Hoy la administración Bush, junto con el gobierno Sharon-Peres, impulsa la visión de que la retirada de Sharon y el plan de expulsión de Gaza y el norte de Samaria se alinean con la doctrina Bush.
El pasado mes de junio, durante una cumbre de la OTAN en Estambul, el Presidente norteamericano George W. Bush culpó a los gobiernos dictatoriales del mundo árabe y a sus partidarios de la cultura de fanatismo que engendra el terrorismo y el odio a Occidente.
Bush dijo, “en los últimos 60 años, muchos se han sumado [a esta situación] excusando la tiranía de la región esperando comprar estabilidad al precio de la libertad. Pero traicionar su esperanza de libertad no sirvió a los pueblos de Oriente Medio, e ignorar el ciclo de dictadura y fundamentalismo no ha hecho a las naciones occidentales más seguras”.
El hecho de que Bush, en medio de una campaña de reelección en la que estaba siendo ridiculizado por alienar a Europa y Turquía, se pusiera delante de sus antes aliados en la OTAN y esencialmente les dijera que estaban impulsando la causa del terror, dice bastante en favor de la seriedad del Presidente a la hora de perseguir su estrategia de victoria mediante la democratización del mundo árabe.
Las reacciones europeas al discurso de Bush fueron altamente sugerentes. El Presidente francés Jacques Chirac envío a su nuevo ministro de exteriores, Michel Barnier, a rendir su primera visita al cacique de la OLP Yasser Arafat y a pasar la noche en su complejo de Ramala. El Primer Ministro británico, Tony Blair, estuvo junto a Bush en una conferencia de prensa y combinó la iniciativa del Gran Oriente Medio de Bush de extender la democracia regionalmente con el establecimiento de un estado palestino.
La cuestión de cómo se ajusta el estado palestino en la doctrina de democratización de Bush siempre ha hecho aguas. La premisa central del presidente es que las guerras endémicas y el terrorismo de la región son la consecuencia de regímenes represivos que prefieren que su pueblo crezca con una dieta de fundamentalismo y odio bajo gobiernos tiránicos a que éste sea educado en la moderación y la modernidad bajo gobiernos libres. El rechazo al derecho de Israel a existir por parte de los árabes que necesitan a Israel (y a América) como sus enemigos externos para justificar el fracaso de sus propios lideres en apoyar a sus pueblos es, mediante el razonamiento de la Doctrina Bush, la causa central del conflicto árabe israelí.
Por otra parte, la idea de que debe haber “una solución de dos estados” en la cual se crea un estado palestino – judenrein desde su concepción – en Judea, Samaria, Gaza y Jerusalén llega en respuesta a un conjunto completamente diferente de premisas en juego. Estas premisas no son norteamericanas, sino europeas. Según ellos, la causa de las guerras y el terrorismo árabe no es la tiranía árabe o el fundamentalismo religioso, sino la ausencia de soberanía palestina. El conflicto árabe con Israel, según esta opinión, será resuelto cuando se funde “un estado palestino viable y contiguo” en una Judea, una Samaria, una Gaza y una Jerusalén sin judíos.
Hoy la administración Bush, junto con el gobierno Sharon-Peres, impulsa la visión de que la retirada de Sharon y el plan de expulsión de Gaza y el norte de Samaria se alinean con la doctrina Bush. Entre los palestinos y los israelíes, sin embargo, está quedando más claro cada día que pasa que no solamente no hay relación entre los dos, sino que hay una deslumbrante contradicción.
Esta semana, la página web del miembro de la Knesset Azmi Bishara publicaba una entrevista con el portavoz de Hamas, Ahmed al-Bahar, en la que debatía el significado del plan de Sharon. Bahar afirma, “los golpes dolorosos cualitativos que la resistencia palestina asestó a los judíos y a sus soldados en los últimos cuatro años y medio llevaron a la decisión de retirarse de la Franja de Gaza”.
“Todas las indicaciones muestran que desde su establecimiento, Israel nunca ha estado en tal estado de retirada y debilidad como está hoy, tras más de cuatro años de intifada”, continúa. “Los heroicos ataques de Hamas expusieron la debilidad y la volatilidad del estamento de seguridad impotente sionista. La retirada pone fin al sueño sionista y es una señal del declive moral y psicológico del estado judío. Creemos que la resistencia es el único camino para presionar a los judíos”.
No puede haber una exposición más clara de la visión palestina de que el plan de Israel de entregar activos estratégicos a su enemigo en medio de una guerra y no recibir nada a cambio es una victoria para el terror que las declaraciones de Bahar.
De los progresos políticos de las dos últimas semanas dentro de Israel, está claro que la aplastante mayoría de los israelíes también ve el plan de Sharon como una victoria del terrorismo. Así que sin excepción, toda el ala entera de la izquierda del espectro político, con el apoyo de los diputados árabes antisionistas y la facción postsionista de Yahad, apoyan el plan de Sharon.
Y casi sin excepción, cada miembro de la derecha del espectro político israelí - que no incluye a leales a Sharon como Ehud Olmert o Tzipi Livni - o se opone al plan de Sharon, o exige que se celebre un referéndum nacional sobre el plano antes de que se lleve a cabo cualquier retirada de fuerzas o la expulsión de ciudadanos israelíes de Gaza y del norte de Samaria.
Que el plan de Sharon quedara claro para los israelíes llevó su tiempo. Apenas el mes pasado, muchas voces de la izquierda cuestionaban aún si Sharon se guardaba un as en la manga del que no tenían conocimiento. Pero el tiempo ha pasado, y a medida que Sharon era cada vez más estridente en su defensa de sus políticas – al tiempo que demonizaba y despedía a cualquiera que hiciera pública su oposición o dudara de la sabiduría de sus planes – su significado se hacía más claro para todos. Como resultado, encontrar hoy a un palestino o a un israelí que no dude de que el plan de desconexión esté vinculado o ligado en algún sentido a la Doctrina Bush es poco menos que imposible.
Dada la total desconexión entre la Doctrina Bush, que responsabiliza del cambio a los árabes pidiendo su democratización y que eviten el terrorismo, y el Plan Sharon, que no pide ningún tipo de concesiones a cambio a los palestinos, era interesante ver un intento de combinar los dos por parte de un intelectual y una figura heroica como Norman Podhoretz.
En el número de abril de la revista Commentary, Podhoretz, que ha sido un elevado modelo intelectual para mí durante toda mi carrera, argumenta que hay un modo de ver el plan de Sharon como parte de la Doctrina Bush. Afirma que después de que Israel elimine las comunidades judías de Gaza y el norte de Samaria, los palestinos estarán sujetos a la política de democratización de la Doctrina Bush – y que Israel no será forzado a hacer ninguna concesión adicional hasta que los palestinos se reformen. Argumenta que si los palestinos continúan atacando a Israel después de que el ejército expulse a las comunidades judías y se retire de las áreas, Israel estará libre para tomar cualquier acción que juzgue necesario por su seguridad. Afirma que a causa del compromiso de Bush con la Doctrina Bush, el mundo árabe se verá forzado ahora a llevar a cabo reformas que transformen el entorno operativo palestino de un modo que les fuerce a abandonar el terror.
Mientras que debatir los méritos de cada uno de los puntos que destaca a favor del plan es posible, lo que es más interesante del análisis de Podhoretz del plan de Sharon es el punto que no trata. Podhoretz nunca discute lo que Israel logra en la práctica – por sí mismo – al seguir adelante con el plan de retirada y expulsión de Sharon. De nuevo, como está claro hoy para todos los israelíes y todos los palestinos, el motivo de que sea imposible discutir lo que Israel saca en la práctica del plan de Sharon es que Israel no gana nada con él.
El miembro de la Knesset Uzi Landau, que lidera la oposición a Sharon en el Likud, voló a Estados Unidos la semana pasada para entrevistarse con las audiencias judías norteamericanas. Se dirigió principalmente a grupos locales, mientras explica que las principales organizaciones judías – United Jewish Communities y AIPAC – rechazaron permitir a cualquier opositor al plan de Sharon dirigirse a sus audiencias. Esto, dice, es el resultado de la presión sobre los grupos por la oficina de Sharon.
“Lo que encontré cada vez que hablé”, relata Landau, “es que los judíos americanos no tenían ningún conocimiento en absoluto de los problemas del plan de Sharon. Nadie nunca los ha discutido. Nunca se ha permitido a nadie la oportunidad de debatir lo que ocurrirá el día después de que las fuerzas israelíes salgan de Gaza. Nunca nadie ha sido capaz de hablarles acerca de los costes financieros, políticos y de seguridad del plan. Nunca se ha permitido a nadie debatir con ellos las consecuencias ecológicas del plan”.
Dado el hecho de que en Israel se necesitara tiempo antes de que el significado completo del plan de Sharon se entendiera, tiene sentido que en Estados Unidos se necesite más tiempo para que la lógica estratégica – o la irracionalidad estratégica – del plan de Sharon quede clara.
Cuando el gobierno Rabin-Peres anunció el proceso de Oslo hace 12 años, entregando tierra, legitimidad y armamento a la OLP a cambio de promesas intangibles de paz, los partidarios americanos de Israel - tanto judíos como no judíos - se dieron prisa en declarar su apoyo o su oposición a Oslo. La gran mayoría lo apoyó. Una vez que habían declarado públicamente su apoyo a la política, hasta cuando comenzó a explotarle literalmente en la cara a Israel, rechazaron reconocer que estaban equivocados al haberlo hecho.
El hecho de que la presente política de expulsión y retirada sea enarbolada por Sharon - el gran general y estratega de la derecha - es fuente de confusión para muchos que buscan un punto donde agarrarse que explique y justifique su adopción de un plan de izquierda radical. Con suerte, una vez que los partidarios de Israel -- que, como Podhoretz, fueron bastante valientes a la hora de ignorar las presiones conformistas y oponerse a Oslo – lleguen a aceptar el hecho de que la política de Sharon implica muchos riesgos pero no proporciona oportunidades, no vacilarán en rechazarla. Y de nuevo con suerte, en ese punto exigirán que la política norteamericana hacia los palestinos se alinee con la Doctrina Bush.
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