En 2002, al cumplirse 45 años del fallecimiento del escritor Shólem Asch, se reeditó en Israel una compilación de sus escritos relacionados con el país. El libro se titula “Shirat Ha-émek” (El canto del Valle), y fue presentado en “Bet Tzionéi América” (la casa de los Sionistas America-nos), en Tel Aviv. Tuve oportunidad de asistir al acto. Apenas me hice presente me vino a la memoria mi profesor de Literatura Judía en la Es-cuela Secundaria, el actor y maestro Zalmen Hirsch-feld, con quien a los 13 años de edad, en 1º año del Secundario, leímos, estudiamos y escenificamos, durante 3 meses, la monumental obra de Shólem Asch: “Kidush Hashem” (La Santificación del Nom-bre, el sacrificio de la propia vida antes que abjurar de la fe). Desde entonces, se transformó en uno de mis autores preferidos. Hoy nos referiremos especialmente al volumen editado en Israel en 2002. Shólem Asch había ga-nado fama con sus relatos acerca de “la Vieja Eretz Israel”, con su población de antaño, sus personalidades y su singular geografía. Pero después de visitar el país en 1936, publicó en 1938 una compilación de relatos sobre “Eretz Israel” que se estaba reconstruyendo, y la tituló “Shirat Ha-émek” (El Canto del Valle). La aparición de la obra indicaba que su autor había encarado una nueva etapa creativa, en la que se proponía reflejar aquellas formas de vida en la nueva patria que siempre lo habían cautivado, hasta determinar, al final de sus días, su propia radicación en el país. El volumen tuvo muy buena acogida. Esos relatos enfocaban aspectos del estilo de vida “jalutziano” (pioneros) de las nuevas generaciones, llegadas con la Segunda y Tercera “Aliá” (corriente inmigratoria a Éretz Israel). Los jóvenes idealistas venían a doblegar el desierto y a construir una nueva sociedad. Y el libro editado parecía anunciar nuevas creaciones del ya experto narrador. Sin duda, la novela “Shirat Haémek” (El Canto del Valle), que ocupa la parte principal del libro, y los relatos “Dvora leragléi haTabor” (Débora a los pies del Tabor), “Ruth ve Avshalóm” (Ruth y Absa-lón), “Kishrón leÉretz Isra-el” (Talento para con Éretz Israel), “Haajzar” (El Cruel), “Hatzioní” (El Sio-nista), escritos muchos años antes, desempeñaron en su momento un papel de primer orden al difundir en la Diáspora pinceladas de la vida en Eretz Israel. A través de esas narraciones, muchos judíos pudieron vislumbrar la realidad de los pioneros, y participar desde muy lejos en el Renacimiento Nacional que se gestaba en el Valle de Izreel (Valle en el norte de Israel, colmado de pantanos, que fueron desecados, y la zona fue transformada en una de las más fértiles del país), en Iehudá y en el Galil. En verdad, Asch manifestaba gran entusiasmo en esos días. Al describir có-mo tímidos estudiantes de “ieshivá”, o revolucionarios decepcionados, nobles académicos o hijos de familias acomodadas, habían arribado al Sionismo y a la meritoria acción (mitzvá) de poblar la Tierra de Israel, dejaba oír frases de un romanticismo ingenuo, salpicadas de versículos bíblicos y de referencias a los padecimientos y los anhelos de generaciones. Detengámonos, por ejem-plo, en esa muchacha Sara, integrante de una “kvutzá” (comuna) que ha salido “a levantar la primera población en medio de las ciénagas, cerca de Nájal Jarod, en el Valle de Izreel”; y su rostro, ajado por el trabajo y las preocupaciones, es visto por su compañero Bérl Jaimóvich como “la encarnación de esa Tierra de Israel, que reúne todas las verdades y todos los ideales por los que vale la pena vivir y padecer, envejecer prematuramente y aún entregar la propia vida”. El mismo Jaimovich habla, en las asambleas de la comuna, de los impedimentos que deben ser superados “porque no queda otra alternativa. Saciados o hambrientos, vestidos o cubiertos de harapos, todos pertenecemos a este lugar. La tierra es nuestro patrimonio, nuestro destino. Nos ha sido marcada la suerte, con las bendiciones y las condenas que pueda traernos, lo queramos o no, porque para eso fuimos creados”... O tomemos a Meir, al que llaman Burlak, hijo de un sastre lituano Zlatopolsk, en Crimea, que ha reparado el error de su padre y de su abuelo, y ahora “cuida de que el toro fecunde a las vacas de Éretz Israel para que rindan más leche y críen terneros más sanos; y así habrá con qué alimentar a los judíos de Éretz Israel. He aquí el rol que le ha sido asignado en la sucesión de las generaciones, a partir de los patriarcas Avraham, Izjak y Iaakov, hasta llegar a su propia persona...” Aquí también nos en-frentamos a los problemas de una sociedad obrera en cierne, nos incorporamos a la rueda danzante del “ho-ra” y dejamos que nos embriague el perfume de una tierra que produce tantas flores, árboles frutales y forraje para el ganado. Un invierno tormentoso sucede a un verano ardiente. La gente prepara, paso a paso, las superficies pantanosas, las va desecando para el futuro. Es cierto que no se pueden evitar todas las plagas de insectos y de fiebre palúdica, que ya han co-brado víctimas y que “oprimen los hombros de todos con una pesada carga”. Tal como Sara suele cavilar, “todavía no han transcurrido 6 meses y la muchachada parece haber envejecido 6 años”. Pero hete aquí que llega un nuevo grupo y prepara nuevas extensiones: “un gran paso en el camino de la redención del Valle” (Como aquellos artistas que, queriendo ver belleza y esplendor en todo, se muestran dispuestos a adornar con colores firmes aun la pobreza, la estrechez y el duelo, no vaya a ser que perturben la armonía del conjunto). Y remarcamos un relato breve, escrito con posterioridad a los demás relatos que asoma en el libro que se presentó en “Bet Tzionéi América” con su propia luz, imbuido de un íntimo contacto entre el escritor y su tema. Nos referimos a “Kulam ieladai” (Todos son mis hijos), el encuentro en el banco de una plaza de Tel Aviv con alguien que, envejecido por el sufrimiento, no puede quitar los ojos de los niños jugando traviesos y despreocupados al sol invernal. Su rostro pasa, sucesivamente, de la satisfacción a un gran pe-sar. Cuando el hombre le-vanta su mano temblorosa y quiere acariciar la cabeza de una niñita, que en el transcurso del juego se ha acercado a su asiento, se oye la voz de la madre desde otro banco cercano “¡Ven acá!”. Y la niña huye, confundida por la orden materna y por los ojos su-plicantes del extraño sujeto. Del cuidadoso contacto del narrador con este hombre, surge en el relato el corazón destrozado de un judío que ha perdido a su familia en el gran desastre de la guerra, y ve en la niñita a la pequeña Léiale que los nazis le robaron. “De pronto su tierna voz se ha puesto ronca de ira: ¿Y qué? ¿La nena le pertenece a ella sola? ¡Los niños son de todos nosotros! ¡Los niños de Israel nos pertenecen a todos! Y con brusco movimiento se levantó del banco y desapareció en el gris del anochecer” Este relato, que refleja la tristeza del individuo en su orfandad, alude también al destino común de todos los judíos y a la continuidad de la vida judía en la tierra ancestral. Shólem Asch, vida y obra Shólem Asch, el gran novelista, dramaturgo y en-sayista en idioma ídish, nació en Kutno, Polonia, el 1º de enero de 1880, en un hogar judío ortodoxo. Sus padres, Moishe Gombiner y Malke Vidotzki de Gom-biner le impartieron una e-ducación estrictamente tradicional hasta los 17 años. Entonces, obsesionado por aprender alemán, debió lo-grarlo por sus propios me-dios, y se valió de la traduc-ción que Moses Mendel-ssohn (creador del Ilumi-nismo) había hecho de los Salmos a ese idioma, con caracteres hebreos. Poste-riormente aprendió el alfabeto alemán y se inició en la lectura de los clásicos. Alarmados sus padres, lo enviaron a una villa polaca done enseñó Torá a los niños. Luego de sucesivas etapas llegó, en el año 1900 a Varsovia, el centro de la vida literaria judía. Traía la influencia de creadores en hebreo, ídish, ruso, polaco y alemán. Pero el gran es-critor I. L. Péretz le aconsejó que escribiera en ídish, y él acepó la sugerencia. Las primeras obras de Shólem Asch trasuntan la tristeza de sus sueños juveniles. Su vida cambió cuando, luego de relacionarse con el conocido maestro hebreo y escritor judeopolaco M.M. Shapiro, se casó con la hija de éste, Mathilde. A partir de entonces, ya sin mayores preocupaciones materiales, pudo desarrollar libremente su talento. Así, su relato “A Shtétl” (Un poblado), pu-blicado en 1904, muestra ya un tono más optimista. También de 1904 data su primera pieza teatral: “Mitn Shtrom” (Con la corriente), seguida de otras que se representaron en Rusia, Polonia y Alemania, siendo la más exitosa la titulada “Got fun Nekome” (Dios de Venganza, 1907). Nuevos motivos psicológicos y socio-nacionales relacionados con el judaísmo, se agregan a los dramas y novelas posteriores, fruto de los viajes del escritor por Europa, Eretz Israel (1908) y Estados Unidos (1910). El mundo del “Shtétl” (poblado en Euro-pa Oriental), reaparece en el relato “Reb Shloime Nóguid”(Reb Shloime el Opulento, 1913), pero ya con un enfoque maduro, sin idealizaciones. Shólem Asch pasó los años de la Primera Guerra Mundial (1914/18) en los Estados Unidos. Su novela social “Motke Gánev” (Motke el Ladrón, 1917), es un relato del hampa varsoviana; y “Onkl Moses” (Tío Moses, 1918) traslada la escena a una ciudad norteamericana. Después de la guerra regresó a Polonia (Más tar-de vivió en Francia, y a partir de 1938 nuevamente en los Estados Unidos, donde publicó la mayor parte de sus obras). La gran novela histórica titulada “Kidush Hashem” (La Santificación del Nom-bre, 1919), describe el martirologio judío en Ucrania y Polonia a mediados del siglo XVII. “Di Kishuf-májerin fun Castilien” (La Hechicera de Casilla, 1921), presenta en otro escenario el mismo tema de elección de la muerte en defensa de la fe. Para sus creaciones Asch, se inspiró en personajes gentiles y judíos de los países en que vivió. Así, una parte de la novela “Di Múter” (la madre, 1919), se refiere a los judíos polacos, y otra parte a Amé-rica. A la novela citada le siguieron “Toit úrteil” (Pena de muerte, 1924) y “Jaim Léderer´s tzurik-kumen” (El regreso de Jaim Léderer, 1927), cuyo protagonista, como otros personaje de Shólem Asch, busca 4una fe y un ideal en la vida. La monumental trilogía “Farn Mábl” (Antes del Diluvio, 1929/31), toma las dos primeras décadas del siglo XX en San Peters-burgo, Varsovia y Moscú. Asch pasó después a producir novelas más livianas como “Got´s Guefángue-ne” (Cautivos de Dios, 1933) y “Der Tehilim-id” (El Judío de los Salmos, 1934) “Baim Opgrunt” (Al borde del abismo, 1937), muestra a Alemania durante la gran crisis; en tanto que “Dos Guezang fun Tol” (El Canto del Valle, 1938), que se refiere al trabajo pionero en Éretz Israel, país que había visitado dos años antes. La gran trilogía que siguió se refiere a los fundadores del Cristianismo y comprende; “Der man fun Natzéret” (El Nazareno, 1939), “The Apostle” (El Apóstol, 1943) y “Mery” (María, 1949). Buena parte de la prensa judía recibió esas obras con desagrado y acusó al autor de fomentar la conversión y predicar el Cristianismo. De la polémica que se suscitó nos ocuparemos en otra oportunidad. En su escritura de los años siguientes, aún en su Novela Americana-Judía “Ist River” (1946, Río Este), Shólem Asch vuelve a sus temáticas judías originales. En el mismo año, 1946, publica un libro “Der Bre-nendiker Dorn” (La zarza ardiente), sobre la Alemania nazi y en 1951 aparece su novela “Moyshe” (Moisés) en la cual describe la epopeya de los judíos en Egipto, su liberación y su líder. Su último libro fue “The Prophet” (1955, El Profeta) donde escribe so-bre el Profeta Isaías, basado en su libro (capítulos 40 al 66). Shólem Asch vivió los últimos años de su vida en Israel: en Bat – Yam, un suburbio de Tel Aviv. En 1957 viajó a la Londres, para una interconsulta mé-dica especial, donde fue recibido con la consideración que merecía. Lamen-tablemente, apenas dos semanas más tarde falleció en esa ciudad. Sus restos descansan en Israel. Su casa de Bat – Yam alberga hoy el Museo “Shólem Asch”. Fue un narrador de alto rango. Hacía resalar la individualidad de sus personajes con la misma maestría que su entorno nacional y social. Supo conectar el mundo ídish con la gran cultura europea y americana. Llegó a ser el primer escritor ídish de renombre internacional. Fue presidente honorario del Pen Club Idish y en 1932 recibió una importante condecoración de la República Polaca.• © LA VOZ y la opinión
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