LA VOZ y la opinión


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A 110 AÑOS DE SU NACIMIENTO, UN MÁRTIR DEL STALINISMO
ISAAC BÁBEL, EL GRAN ESCRITOR JUDEORRUSO.

Por Moshé Korin
A fin de poder entender mejor la tragedia acaecida el 12 de agosto de 1952 en la Unión Soviética, cuando fueron fusilados 24 escritores, artistas y poetas en la cárcel Lubianka (Moscú), como así también tener más claro por qué debieron transcurrir varios años hasta que este hecho fuera repudiado universalmente, es necesario que nos remontemos a los años entre 1936 y 1940 en la URSS, rememorar lo acontecido con muchos intelectuales y creadores judíos, entre ellos Isaac Bábel.

A decir verdad, hasta mayo de 1991, en que me tocó presidir una delegación judeolatinoamericana al Congreso de Cultura Judía en la Unión Soviética, no me eran conocidas más que superficialmente la vida y la obra de Isaac Bábel. Y fue el Secretario de Cultura de la URSS, que en su salutación se refirió con grandes elogios a la obra de Bábel, quien me incentivó a que, ya en mi paso por Israel, una vez terminada la reunión, y luego a mi regreso en la Argentina, me interiorizara exhaustivamente en su obra y en su trágico destino.
Podría afirmarse que Isaac Emanuilovich (Itzjak ben Immanuel) Bábel, fue el único escritor en lengua rusa de origen judío que en los años ´20 y ´30 del siglo pasado (s.XX) se refirió en sus obras a sus hermanos de raza. Luchó por la libertad de palabra en los terribles días de la dictadura staliniana. Fue arrestado en mayo de 1939, por motivos que no se manifestaron oficialmente. A partir de ese momento, no se detectó su presencia en ningún campo de detención ni en el exilio, por lo que se suponía que había sido ejecutado de inmediato. Posteriormente se informó que su muerte había acaecido en 1941.
Hoy, una vez abiertos los archivos de la Policía Secreta (N.K.V.D.-G.P.V.), sabemos con certeza que fue ejecutado el 27 de enero de 1940.
Bábel ganó fama con dos obras, dos conjuntos de narraciones breves: “Cuentos de Odesa” (1924) y “Caballería Roja” (1926); los que junto con dos piezas teatrales: “El Ocaso” (1928) y “María” (1935), y con unos pocos escritos para el cine, constituyen todo su legado literario. Es probable que el total de sus manuscritos, excepto aquéllos puestos en manos de sus amigos personales, hayan sido destruidos por la policía secreta.

UNA CIUDAD MULTIFACÉTICA.
El escritor que hoy nos ocupa nació el 13 de julio de 1894 en Odesa (Rusia- Ucrania), en el seno de una típica familia judía. Su ciudad era, por entonces, el centro de las literaturas ídish y hebrea, ya que en ella residían tanto Méndele, llamado “el abuelo de la literatura ídish”, como Biálik, el gran poeta nacional en ambos idiomas. Odesa era también un importante centro de la vida política y comunitaria de los judíos. En ella coexistían el Movimiento Sionista y el Movimiento Socialista, y desde su puerto cosmopolita miraba hacia Occidente.
La lengua materna de Bábel fue el ídish, y en sus primeros intentos literarios usó el francés. Sin embargo, hoy se lo reconoce como uno de los grandes estilistas de la prosa rusa y, al mismo tiempo, como un escritor judío profundo, que supo adentrarse en el alma de su pueblo.

TENSIONES Y CONFLICTOS.
La obra de Bábel se nutre de las tensiones y los conflictos entre la ética judía milenaria y el entorno no-judío; de la incapacidad de sus protagonistas para borrar los resabios de judaísmo que anidan en su interior, especialmente los de carácter moral. Esos personajes judíos querrían transformarse en paganos, pero la ética ancestral termina por frustrar sus intentos: la violencia les es extraña.
En uno de los relatos, el narrador judío implora en vano a la Providencia que le conceda "la más simple de las pericias: la capacidad de dar muerte a otro ser humano". Y sólo eso. Para ser admitido en un círculo de cosacos, antes deberá matar un ganso de un modo horrible. Pero esa noche lucha a brazo partido con su conciencia judía, que aborrece los crímenes.
Las mismas contradicciones que atormentan a sus personajes, pueden hallarse también en la biografía del autor. “Caballería Roja” nació de sus experiencias como combatiente en la primera Fuerza Roja de Caballería, durante la Guerra Soviético-Polaca de 1920.
En uno de sus relatos, titulado “Guedalie”, su protagonista, un viejo judío que lleva ese nombre, se muestra perplejo: “Todos dicen luchar por la verdad, y todos roban. El polaco disparaba porque era contrarrevolucionario. Ustedes disparan porque son la Revolución. Una revolución es un placer, y el placer no quiere muertos en su casa. Las cosas buenas hacen buenas personas. ¡Quiero una Internacional de Buenas Personas!”.
También lo perturba la exigencia de abandonar los viejos valores, igual los buenos que los malos. Y expresa: “A la Revolución le decimos “sí”, ¿pero cómo decirle “no” al Shabat?”.

EPISODIOS DE SU VIDA.
Hasta los 16 años de edad, Bábel recibió por parte de maestros particulares una esmerada formación judía, que incluía Hebreo, Biblia y Talmud. Al mismo tiempo, asistía a una Escuela Comercial rusa. Durante esos años actuó en círculos juveniles sionistas. En 1915, una vez graduado en el Instituto de Estudios Económicos y Financieros de Kiev (capital de Ucrania), se dirigió a Petrograd (San Petersburgo-Leningrado), y allí, en zona vedada a los judíos, residió sin el permiso correspondiente.
Fue en esa ciudad donde aparecieron sus dos primeros cuentos, en una publicación de Máximo Gorki (1916).
Después de la Revolución de Octubre (1917), combatió en el frente rumano, donde contrajo malaria. Luego siguió colaborando con el nuevo régimen en distintas funciones: en la “Cheka” (Policía Secreta), en el Comisariado de Educación, en la confiscación de productos agrícolas, en el Ejército del Norte contra los Blancos (Contrarrevolucionarios). Y enrolado en la División de Caballería del Mariscal Budionnyi (Semión Mihailovich, 1883-1973), sirvió en el frente polaco.

“CABALLERÍA ROJA”.
Esta obra ocupa un lugar especial en la producción de Bábel. Durante décadas, se cantaron loas en la Unión Soviética a la Caballería Cosaca y a su comandante, Semión Budionnyi: Sólo unos pocos conocían la verdad, y por revelarla se podía pagar con la vida.
El autor ve a los cosacos con sus ojos de judío. Describe los pogroms, los salvajes crímenes sobre poblaciones humildes. Muchos soldados eran simplemente bandidos.
Bábel sabía bien de los pogroms en la Rusia Zarista. Pero en el tercer año del Régimen Soviético y en medio de la marcha del Ejército Rojo, no podía concebir que esos pogroms se repitieran. La realidad mostró otra cosa. Y si por un lado las fuerzas polacas actuaron bestialmente, mucho más terrible fue lo que se permitieron los hombres de Budionnyi bajo el rótulo de “Ejército Rojo Revolucionario”.
Toda la cruda verdad acerca de la Caballería Roja aparece también en el Diario personal de Bábel, que su esposa Antonina Piráshkova ocultó cuidadosamente durante años. Sólo en 1989 se decidió a publicarlo. Y lo hizo en traducción al ídish, en la revista judeosoviética “Sovétish Heimland”, dirigida por el escritor y poeta Arn Verguelis.

SE APROXIMA EL FINAL.
En 1928 y en 1932, Bábel fue autorizado a visitar a su mujer y a su hija, que habían emigrado a París. En 1935 formó parte de una delegación de escritores soviéticos a un Congreso en esa ciudad; también pudo visitar Alemania. Pero en el interín, con distintas excusas, había ya dejado de publicar, debido al autoritarismo imperante en la Unión de Escritores Soviéticos, fundada en 1934. Sin embargo, siguió escribiendo incesantemente.
La hija de Bábel, Natalia, cuenta que con la muerte de Gorki, en 1936, su padre perdió no sólo a un amigo, sino también a un protector poderoso, y sintió que el suelo se hundía bajo sus pies. Hasta ese momento, había frecuentado a los más poderosos jerarcas soviéticos.
Los lazos de Bábel con el judaísmo, no obstante, nunca se interrumpieron. En 1937, con motivo del aniversario de Shólem Aléijem (13 de mayo), se le encomendó la tarea de preparar una edición de las obras del gran humorista. Como escritor, siempre tuvo in mente los temas judíos para sus creaciones.

REALIDAD Y FICCIÓN.
Bábel desechó en sus narraciones la imagen del judío ruso, tal como aparecía comúnmente: un ser infeliz, sometido, siempre temeroso. En la región de Moldovanke, cercana a Odesa, conoció campesinos judíos audaces, despiertos, hechos ya a cierta cuota de libertad. A su particular manera, según sus propias leyes morales, luchaban por un sitio bajo el sol, por un poco de felicidad en este pícaro mundo. Bábel dibujó estos personajes con cariño, en ocasiones con cierta dosis de sarcasmo. Y no necesitó inventarlos, porque eran parte de la Odesa judía real. La misma contaba con el famoso Mishke Iapónchik (Mishke “el Japonesito”), aquel muchachón que, junto a sus compinches, tenía a raya a los bandidos que pretendían desatar un pogrom en la ciudad. Mishke también se las arreglaba para desorientar a la policía, y como un nuevo Robin Hood, despojaba a los ricos para repartir el botín entre los judíos pobres. En los años de la Guerra Civil, Mishke Iapónchik colaboró con las autoridades soviéticas en la lucha contra las bandas asesinas de Petlura. Pero cuando ya no les hizo falta, lo ejecutaron sumariamente (sin juicio).
Mishke Iapónchik inspiró a Bábel el personaje de Benie Krik, “el Rey de los Ladrones” pero, al mismo tiempo, un justiciero.
En los “Cuentos de Odesa”, Isaac Bábel describe magistralmente el estilo de vida y la moral de ese sub-mundo. Sus figuras femeninas son una mezcla de actitudes pequeño-burguesas y de audaz desafío a las normas sociales. En esas figuras halló Bábel sentimientos humanos y expresiones de protesta, muchas veces malogrados por el ambiente del hampa.
Para el autor, los judíos de Odesa “bullen como un rojo vino ordinario”. Todo un mundo de “jasidim” polacos, carreros, matarifes (shojatim) y filósofos populares, iba desapareciendo ante sus ojos, por obra del secularismo, de los pogroms, de la Revolución. Bábel los rescata en algunos de sus mejores cuentos. Otras historias, a veces con un toque de humor, o bien con detalles conmovedores, muestran que algunas cosas no habían cambiado del todo. El hijo de un rabino adhiere al Partido Comunista y sale a luchar por la Revolución. Cuando cae en combate, sus camaradas hallan entre sus pertenencias un retrato de Lenin y otro de Maimónides; resoluciones del Partido con versículos del Cantar de los Cantares anotados en sus márgenes; y unos pocos cartuchos vacíos...

RECONOCIMIENTO DE SUS PARES.
Isaac Bábel se inspiró en las creaciones de Flaubert y de Maupassant. Se destacó por su prosa muy pulida, generalmente extensas anécdotas narradas por el propio protagonista en el lenguaje que le es propio: un dialecto campesino, la jerga de los soldados o el idioma ruso con fuerte acento ídish de los barrios bajos de Odesa.
En su hora, recibió el reconocimiento de escritores como Romain Rolland, Henri Barbusse y Heinrich Mann. Máximo Gorki lo comparó con el clásico de la literatura rusa, Nicolás Gogol. Y su colega judeosoviético Ilya Ehrenburg lo llamó “el lúcido rabí”.
Bábel se cuenta entre los escritores soviéticos más cosmopolitas. Como judío y como víctima del terror staliniano, despertó mucha simpatía en el público liberal europeo y americano. No debe extrañar, entonces, que siga siendo en Occidente, uno de los escritores soviéticos más populares.

DE AUTOR A PERSONAJE.
La complicada personalidad de Isaac Bábel sigue atrayendo la atención de los literatos y los investigadores literarios actuales.
Un historiador californiano, Robert Rozenstone, publicó hace unos años su Ópera Prima, que tituló “El Rey de Odesa” , presunta reconstrucción de la última novela escrita por Isaac Bábel, cuyo destino se ignora. La novela de Rozenstone se inserta en una historia mayor referida a la última visita que el escritor judeosoviético realizó a Odesa. La imagen que de él presenta es la de un libre pensador y humanista, amante de la buena vida, del vino y de las mujeres, que sin quererlo se ve involucrado en una sangrienta revolución.
Bábel como personaje responde aquí a la “fantasía liberal” a su respecto, que prevaleció en América durante décadas.
Por su parte, el escritor ruso-israelí David Márkish, hijo menor del gran poeta judeorruso Péretz Márkish, ajusticiado el 12 de agosto de 1952, dibuja en su novela sobre Bábel en idioma ruso (traducida también, al hebreo y al inglés), un perfil totalmente distinto.
El héroe de la obra, Iehuda Grosman, siente que en lo profundo de su ser persiste un niño judío de Odesa, ligado a su familia y a sus tradiciones. Pero como escritor ansía aferrarse al mundo nuevo de la Revolución.
Márkish toca cuestiones éticas tan delicadas como la de la responsabilidad personal del artista. Y frente al Bábel americanizado de Rozenstone, presenta otro que necesita creer.
Tanto Márkish como Rozenstone se vieron ante una tarea complicada: la de dar vida a una figura ya de por sí dueña de un enorme talento literario. Y no pudieron evitar que sus personajes aparecieran como meras sombras del Isaac Bábel real, tanto en el contenido de los textos como en sus formas estilísticas.

Agosto / Septiembre 2004 - Elul 5764
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