Advertencia: con pocas horas de antelación, el mismo tema ha sido abordado por el Licenciado Patricio Brodsky, visto desde otro ángulo menos enojoso.
Fueron muchas las veces en las que me sentí molesto por las actitudes de determinado sujeto, pero siempre encontré la forma de hacerle sentir mi condena sin necesidad de mencionar a su santa madre. En este caso específico, sin embargo, no puedo decir lo mismo y por ende tampoco consigo dar con la fórmula para excluir de mi enojo a la seguramente inimputable señora. Días atrás la tomé con mi amigo Iankl, que no era otra cosa que un personaje inventado por mí para representar a aquellos descendientes de Abraham que por continuar gozando de su acomodada situación económica y social abjuran de su condición de judíos, en afán de pasar desapercibidos dentro de un ambiente cada vez más hostil para con los mismos. Y hoy, descargada ya mi bronca contra tipos tales como el camaleónico individuo al que llamé Iankl o Jacobo, creyendo así haber agotado el tema de los judíos renegados, me veo en la obligación de volver a aporrear el teclado para denunciar, con la mayor vehemencia y aborrecimiento posibles, la conducta de un cierto Avrum. Que a diferencia de Iankl no es un personaje de ficción, sino un humano de carne y hueso, sangre en las venas, pero con mucha mayor podredumbre en el cerebro. La identificación completa de dicho humano, corresponde a un tal Avrum Noam Chomsky y discrepa con Iankl en algo fundamental: él no anhela mimetizarse dentro de su entorno gentil simplemente negando su procedencia hebrea, sino que va más allá, manifestando, en cuanta ocasión le cae a la mano, una clara repulsa por sus ancestros. En un reportaje publicado ayer en Clarín, un diario grande (no confundir con un gran diario) e inocultablemente antisemita, dice cosas que ningún judío con un mínimo de pudor diría. El título de la nota en la sección ¿Cultura?, donde una ignota entrevistadora aclara que el malhadado Chomsky ha sido elegido como “el intelectual más importante del mundo”, es por demás sugestivo. Dice allí la doña, que el afamado lingüista dice: "Vistos desde hoy, los pogroms no eran tan malos". Y agrega más abajo porqué lo dice, previo aclarar parte de su trayectoria y orígenes: El activismo de Chomsky tiene sus raíces en su niñez. Creció en la depresión de los años 30, hijo de William Chomsky y Elsie Simonofsky, inmigrantes rusos a Filadelfia. Describe a su familia como: "judíos trabajadores, afortunados de tener trabajo cuando la mayoría eran desempleados". En su familia no existía la percepción de Estados Unidos como la tierra prometida: "No era como una fuente de oportunidades", dice, aunque seguramente era mejor que los pogroms de Rusia”, a los que Chomsky, de todas maneras, no puede dejar de calificar como "no tan malos, según los patrones contemporáneos. En la peor de las masacres importantes, creo que murieron (sólo) unas 49 personas". Tranquilos lectores, que Avrum no nos dejará sin una explicación, ya que tiene justificativos al por mayor sobre matanzas que le ocurrieron a otros pueblos, que le vienen como anillo al dedo para seguir minimizándolas, en tanto se empaca en mantener su posición radical: La razón de la entrevista es que Chomsky, de 76 años, fue votado como el “principal intelectual del mundo” en una compulsa organizada por la revista londinense Prospect. Lo eligieron 4.800 de los 20.000 votantes. Pero eso no le interesa. Cree que se malinterpreta qué significa ser inteligente. Ser inteligente, en su opinión, implica: "usar la inteligencia para decidir qué es lo correcto".(y si ésto es así, me pregunto yo, ¿por qué entonces no la usa?)
Esto, por supuesto, es lo que Chomsky viene haciendo desde hace 35 años (afirma la cronista, que aunque resulte difícil de creer vive de eso, sin aclarar si se refiere, en cuanto a usar la inteligencia, a la su más que ponderable actuación académica) y sus conclusiones siguen siendo polémicas: que prácticamente todos los presidentes norteamericanos desde la Segunda Guerra Mundial fueron culpables de crímenes de guerra; que en el contexto general de la historia de Camboya, el Khmer Rouge (el Kmer Rojo de Pol Pot, que causó la muerte de entre 3 y 4 millones de camboyanos) no era tan malo como todos dicen; que durante la guerra bosnia la masacre de Srebrenica probablemente se sobreestimó. (se trató nada más que de un pequeño incidente en el que asesinaron a 7.000 musulmanes varones, los que fueron enterrados en fosas comunes). ”Existía un fanatismo histérico sobre Bosnia en la cultura occidental que se parecía mucho a una convicción religiosa apasionada", dice Chomsky. "Era como un estalinismo anticuado: si uno se aleja unos milímetros de la línea partidaria, es un traidor y merece ser destruido." De cualquier modo, Avrum, quien reniega ostensiblemente de los valores de occidente, no por ello deja de gozar de sus beneficios, según propia confesión: Se puede elegir varios conflictos sobre los cuales discutir con Chomsky. ¿No es irónico que, dadas sus opiniones sobre el sistema capitalista, se beneficie con él? "¿Qué sistema capitalista? ¿Usted usa computadora? ¿Usa Internet? ¿Toma aviones? Eso es parte del sector estatal de la economía. Yo ciertamente me beneficio de este sistema estatal cuasi de mercado. ¿Eso significa que no debería intentar que sea una sociedad mejor?"De acuerdo, analicemos el sistema de cuasi mercado no estatal. ¿Tiene acciones? "Le tendría que preguntar a mi mujer. Estoy seguro de que sí. No veo ningún motivo para que no sea así. ¿Le serviría de algo a la gente si me fuera a vivir a la montaña? Sólo a los occidentales ricos y privilegiados —bien educados y, por ende, profundamente irracionales— se les ocurre esta idea. Cuando visito campesinos en Colombia, no me hacen estas preguntas." (Aquí, por supuesto, no aclara que ni siquiera lo conocen)
Sugiere que a la gente no le gusta que les dé un sermón alguien a quien consideran un hipócrita. "No hay ningún elemento de hipocresía." De pronto sonríe, otra vez afable, y termina la entrevista. Así termina la entrevista, es cierto, cuyo vericuético y umbrío entramado obedece a la incapacidad o discapacidad intelectual de una cronista que bien hubiese hecho en dedicarse a otros menesteres, como ser el corte y confección u otras manualidades medianamente lucrativas, salvo que semejante despropósito recaiga en la incompetencia del traductor, ya que se trata de una conversación en idioma inglés. Lo que no terminan son las travesuras, si se quiere cuasi canallas, del “intelectual más importante del mundo”. Su nombre y trayectoria pretenciosamente contestataria, siguen siendo utilizados por cuanto antisemita ande suelto por ahí, a fin de potenciar el odio anti judío y anti occidental. Por caso un tal Ramón Pérez Almodóvar, del que me ocupé hace más de un año, quien en un libelo rabiosamente judeofóbico, donde toma en solfa la Shoá con sus millones de muertos y denuesta al pueblo más victimado en ella llamando a los judíos: “eternas víctimas, víctimas eternas”, acaba utilizando también a nuestro hermano Avrum para solventar sus prejuicios. Dice el que se dice periodista, en un párrafo que no tiene desperdicios: “Los medios de comunicación occidentales han reiniciado una campaña con el objetivo de imponer el miedo a la población –miedo a lo árabe y, especialmente, a lo islámico-, y, de paso, amortiguar la contestación de la mayor parte de la población europea a la invasión de Irak y la ocupación de Palestina y contrarrestar los efectos que producen argumentos -Edward Said, Noam Chomsky, Tariq Ramadán, etc.- que combaten el pensamiento único, el neo canibalismo. Verdaderamente, con los socios que le han adosado, resulta innecesario agregar nada más. Aunque algo más siempre hay. En estos últimos días por caso ha resucitado el mismísimo Hitler, en la persona del presidente iraní Majmud Ajmadenijad. Quien delante de una multitud de fanáticos portando carteles que pregonaban: “muerte a los judíos”, llamó a la destrucción total de Israel, con sus habitantes incluidos. Y es en este punto donde considero que Chomsky debiera empezar a despabilarse, porque lo que el Islam integrista acaba de proclamar lo alude también a él. Salvo que piense que su fama por ser el fundador de la “gramática generativa transformacional” resultará suficiente para frenar la mano del verdugo o que, como ocurriera con ciertos judíos ilusos y de mala entraña en los campos de concentración nazis, encontrará la manera de oficiar como “kapo”, en desmedro de su pueblo. Y aquí termino, feliz de haber podido excluir de esta contienda toda mención injuriosa a la progenitora del exitoso profesor, cosa que no me resultó nada fácil, créanme. Y como colofón reutilizaré (ya fue usado por mi para describir al escritor Eduardo Galeano) el verso de una canción de Ignacio Copani, ingenioso autor argentino, que describe a los individuos que como Chomsky y otros cuantos de sus quilates desprecian desde sus elevadísimas atalayas académicas a sus congéneres, a quienes conceptúan incapaces para entender lo que ellos sí entienden. Cantaba Copani al respecto: Somos los intelectuales, la derecha de la izquierda, los demás no saben nada, son unos negros* de mierda. *negros: en este caso, en el Río de la Plata, la palabra no connota racismo, sino que describe, jocosamente, a aquellos con una evidente carencia intelectiva.
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