Soy el pastor de Judea que apacienta sus cabras en la tierra soñada. Soy el caminante hambriento que enfila a Egipto en busca de pan. Soy el esclavo eterno de los poderosos de turno en las latitudes de la tierra. Soy el espectador atónito de la revelación en la vieja montaña. Soy el que hizo rugir las trompetas frente a los pétreos muros de Jericó. Soy el juez de mi rebaño por la senda de los justos. Soy el guerrero indómito, desafiando a los poderosos romanos. Soy el que cavó túneles en los sagrados recintos, para escapar a la muerte, al hambre y al fuego. Soy el errante, humillado, añorante de la patria perdida. Soy el despreciado entre los despreciables de la tierra. Soy el habitante de los guetos humildes, por obra y gracia de los representantes de D" en la tierra... Soy el sabio, gallardo y altivo de las escuelas de Córdoba y Sevilla. Soy el expulsado de la tierra nueva, a la que aprendí a amar y nunca olvidé. Soy el navegante tenaz de las viejas carabelas, rumbo al continente en que no seríamos perseguidos. Soy el conquistador insolente y soberbio, abriendo jungla en busca de mi destino. Soy el presidiario eterno, en las catacumbas de los intolerantes. Soy el pionero valiente que puso su pecho frente a los peligros de la conquista. Soy el hombre nuevo, de la tierra nueva, que cede bajo mi empeño y fuerza. Soy el buhonero itinerante, que recorre caminos buscando su pan. Soy el audaz soñador, que sueña su retorno a la tierra de sus padres. Soy el luchador de tribuna, arengando a la masa en pos de elevados ideales. Soy el revolucionario fanático, que no claudica frente a la adversidad. Soy el mercader despreciado, vilipendiado y escarnecido del orbe todo. Soy el joven judío, encorvado sobre su libro, a quien la tenue luz de una vela, alumbra su pobre entorno. Soy la víctima perseguida por las hordas de cosacos, que quieren mi sangre y la de los míos. Soy el pobre agricultor, que aprende con dolor su oficio, en las pampas argentinas. Soy el vendedor de arenques que con sus canastos, recorre las heladas estepas del Zar. Soy el centinela alerta, recorriendo las granjas con mi fusil al hombro, entonando nuevas melodías en la tierra soñada. Soy el niño gimiente, que sigo la larga caravana hacia las duchas, en los campos de la muerte Soy el orgulloso soldado, que camina altivo, en una nueva nación, a los ojos del mundo. Soy el anciano escriba, que con meticulosidad graba los caracteres de los libros sagrados Soy el hombre libre, combativo y combatiente, dispuesto a no claudicar más, e través delos tiempos por venir... Soy el que recuerda la vieja montaña y la revelación para sus hijos. Soy el que arrastra su historia vieja con amor, con dolor y con orgullo. Soy la presencia viva de un pueblo eterno. Soy el portador de un mensaje de paz y justicia a los hombres. Soy el que hoy, al investir a mi vástago con su manto de oraciones, recordé todo lo que soy y hoy le digo a mi hijo. Todo esto, eres tú, a partir de hoy. Isaías Leo Kremer
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