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Antoine de Saint-Exupéry:
Aventura y literatura en el autor del “Principito”

Por Moshé Korin
En esta nota nos proponemos pintar una semblanza de la vida de Antoine de Saint-Exupéry, el aviador, poeta y escritor, cuya obra magna “El Principito” lo ha inmortalizado ante los públicos de las más diversas latitudes. Hombre que como aviador surcó cielos del mundo, y fue también residente un par de años en la Argentina. La aventura y la literatura marcharon juntas en este hombre de gran físico, que desde muy temprano hizo un culto de la amistad y que dejó una huella permanente en quienes lo conocieron. Hace dos años aproximadamente, la prensa internacional volvió a tomar su nombre en los titulares, en ocasión de que el pasado 4 de abril de 2007 se descubrió en el Japón, un dibujo suyo en el que retrata a un hombre de negocios que habita uno de los planetas visitados por su célebre personaje, el Principito. Se trata de una original acuarela sobre papel de carta, que un sobrino suyo reconoció como auténtico dibujo de su famoso tío.

Aristócrata
Antoine de Saint-Exupéry nació con el siglo veinte, en el año 1900, en el seno de una familia aristocrática francesa. Con sus hermanos y hermanas, compartía los cursos en Sainte-Croix du Mans. Desde niño, mostró Antoine una característica que mantendría durante toda su vida: la de contar con muchos amigos, ya que era de un carácter extrovertido. De jovencito, con algunos de sus amigos participó de la creación de una publicación, que las autoridades escolares pronto prohibieron. En 1915, es enviado junto con un hermano suyo, a estudiar a lo de los Hermanos Maristas, en Friburgo, Suiza. Ya entonces, sentía la misma vocación por la poesía —que comienza a escribir— que por la mecánica.
Entre sus amigos de ese tiempo se hallan Luis de Bonnevie, Marc Sabran y Charles Sallés.

Arte y aviación
Regresa a Francia, donde fracasa en su intento de ingresar en la Escuela Naval, y decide cursar en Bellas Artes. Aunque pronto revela mayor interés por la agitada vida parisina que por la arquitectura y las artes.
A la hora del servicio militar —en 1921— entra en la fuerza aérea francesa, siendo enviado a Casablanca, Marruecos. Luego, en 1923 él se compromete afectivamente con la joven Louise Vilmorin. A todo esto, una pariente, Yvonne de Lestrange lo invita a su salón, en el que recibe a la “crema” de la literatura de su tiempo. Allí conocerá —entre otros— a André Gide, Jean Prévost e incluso a Gaston Gallimard, su futuro editor.
A su vez, en la aviación traba amistad con Guillamet y Jean Mermoz. A partir de 1926 se convierte en piloto comercial. Y, también ese año, publica su primera novela, “El Aviador”.

En la Argentina
La literatura era su manera de describir su aventura en el mundo, y además, sobre este tema publica “Correo del sur” en 1929. Y es entonces en que ya nos instalamos en el período argentino en la vida de Antoine de Saint-Exupéry.
Saint-Exupéry llegó a la Argentina el 12 de octubre de 1929, marchándose a Francia en enero de 1931. Requerido por Jean Mermoz para dirigir y organizar la aeroflota argentina (subsidiaria de la francesa), es el responsable de los vuelos regulares de la misma entre Comodoro Rivadavia y Punta Arenas (Chile).
Permanencia que también sería muy significativa porque “Sentex” —como le decían aquí, abreviando y uniendo sus dos apellidos—, conoce a quien sería su esposa: la joven y bella viuda salvadoreña, Consuelo Suncin.

Hollywood
Y, continuando con el mismo tema que “Correo del sur”, en 1931 publica “Vuelo nocturno”, que pronto se constituye en su primer gran éxito literario. En ambos libros evoca poéticamente la disciplina aeronáutica, bajo el romántico principio de arriesgar la vida en aras del deber.
Así fue que el cineasta Luis Saslavsky, a la sazón entonces crítico de cine en el diario “La Nación”, recorriendo los estantes de los libros franceses en una librería de la calle Florida, conoce a Saint-Exupéry, quien se interesó en saber qué hacía ese señor argentino que leía francés. Entre ellos nació una duradera amistad y, cuando surge en los Estados Unidos la oportunidad de llevar a la pantalla cinematográfica su novela “Vuelo nocturno”, Saint-Exupéry recomendó a la “Metro Goldwin Mayer” a Luis Saslavsky como asesor de temas argentinos (1932).

Pérdidas
Las aventuras y vivencias de Saint-Exupéry en nuestro país pueden rastrearse no sólo en “Correo del sur” o “Vuelo nocturno” (en esta última novela la acción transcurre íntegramente en la Argentina), sino también en la posterior “Tierra de hombres” donde relata episodios autobiográficos, como cuando en 1930 voló desde Mendoza para buscar —infructuosamente— al camarada Guillamet, extraviado en la Cordillera de los Andes. O cuando pernoctó en una mansión de campo, próxima a Concordia (Entre Ríos), ciudad en la que hoy puede verse una placa que recuerda su paso por allí.
Además de la de su amigo Guillamet, otra pérdida que le dolió mucho a Saint-Exupéry, fue en 1936 cuando llora la desaparición de otro camarada y gran amigo suyo: Jean Mermoz.
Años después, en 1938, es el propio Saint-Exupéry quien sufriría un accidente. En esa ocasión había proyectado un “raid” entre los dos extremos continentales, desde el Canadá hasta nuestra Tierra del Fuego, vuelo que le permitiría surcar otra vez los añorados cielos de la Patagonia; y su periplo fue bruscamente interrumpido porque al arribar a Guatemala sufrió un accidente en el que perdió un ojo, que lo dejaría tuerto para el resto de sus días.

Consuelo
Ya anticipamos que fue en la Argentina donde conoce a su esposa. Veamos esto con algún detalle, aunque destacando antes que nada que las versiones no coinciden en muchos aspectos que hacen al inicio de la relación entre Antoine y Consuelo. Ella llegó a la Argentina con un grupo de artistas e intelectuales que vienen también de Francia, para presentarse ante Amigos del Arte, un nucleamiento argentino de fomento de las artes que durante varios años estuvo en el primerísimo lugar.
En los días del golpe de estado del Gral. José Félix Uriburu —instalado en el poder político a partir del 6 de septiembre de 1930—, es cuando la joven viuda salvadoreña, es presentada, en Buenos Aires, a nuestro aristocrático aviador y escritor francés.
Consuelo Suncin, por entonces de 32 años de edad —dos más que Antoine— había quedado dos veces viuda: a sus veintidós enviudó de un militar mexicano, y más recientemente, a los veintinueve, pasó a ser la viuda del escritor Enrique Gómez Carrillo —quien fuese amigo de Oscar Wilde—. Ella, bajita, de cabello negro, muy bonita y muy seductora, era asimismo una joven muy culta, que se movía en el círculo de amistades de personalidades tales como Denis de Rougemont, Pablo Picasso y André Breton.

Versiones
Como en muchos de los enigmáticos aspectos que rodean la aventurera vida de Saint-Exupéry, tenemos distintas versiones sobre quién los presentó y sobre el primer beso que él le supo arrancar. La versión más generalizada sobre quién los presentó, es que fue el poeta judío Benjamín Crémieux, quien integraba también la delegación artística de la que participaba Consuelo. Sin embargo, el citado cineasta Luis Saslavsky afirmó en una nota publicada en “La Nación” en 1980, que fue él y no Benjamín Crémieux quien presentó a Consuelo, a Saint-Exupéry. Y que esto sucedió en la céntrica Confitería “Richmond”, de la calle Florida. El mismo cineasta calificó a Consuelo como “una mujer tan bella como frívola y fantaseosa, de la cual ´Sentex´ se enamoró con entusiasmo de adolescente”.

Cabina para dos
Eran muy agitados políticamente esos días de 1930 con el consabido golpe militar, y “Sentex” tuvo así una muy buena razón para evadirse de esta conmocionada y convulsionada Buenos Aires, por lo que ni lerdo ni perezoso invitó a la joven mujer a acompañarlo en un vuelo.
Ella explicaría en el citado reportaje de 1968: “Como no quería estar sola con ese desconocido, fui al campo de aviación en General Pacheco con varios amigos. Pero en la cabina de la máquina cabían únicamente dos personas…”. Razón más que suficiente para que en el vuelo sólo viajasen Antoine y Consuelo.

Primer beso
Fue en ese vuelo en que se dieron el primer beso. Según la versión que se conocía, el extrovertido piloto la amenazó con que si ella no lo besaba, haría estrellar la máquina y ambos morirían. Pero también aquí hemos de tener una versión distinta, de labios de la pretendida. En el referido reportaje, aclara la señora: “Me encontré sola con él, en el aire, entre las estrellas. Había caído la noche, cuando me pidió naturalmente que lo besara. Le respondí que las mujeres como yo solamente besaban cuando estaban enamoradas. Se puso triste y me dijo que no lo besaba porque era calvo y feo —tenía una incipiente calvicie—. Me enternecí ante estas palabras de él, y le di un pequeño beso”.
Así, “Sentex” abandonó a su anterior novia, una bailarina. Cada vez que él llegaba desde el sur, se veía con ella en un departamento de la calle Tagle, en Palermo Chico, cerca de donde River Plate tenía entonces su estadio (entre 1923 y 1937, sito en Tagle y Avenida Alvear).
Y, lo que no admite una segunda versión, es que entre él y Consuelo nació un apasionado idilio, que se mantendría siempre, incluso con los altibajos de muchas disputas.

Boda
Consuelo retorna luego a Francia. Y, en enero de 1931, él también regresa a su país donde poco después se casa con ella: el 11 de abril se celebra la ceremonia religiosa por iglesia, y el 22 de abril realizan la boda civil en Niza, en la Costa Azul francesa.
Cuando en el nombrado reportaje de 1968, se le pregunta a Consuelo —entonces una mujer septuagenaria—: “-¿Qué pasión era en él más intensa: volar o escribir…?”, responde: “-Primero volar, la aventura, la acción. Solía decir, ´si no realizo algo, si no vivo, ¿cómo voy a escribir…?´ “.
La vida matrimonial de Antoine y Consuelo fue siempre muy conflictiva, por momentos, tormentosa. Y pese a algunos “affaires” extramatrimoniales, siempre se mantuvieron esposados.

En la Patagonia
En aquel año 1931, ya Saint-Exupéry no vuelve a la Argentina, como consecuencia de una crisis económica por la que debe cerrar la “Companie Generale Aeropostal” —de la que “Aeroposta Argentina” era subsidiaria—. En junio de 1931 sufren así una interrupción los vuelos patagónicos.
Pero su estancia en la Argentina permanecería para siempre en su mente y en sus recuerdos. Aquí —además de haber conocido a su mujer— fue donde escribió el que constituyó su primer gran éxito literario, “Vuelo nocturno”, novela en la que justamente relata las vicisitudes de un piloto de línea que parte de Comodoro Rivadavia y desaparece en la noche patagónica.
También, fue desde aquí que había enviado los originales a André Gide, quien recomienda la edición de sus libros —e incide en el premio literario que en 1931 le otorgan en París a Saint-Exupéry—.

Con las escritoras
Según Saslavsky, pese a su carácter extrovertido y a la camaradería reinante entre los aviadores, Saint-Exupéry no se hizo de muchas amistades en Buenos Aires. Con sus amigos, los camaradas de “Aeroposta”, en las salidas nocturnas privilegiaron el “Tabaris” y otros locales análogos.
Saslavsky además de decir que fue él quien presentó a Saint-Exupéry a quien sería luego su esposa, sostiene también que fue él quien le presentó a la escritora María Rosa Oliver. Ésta incluso llevó al aviador y escritor francés a la célebre y hospitalaria casa de Victoria Ocampo, en San Isidro, donde almorzaron juntos, dado que María Rosa Oliver quería que Victoria Ocampo le hablase del proyecto de la revista “Sur” —que aparecería un año más tarde—. Pero, aparentemente, Saint- Exupéry que era algo reacio a las reuniones literarias, no halló mucha afinidad con la dueña de casa.
Se sabe también que al irse, cortó del jardín algunos jazmines que llevaría seguramente a Consuelo. Saint-Exupéry no publicó ninguna colaboración en “Sur”, donde sólo aparece su nombre después de su muerte.
Pero en en su libro “Vida cotidiana”, María Rosa Oliver reconoce que ella sí tuvo con “Sentex” una relación afectuosa. Incluso durante un par de tardes, él leyó en su casa, capítulos de una novela que estaba escribiendo.

Murciélago y colibrí
Y justamente María Rosa Oliver describe en ese libro una jugosa anécdota, al narrar acerca de la fiesta de disfraces que organizó en una oportunidad un matrimonio amigo, con motivo de inaugurar su nueva vivienda. Él, hombre grandote —medía cerca de dos metros y era de robusta contextura—, llegó disfrazado de bebé, luciendo gorrita, chupete y babero.
Dado que partía en su avión en la mañana siguiente, se retiró temprano para adecuar a tiempo su vestuario.
La misma María Rosa Oliver, tan precisa y gráfica para describir personajes, nos dice que Saint-Exupéry por su nariz prestibulada y sus ojos muy separados, asemejaba un murciélago; mientras que a Consuelo la comparó con un colibrí.

Escéptico
En su retorno francés, Saint-Exupéry retoma la literatura. Ya en días de la Segunda Guerra Mundial, es partidario de una filosofía humanista, que deja traslucir en sus siguientes obras. Así se suceden “Tierra de hombres” en 1939 y “Piloto de guerra”, en 1942, tiempo también en que aparece de su pluma “Carta a un rehén”.
A su vez, Saslavsky volvería a verlo, esta vez en los Estados Unidos, hacia 1940 ó 1941. Y recuerda que “Sentex” se mostró entonces escéptico y muy pesimista respecto del desenlace de la guerra.
Claro que, sin ninguna duda su trascendencia histórica se debe a “El Principito” —que publica poco después, en 1943—, fábula infantil con importante significado alegórico dirigido a lectores adultos.

Humor poético
Así como son varias las versiones en la relación de Saint-Exupéry con Consuelo, también son varias las definiciones sobre su personalidad. Para algunos humorística; para otros, adusta. Para unos, autoritario; para otros, democrático.
La vena humorística de “Sentex” nos la describe Gastón Lehman, quien lo trató en Francia en 1926 y, más tarde, lo reencontró en Buenos Aires. Nos dice que el autor del “Principito” tenía un vínculo muy estrecho en nuestra ciudad con el matrimonio del francés administrador de Aeroposta, Paul Dorí y su esposa belga, Yvonne, conformando lo que él denominó “un triángulo sentimental muy particular”. En reuniones a las que Lehman asistía, en casa de ese matrimonio, “Sentex” improvisaba versos humorísticos con los que divertía a sus amigos. Así, les pedía que le dieran un tema y cuatro rimas —dos masculinas y dos femeninas, sin relación entre sí—, a partir de las cuales en muy pocos minutos él lograba redactar una original y muy graciosa poesía.
Aunque reconoce que en muchas otras descripciones, lo definen como un hombre grandote, algo hosco y habitualmente de rictus adusto, Lehman opta por definirlo como un hombre de espíritu jovial.

Simpático y autoritario
En cuanto al polo de personalidad definido por un carácter autoritario o democrático, vemos que por ejemplo el Ingeniero Armando Buillet quIen fue su primer —y único— pasajero en su vuelo inaugural con “Aeroposta”, desde Comodoro Rivadavia a Trelew, y que luego, dado que era francoparlante, lo trataría a Saint-Exupéry con asiduidad, lo define como “simpático pero autoritario”. Recuerda también el ingeniero de Comodoro Rivadavia —quien conserva una dedicatoria en francés con la pluma del exquisito autor del “Principito”, que dice: “Un souvenir, de voyage d´inauguration, le pilot Antoine de Saint-Exupéry” ()—, que aquel viaje inaugural de la línea se hizo con fuerte viento, por lo que el piloto debió maniobrar mucho para poder realizarlo con eficiencia; y sin embargo, le quedó tiempo a Saint-Exupéry para pasarle papelitos a su pasajero, ya sea con expresiones tranquilizadoras o ya sea haciéndole bromas respecto a la situación del difícil viaje.
() “Un recuerdo del viaje de inauguración, del piloto Saint-Exupéry”.

Noble y democrático
A su vez, para otro hombre que lo conoció y trató mucho, como el Cnel. Leonardo Salvetti, otro de los pioneros de “Aeroposta”, Saint-Exupéry era muy exigente como jefe y demandaba de sus subalternos, el máximo de rendimiento, pero —según describe en una carta a un amigo común: “…Era sencillo y democrático, a pesar de su origen noble… “. También afirma en esa misiva que era “un noble amigo, aunque habitualmente era muy parco y no se daba tan fácilmente”.
Asimismo, nos cuenta que Saint-Exupéry —que en Buenos Aires vivió en un departamento del tercer piso, arriba de la Galería Güemes, en la céntrica Florida— tenía el piso de su departamento casi siempre cubierto de hojas con sus apuntes, que quedaban allí desparramadas. Saint-Exupéry regresaba de madrugada a su moderno departamento, luego de haber concurrido a los lugares que le interesaban, y tomar fotos, que junto con sus notas, complementaban sus trabajos. Pese a la hora en que retornaba a casa, no dejaba de proyectarlas enseguida sobre un telón. Ya agotado, se tiraba en la cama durmiéndose la mayoría de las veces antes de quitarse la ropa.
El Cnel. Salvetti iba con él a comer, y dice que era hombre al que le gustaba la buena mesa. Ellos solían ir a cenar al restorán “Conte”, ubicado en Cangallo (actual “Tte. Gral. J.D. Perón”), frente a la cortada Carabelas, donde el gerente era un francés, amigo de él. Allí, “Sentex” solía consumir caviar, acompañado de exquisitos vinos.

Amada Argentina
También en lo que hace a sus definiciones sobre Buenos Aires y la Argentina hay diferentes opiniones. Y si bien hay quien sostiene que Saint-Exupéry habría definido a Buenos Aires como “una ciudad sin personalidad en la que los arquitectos pusieron todo su genio en suprimir las perspectivas”, mayoritariamente los testimonios hablan de su amor por la Argentina, tanto por el sur como por Buenos Aires. Así, en una carta dirigida por Saint-Exupéry a su amigo, Rufino Lugo Cambaceres —que reprodujo tiempo más tarde una revista francesa—, además de manifestar su aprecio por “los grandes espacios libres del sur” y la “nostalgia” de su paso por Aeroposta, escribe: “No hay en mi vida, ciudad que me haya parecido más bella; y no hay camaradería que me haya parecido más sana que la de todos nosotros…”. Y continúa el autor que nos ocupa en esta nota: “… Yo me encontraba en la Argentina como en mi propio país; me sentía un poco vuestro hermano y pensaba vivir largo tiempo entre vuestra juventud generosa…”. Carta en la que también afirma: “… He olvidado poco a poco, las tristes horas de la partida y recuerdo solamente las más bellas, ésas que pasé con vosotros y me siento feliz de poder cumplir: escribiros y agradeceros por todo lo que la Argentina me ha dado”.

Obra cumbre
Por supuesto que una nota sobre Saint-Exupéry, no puede ser tal si no se le dedican siquiera algunas líneas a su obra cumbre: “El Principito” (editada por primera vez en Nueva York, en 1943).
También aquí son diferentes las versiones sobre el lugar y tiempo de su escritura. Hay quienes afirman que fue en la Argentina, donde Antoine de Saint-Exupéry inició los borradores de esta magnífica obra poética. Y algunos testimonios dicen que esto fue precisamente en la Península Valdés, en las proximidades de la “isla de los pájaros”. Aunque es forzoso reconocer que hasta aquí persiste el enigma, pues no contamos al respecto con ninguna constancia fehaciente. De todos modos, esta versión hasta aquí no ha podido ser desechada.

“El Principito”
Digamos entonces que “El Principito” es un libro que ha tenido, que tiene y que seguramente seguirá teniendo en el futuro, enormes contingentes de lectores, en diversas lenguas y en las más diversas latitudes. Es para muchos críticos, el libro de poesía por excelencia, escrito por un exquisito poeta. Si bien algunos lo califican como libro de poesía infantil, no deja de ser también aleccionador para los adultos, en especial para un mundo adulto que ha perdido el lirismo y la inocencia de la visión poética que albergamos en nuestra tierna infancia.
Hallamos en “El Principito” muy bellas imágenes, con muchas metáforas y singulares percepciones. Así, por ejemplo, cuando el cordero puede comerse su flor, el Principito rompe en sollozos. “No sabía qué decir —explica el narrador—: me sentía muy torpe, no sabía cómo llegar a él, dónde encontrarlo, es tan misterioso el país de las lágrimas”.

Filósofo
Paul Dorí considera a Saint-Exupéry un filósofo, e incluso lo llama “el Pascal de los tiempos modernos”. Para él, el autor del “Principito” se distinguió entre sus colegas por haber hallado la armonía entre la aventura y el pensamiento, entre la heroicidad y la poesía.
Y, si nos detenemos en aquella tan célebre expresión que el zorro dice al pequeño príncipe -“No se ve sino con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos”, podemos reencontrarnos con la histórica sentencia de Anaxágoras: “Todo lo que se manifiesta es una visión de lo invisible”.

Del amor a la sabiduría
A través de las páginas de este relato con ilustraciones, el principito va y viene, desconcertando con sus actitudes, sus expresiones a veces enigmáticas y a menudo reveladoras y trascendentes. Pero el aviador no lo comprende porque está enfermo de “adultez”, ya que sólo le interesan las “cosas serias”, que finalmente resultan ser las menos importantes.
Con un muy refinado estilo y una siempre presente hondura conceptual, la afirmación de Saint-Exupéry cuestiona aquí que la búsqueda de la verdad se lleve a cabo por la vía excluyente del intelecto. Es como si nos dijese que no podremos arribar nunca a un conocimiento profundo de las cosas, sino a través del sentimiento. Es decir, a la manera de los orientales, concibe al amor como una forma de sabiduría.

El niño y la estrella
Recordemos que en la última página del “Principito”, Saint-Exupéry dibuja con dos líneas el desierto —que bien podría ser el del Sahara como el de los páramos patagónicos— y, en lo alto, una estrella. Y aquí están las siguientes frases finales del aviador: “-Si llegáis a pasar por allí, os suplico, no os apresuréis, esperad un momento, exactamente debajo de la estrella. Si entonces un niño llega hacia vosotros, si ríe, si tiene cabellos de oro, si no responde cuando se le interroga, adivinaréis quién es. Sed amables entonces, no me dejéis tan triste, y escribidme enseguida que el Principito ha vuelto”.
Y aunque “El Principito” ha cumplido ya más de sesenta años, estamos seguros de que se conserva igual en el espíritu a como fue concebido por la pluma y los dibujos de Antoine de Saint-Exupéry. Una y otra vez, para distintas generaciones, una y otra vez para chicos y para grandes, para hombres y para mujeres, vuelve —o quizá esté siempre allí— para hacernos felices a todos los que busquemos el misterio y la ingenuidad que conviven en la belleza del poema infantil.

Piloto en la guerra
Durante la Segunda Guerra Mundial, Saint-Exupéry no sólo publicó libros. Fue también un muy arriesgado piloto. En una ocasión su avión fue abatido, aunque consiguió huir con vida, escapando a los Estados Unidos. Más tarde se incorpora a las tropas de Francia Libre para luchar contra la Alemania nazi, que había ocupado militarmente su país. Si su vida estuvo plagada de controversias y enigmas, su muerte no lo fue menos —hasta el día de hoy—.

Desaparición
Poco antes del desenlace fatal, Antoine escribe a su esposa Consuelo: “Si alguna vez no vuelvo, no me llores. Eso pasa rápido, las balas perforan el cuerpo como las abejas atraviesan el aire“. La versión oficial nos habla de su desaparición luego de despegar de la base de la isla de Córcega en la mañana del 31 de julio de 1944.
Póstumamente, en 1948, se publicaron sus cuadernos de notas bajo el título de “Ciudadela” (su viuda, Consuelo, falleció 35 años más tarde, el 28 de mayo de 1979).
Pero en la reconstrucción de las circunstancias de su muerte, lo que primero se supo —años más tarde— fue que su avión fue abatido por un cazabombardero alemán, mientras cumplía una misión de reconocimiento fotográfico sobre el Mediterráneo. Por su edad —tenía 44 años—, no se le había permitido participar en acciones de combate. Él conducía su avión sin copiloto y sin armamento; fue derribado por un caza alemán, minutos después de las doce del mediodía.

Documento
Hay también otras versiones, producto de diferentes búsquedas que se realizaron ya en los años sesenta. Entre ellas se destaca el hallazgo de documentos en los archivos de lo que había sido el comando aéreo alemán, donde se informaba sobre el hecho del abatimiento en el aire de Saint-Exupéry. Allí, en uno de ellos, dice: “En la fecha y hora mencionadas, el joven aspirante Robert Henkele —muerto en acción pocos días después—, había avistado cerca de la costa francesa, el avión de Saint-Exupéry y le descargó desde atrás el fuego de sus ametralladoras”.
Asimismo, más recientemente en el tiempo, en 1998, un pescador de Marsella encontró en su red, un brazalete de plata —que le había regalado Consuelo—, y que tenía registrada la dirección de la editorial neoyorquina que publicó “El Principito”. Y, más tarde, una empresa de exploración submarina, detectó, a doscientos metros de profundidad, el motor de su avión.

Desconocimiento
En el departamento que ocupó Saint-Exupéry en el centro de Buenos Aires, se levantó un gimnasio donde hoy ni siquiera figura una placa que recuerde a aquel célebre habitante. Cuando interrogaron a quienes hacían allí ejercicios gimnásticos si sabían quién había vivido allí, por supuesto que obtuvieron una respuesta negativa. Pero lo más sorprendente —y doloroso— es que algunos de ellos hasta ignoraban quién era Saint-Exupéry. Por ello entendemos que es importante recordarlo y darlo a conocer a quienes aún no lo conocen, tal la finalidad de esta nota.

Poeta
Consuelo Suncin dijo en su momento: “Todo lo que escribió Antoine es la autobiografía”. Aviador, filósofo y poeta, Antoine de Saint-Exupéry fue un moderno humanista que no encontró conflicto entre la tecnología y el espíritu. Y también “El Principito” es en alguna medida autobiográfico, por lo menos en la medida en que ese pequeño príncipe que visita el planeta y habla con las flores, simboliza el alma del audaz piloto y sensible escritor, Antoine de Saint-Exupéry. Su alma siempre se mantuvo fiel a las premisas, consignas y deseo de la infancia.
En ese sentido, permaneció siendo niño, que es el estado de mayor ingenuidad y también el de más rica perspicacia, siendo asimismo el estado ideal para dar vuelo a la inspiración poética. Por ello, para muchos —entre los que me incluyó—, Antoine de Saint-Exupéry fue fundamentalmente un poeta.


Agosto - Septiembre 2009 - Elul 5769
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