ciudades en los Estados Unidos. Ellos llegaron a registrar unos mil nombres bíblicos de ciudades en el mapa americano. Entre los más populares se encuentran los nombres “Sión” (19 ciudades así llamadas); “Goshen” y “Carmel” (cada uno de ellos se repite en 18 ciudades); “Hebrón” (15); “Jericó” (12) y “Jerusalem” (3). Existe, incluso, una población llamada “Sodoma”… Ya hemos dicho que la Universidad de Harvard introdujo el estudio del hebreo en el año 1636, con carácter obligatorio para todos sus alumnos. Y en 1659 decidió también que la plegaria matinal comenzara con un versículo de la Biblia en hebreo, seguido de su traducción al griego. Hasta el año 1817, el discurso de despedida en la ceremonia de graduación se pronunciaba en ese idioma. En 1642, la Universidad de Harvard propuso que el tema para la disertación de los graduados fuera: “Hebreo, Madre de todas las lenguas”. Recordemos, por último, que el primer libro impreso en América del Norte fue el de los Salmos (“Tehilim”). Se imprimió en versión inglesa, en el año 1640.
Idish en Harvard Vale la pena señalar que la Universidad de Harvard en Cambridge (Massachusetts), cerca de Boston, a la que nos hemos referido en cuanto a sus históricos vínculos con la lengua hebrea, introdujo en sus aulas, en el año 1993, también el estudio del ídish. Ese año creó la cátedra “Péretz” de Literatura Idish, a cargo de la Profesora Ruth Weis. Además, se dictan en Harvard cursos de idioma ídish, en distintos niveles.
Otros centros académicos El amor al hebreo en Harvard, sirvió de modelo para la Universidad de Yale en New Haven, fundada en 1701. Ezra Stiles cuenta en su “Diario” que , a partir de 1777, cuando asumió la rectoría de Yale, estableció para todos los alumnos la obligatoriedad de estudiar hebreo. Y una de las condiciones para el ingreso de docentes, era el conocimiento de dicha lengua. Él mismo era un gran erudito y un hombre profundamente religioso. Una vez expresó en un discurso: “Me sentiría avergonzado de llegar al otro mundo, si uno solo de mis discípulos no conociera el hebreo”. En consecuencia, él mismo se encargaba de enseñarlo. Ezra Stiles también tradujo fragmentos del “Tanaj” (el antiguo Testamento), basándose en exégetas tan famosos como Rashi, Ibn Ezra, Redák, Abarbanel y el Rambam (Maimónides). Hasta nuestros días, el sello oficial de Yale luce grabado un rollo abierto de la Torá, en el que se lee: “Urim Vetumim”, traducido al inglés como “Luz y Verdad”. (se trata de los símbolos sobre el pectoral del Sumo Sacerdote, significando la revelación y la verdad: Éxodo XXVIII 30). Esa extraordinaria valoración del hebreo se mantuvo en Yale a lo largo del siglo XIX. También la Universidad de Columbia, fundada en el año 1754, antes llamada Kings College, tuvo en aquellos tiempos una actitud muy favorable hacia el hebreo. Su primer rector, William Samuel Johnson, renombrado filósofo, conocía bien el citado idioma y se preocupaba por guiar hacia él a sus estudiantes, cuando ya dominaban la lengua inglesa. También en el sello de “Columbia”, como en el de Yale, se encuantran palabras hebreas. Clemente Clark More, hijo de otro rector de Kings College, redactó el primer diccionario hebreo-inglés en América. N. Webster (1758-1847), autor de un famoso diccionario de inglés americano, comenta en el prefacio de su gran obra, la influencia de la lengua hebrea en la inglesa. Dice también que el hebreo es un idioma celestial tal como sostenían los puritanos, y expresa gran admiración por su belleza. Cabe recordar que después de la Revolución contra el dominio inglés, el Comité de Liberación debió elegir un símbolo nacional adecuado para la América independiente. Integraban el Comité figuras tan prominentes como Benjamín Franklin, Thomas Jefferson y John Adams, entre otros. Algunos de ellos opinaban que el símbolo de la libertad americana debía incluir una pintura del Éxodo de Egipto con un versículo bíblico como epígrafe. Por su parte, el historiador H.L. Menkin cuenta que, en los años de la Revolución, miembros del Congreso Americano de entonces propusieron que se prohibiera la lengua inglesa en las colonias, y que en su lugar se introdujera el hebreo. Dicho de otro modo, que el hebreo fuera el idioma oficial de los Estados Unidos. También vienen a cuento las expresiones del Presidente Lincoln, cuando afirmaba que el Antiguo Testamento es “el más hermoso regalo que Dios ha ofrecido al hombre”. Lincoln acostumbraba repetir ciertos versículos en sus discursos, en especial los relacionados con su lucha contra la esclavitud. Dijo en una ocasión: “La Biblia nos enseña: Ganarás el pan con el sudor de tu rostro” (Génesis III, 19). Y subrayó: ...”con el sudor de tu propio rostro, y no de rostros ajenos”..
Un amor que no fue eterno Esa actitud tan consecuente respecto al hebreo, se mantuvo en buena medida hasta la Revolución. Después, cuando la educación adquirió un carácter más laico, el griego y el latín fueron ocupando los principales lugares en las universidades, y con el tiempo, la lengua hebrea fue siendo desplazada de las casas de altos estudios.
Nuevos Aires Desde hace más de 50 años, el hebreo renace en una serie de universidades americanas, al parecer gracias al interés que despierta en los jóvenes estudiantes judíos. Varias casas de altos estudios introducen materias judaicas, lo que también puede deberse a su intención de atraer a los estudiantes, incluso a los no-judíos.
Reflexión Ojalá que un retorno a las fuentes inspire a su vez a los responsables de la educación en nuestras escuelas, y logre enriquecer con los elementos adecuados una formación integral de nuestros niños y jóvenes. Un acontecimiento refrescante y auspicioso que debemos recalcar es el hecho que, en 2006, “La moatzá jinujit” - conformada por AMIA, La Agencia Judía y el Joint - inaugurará un Instituto de Formación Docente Judío. ¡Qué sigan las iniciativas!
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