A la hora de escribir un artículo sobre política argentina uno analiza situaciones, proyecta escenarios, lee, escucha, intuye, habla con mucha gente, y luego vierte sus conclusiones en forma de nota.
El auge de las redes sociales permite entablar contacto con personas de todo el país, de diferentes condiciones sociales, económicas, culturales, y conocer así su pensamiento y actitud frente a los diferentes acontecimientos, como así también la realidad que se vive en sus respectivos distritos.
Todo esto es muy interesante y proporciona hasta deleite, diría, pero ese enorme cúmulo de información se termina cuando el pueblo acude a las urnas y vota.
Y el pueblo ha votado y ha dado por tierra con casi todas las evaluaciones previas. Hay que admitirlo.
Es verdad que en la Argentina al no haber partidos políticos con ideologías precisas y claras como en casi todo el mundo, el voto se torna volátil, y que para mucha gente cada sello de voto en el DNI representa una ideología diferente, pero también es cierto que los resultados de estas primarias - encuesta oficial, dicen claramente que la mitad de los argentinos, al menos al día de la fecha, son kirchneristas.
Ser kirchnerista
En este punto hay que dejar muy en claro que no todos votamos en función de las mismas expectativas, que no todos analizamos de la misma manera, que algunos votamos por amor, otros por espanto, por sesudos análisis o por el que tenga los dientes más blancos, pero que su voto, ingeniero, vale lo mismo que el de mi tía Lucía.
Está claro que a la mitad de los argentinos no les interesa en lo absoluto la inédita corrupción oficial, la inflación más alta del mundo, las mafias de los medicamentos, los carteles de droga, los negociados espurios desde Jaime hasta Bonafini, pasando por el compañero Antonini Wilson, los bloqueos a la salida de diarios, la prepotencia, los falsos candidatos, los insultos a la Corte Suprema, el bloqueo del Congreso de la Nación, la desaparición de los fondos de la provincia de Santa Cruz... y una de las cuestiones más kafkianas que consiste en que centenares de miles de pobres e indigentes parecen estar conformes de su situación y votarán para extenderla por al menos cuatro años más.
Ser kirchnerista es para algunos, tratar de mantener sus negocios, para otros encontrar un lugar dónde expresar su fanatismo y para otros exhibir penosamente un auténtico síndrome de Estocolmo.
Pero por sobre todas las cosas, para ser kirchnerista es imprescindible tener una doble moral que permita omitir o negar las auténticas atrocidades cometidas por este gobierno mientras se ensalzan sus logros, y a pesar de eso poder dormir sin cargos de conciencia ni alprazolam.
Este humilde articulista aficionado recibe un mensaje extremadamente claro. La mitad de los argentinos hoy me ha dicho que no le interesa que le contemos o analicemos lo que ellos desconocen. No les importa el pasado ni el futuro, y son clara y legítima mayoría.
Felicitaciones a la mitad de los argentinos, los kirchneristas. Los demás a partir de hoy, y ante otro triunfo de la sinrazón, pasamos a la clandestinidad intelectual mirando cada emisión de Fútbol para Todos y 6.7.8.
Addendum
Este resultado recuerda al 3 de Octubre de 1993, cuando en elecciones legislativas los argentinos votaron masivamente al oficialismo menemista, otorgándole mayoría en las cámaras y dándole de esa manera carta blanca para perpetrar el saqueo de la Nación. Uno se pregunta cuantos de aquellos votantes que con la mano derecha le firmaron el cheque en blanco a Menem, hoy se lo estarán firmando, con la mano izquierda, a Cristina Kirchner, para continuar perpetrando su “modelo”.
Fabián Ferrante - Tribuna Periodistas
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