Abba Eban, el mitológico canciller de Israel, decía que los palestinos “nunca pierden la oportunidad de perder una oportunidad”. Hoy podemos afirmar con mucha certeza que Israel no pierde oportunidad de sabotear toda posibilidad de arribar a un acuerdo pacífico con los palestinos. El duro golpe asestado a Hamas por el asesinato de tres jóvenes judíos y disparo de misiles no satisfizo los instintos de venganza israelíes. Fue necesario ratear 400 hectáreas de tierras palestinas en Cisjordania para tratar de disuadir, no solo a los extremistas de Hamas sino, a todo el pueblo palestino, y por qué no, aprovechar la oportunidad de cortar una buena y nueva tajada de esa continua conquista territorial judía. Como era de esperar, este acto causó un revuelo en las cancillerías del mundo. Sorprendidos por la decisión, el vocero de la cancillería norteamericana difundió un comunicado donde acentúa que EE.UU demanda de Israel retractarse inmediatamente de la decisión. “Categóricos mensajes de protesta fueron enviados de capitales europeas a Jerusalén, tanto en forma de comunicados públicos como por medio de furiosos reproches telefónicos a la oficina del Primer Ministro israelí. Un diplomático europeo de alto nivel afirmó que la decisión israelí provocó una profunda molestia pues, en sus palabras, los israelíes encontraron el mejor camino para meter el dedo en el ojo de todos sus amigos del mundo”. La decisión israelí conmovió hasta los australianos, uno de los más leales amigos de Israel. Ciertos analistas se concentran en la superficialidad de los acontecimientos y no son capaces de captar la esencia de la estrategia israelí. “El anuncio formulado por Israel días atrás… desató una tormenta que podría haber sido evitada. Tendría que haber sido evitada. Israel debe lidiar ahora con el desafío de negociar un arreglo permanente aún en medio de la desconfianza con el vecino del sur, y lo último que necesita es nuevos frentes diplomáticos: ni con la Autoridad Palestina, ni con la Unión Europea o Estados Unidos. Ese anuncio, justo ahora, en un tema que siempre despierta sensibilidades, no tenía razón de ser”. Suponer semejante torpeza departe del liderazgo israelí es un argumento de simpleza inadmisible. En esta oportunidad, sorpresivamente, el análisis más acertado proviene de un sector insospechado. No de la izquierda considerada generalmente antiisraelí y judeofóbica, sino de un judío, ferviente adulador de Israel, que se identifica con el corazón mismo del ultra conservadorismo de derecha norteamericano. “Esta unanimidad casi total (el consenso de los judíos israelíes a favor de la victoria) refuerza la posición del Gobierno para tratar con potencias extranjeras – el primer ministro Netanyahu advirtió a la Administración Obama que no volviera a cuestionarlo“. En otras palabras, Obama debe compenetrarse de su función de peón y sirviente de Israel y más vale que no se tome la osadía de tratar de inmiscuirse en las decisiones israelíes sobre territorios y fijación de límites. Desde la creación del Estado independiente, la concepción de defensa israelí se basó en la disuasión de enemigos. En los últimos tiempos hemos comprobado que esta estrategia falló categóricamente frente a Hesbollah y Hamas. Por el contrario, la realidad de las últimas décadas demuestra que el liderazgo de las principales potencias mundiales está totalmente disuadido por advertencias israelíes. Paradójicamente, en este caso, Israel no se basa en el consentimiento norteamericano de su poder atómico, ni tampoco en la poderosa flota de modernos submarinos que “según reportes puede transportar misiles cruceros con ojivas nucleares”. Las dirigencias de las potencias mundiales saben muy bien que a estos niveles Israel dispone de sus propios y muy eficientes medios de disuasión. Ni siquiera requiere de un gramo de pólvora para mantenerlos a raya y asegurar que no interfieran en sus programas de expansión territorial. El gruñido de las potencias extranjeras sin el menor intento de hincar dientes durante el casi medio siglo de la creciente y provocativa colonización judía de territorios conquistados en la guerra de 1967, le demuestra a Netanyahu que estamos en presencia de tigres de papel con el único objetivo de aparentar humanismo democrático. Éstas son las reglas de juego en Cisjordania, el último casi medio siglo y, probablemente, por mucho tiempo más. Ojala me equivoque.
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