Un viaje a Israel, trae siempre muchas emociones y expectativas. No es un periplo más. Es, jugando con las palabras, mucho más que un viaje. Acepté la invitación a participar del curso para docentes de historia de nuestra Red Escolar Judía Secundaria. Se conformó con un grupo de morim (docentes) de todo el país, de Perú y de Uruguay. Llegamos a Israel, el último día del año pasado. Con algunos profesores tuvimos el gusto de conocernos en las Jornadas de Capacita-ción docente de diciembre, organizadas por Bamah.
El llegar a Israel para un judío no es lo mismo que llegar a cualquier otro país. Esto que hoy no es una novedad, subirse al avión, mejor dicho a los aviones, es casi una rutina en tiempos en que se habla de viajes interplanetarios a Marte y a la Luna; según las noticias que leí en los diarios, hay empresas inmobiliarias en USA, que ya están comerciando terrenos en esos ¿lejanos? puntos del espacio.
Para un educador, llegar a Israel, es particularmente especial. Recuerdo que has-ta hace algunas pocas décadas, los Landslait (paisanos del mismo origen) solían organizar despedidas cuando alguno de sus miembros viajaban a Israel como tu-ristas.
En estos duros tiempos para la Mediná, donde hace cuarenta meses que tienen que convivir con la intifada el AQSA, que el odio anti-israelí/judío desató, donde el desprecio por la vida es lo que prima, el turismo del exterior ha mermado sensiblemente. Sentir que hay jóvenes de BRIA (Birth-Right) del mundo, que vienen grupos de educadores judíos, que se siguen capacitando, es para los israelíes reconfortante. Aún siendo numéricamente pocos. En-tonces, este inicio de nuevo año civil me encontró en la tan amada Jerusalem. Pri-mera parada, como siento no podía ser de otra manera. La encuentro tan hermosa y luminosa, con esa luz especial que sólo puede percibirse allí, con las fragancias inconfundibles que se respiran, con los nombres de calles que van armando una larga historia milenaria -Iafo, King George, Hertzl, Balfour, Rabi Meir, Bruria, Hilel, etc.
La ciudad vieja, la muralla, el Kotel, un poco en micro y otro poco recorriendo a pié, con un guía de lujo, profesor del curso Yona Katz, vamos refrescando tramos de la historia de la ciudad, de su vida cotidiana en tiempos de es-plendor, por estas callejuelas excavadas se ascendía al Templo, por allí estaba el shuk (mercado) y más allá la explanada, lo antiguo y lo moderno, las ieshivot a través de cuyas ventanas adivinamos a los estudiosos jóvenes discutir las ponencias de Rabán Yojanan en-señando a sus discípulos y preguntándoles una y otra vez, cuál es el camino que el hombre debe elegir para transitar por la vida, hasta puedo sentir el fragor de esos debates, tan antiguos y tan modernos.
El sol va tiñendo todo de rojizo, el ocre de las piedras, algunos pájaros aún se posan sobre los muros. Aunque hace frío, muchos aún siguen rezando Minjá, antes de que las sombras del anochecer envuelvan este místico momento.
Vamos volviendo al ho-tel. Continuaremos estudian-do nuevos y antiguos textos, pero para mí Jerusalem es además la ciudad de S.I. Agnón. Cada nombre y ca-da lugar me transporta a algunos de sus relatos y novelas, Najalat Shivá, sus calles, y siento el viento ca-racterístico de Talpiot, in-mortalizado en el cuento "De enemigo a amigo".
¡Que coincidencias má-gicas le suceden a uno, aquí en Jerusalem!. Nuestro programa comienza justo aquí, en Ramat-Rajel, tan cerca de la casa de S.I. Agnón, en Talpiot, transformada desde hace años en Museo.
Jerusalem es tan única, que cada uno, cuando vuelve a ella, se reencuentra con personajes, con cuentos, con vivencias y con poesías. Jerusalem es también la ciudad de otro gran escritor, Yehuda Amijai, poeta de Jerusalem, fallecido hace algo más de tres años. En una de sus más hermosas poesías describe a Jerusalem como "Ciudad Portua-ria a orillas de la Eternidad", ya que no hay ni lagos ni mares en esta ciudad, está surcada por las orillas de la eternidad.
Me encontré con amigos, con colegas docentes, con familiares pudiendo revivir momentos compartidos, intercambiar impresiones , palpitar la vida cotidiana, escuchar a la gente, sus proyectos de vida, sus festejos, sus logros y fracasos. Aun aquellos lugares que sufrieron terribles atentados. Estaban llenos de gente. Algunos hechos marcan estos días, en Israel.
Lo acontecido en Estocolmo, con la desgraciada "obra de arte" de un pseudo artista (israelí en su origen) que mereció el repudio del embajador israelí, que dejó esa vergonzosa "obra" a oscuras. También el tratado que se le da en La Haya al tema del cerco de separación que Israel construye para interceptar a los terroristas suicidas y evitar más muertes de inocentes.
Nos esperan momentos difíciles, ya que lo más recalcitrante del antisemitismo, en ropaje de anti-isrealismo, se da cita en esa corte internacional. Será de esperar que algunos jueces puedan ver con ambos ojos, y puedan entender que el Estado de Israel tiene derecho a defender la vida de sus habitantes y evitar que mueran en un autobús, en el mercado o festejando Pesaj en un salón de hotel.
Este viaje de estudio me dio la posibilidad de conocer gente interesante, escuchar clases de profesores de nivel, leer textos históricos, tener contacto con docentes y jóvenes estudiantes y es-tar tres semanas en el lugar donde se forjó nuestra identidad. Un país que nos ofrece la posibilidad de inspirarnos, de recargar las baterías para poder seguir educando, enseñando y haciendo de la continuidad un verdadero desafío, digno de ser asumido.•
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