LA VOZ y la opinión


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El exilio y la creación:
Dante Alighieri

Por Moshé Korin
Resonancias personales
Corrían los años de mi juventud, más precisamente el cuarto año de mi escuela secundaria. En esa división escolar nos tocaba estudiar francés, pero el profesor había pedido licencia por razones de salud y no teníamos reemplazante. El rector, al percatarse de la cantidad de horas libres que teníamos, pidióle al “jefe de celadores” que ocupara esas horas libres aunque sea enseñándonos italiano, materia que también era optativa. Alberto D’Annunzio no era un pedagogo, pero sí un intelectual italiano que hacía pocos años había inmigrado a la Argentina. Él optó, no por enseñarnos el idioma, sino por leernos y explicarnos con gran pasión y fervor, en castellano, la vida y obra de Dante Alighieri, y especialmente pasajes de “La Divina Comedia” traducida al castellano. Alberto era uno de esos hombres anónimos para la mayoría, pero cuya cultura y apasionamiento intelectual absorbían a quien pudiera oírlo. Aquellas clases se grabaron en mi memoria, abrochando su recuerdo al despertar de la inquietud por conocer la gran obra y su autor.
Pasaron largas décadas desde aquel entonces y ocurrió un día que volvimos a cruzarnos, esta vez el azar nos citó en una clínica oftalmológica de la calle Azcuénaga. El verlo trajo inmediatamente al Dante a mi recuerdo, es justo pues que junto a la humilde evocación que aquí hago del Dante, él tenga el sitial que le corresponde: el de iniciador en la aventura literaria del célebre poeta.
El ya mítico poeta Dante Alighieri, nace en Florencia en 1265, quien muere a sus 56 años exiliado en Ravenna, el 14 de septiembre de 1321.
En Florencia antes del exilio
Era un momento complejo para la política toscana. Había quedado vacante el papado y distintas familias pretendían ocupar ese sitio. Para evitar que se produjese una guerra intestina entre las comunas itálicas, se designió Papa a Pietro Angelelio. Él era un monje que llevaba una vida prístina en los montes Abruzzi.
Poco pudo resistir las presiones políticas del momento y finalmente abdicó a los seis meses, lo cual dio pie a que ocupara el sitio vacante Bonifacio VIII.
La complejidad del momento estaba dada por las luchas entre el papado y el imperio, tema que en la cultura itálica se arrastraba desde la primera Edad Media. Dante, amante por sobre todo de Florencia, se vio inevitablemente inmerso en esa problemática político-religiosa que aquejaba a la Italia toda.
Era el momento de la lucha de Güelfos y Gibelinos; unos seguidores del papado, otros del imperio. Dante se enrola dentro del llamado grupo de Güelfos blancos. Ocurrió que a la sazón, los Güelfos se habían dividido en blancos y negros. Los blancos admitían que en caso de conflicto, el Papa pudiera dirimir por sobre el Emperador, bajo el supuesto de que el espíritu es más que la carne para el cristianismo. Los negros en cambio, sostenían que si cada una de sus esferas se movía en su propio ámbito no habría posibilidad de colisión.
Dante incursionó tanto en la política teórica como en la politica práctica. Había sido discípulo de Brunetto Latini, un enciclopedista famoso que lo había iniciado en el quehacer político. Cuando finalmente incursiona en política, llega a ocupar cargos respetables, incluso fue uno de los tres “Priore”.
Por aquel entonces, se consideraba que el priorato debía ser ocupado no por una, sino por tres personas, para que de ese modo hubiese una suerte de autocontrol entre el grupo. El poder debía ser muy limitado para que nadie pudiera enseñorearse en él a causa de la prolongación en un mandato político.
En medio de este clima de tensión, el Papa traba contacto con el poder político del momento en aras de subsumir la política florentina; y es ahí cuando Dante comienza a formar parte del conflicto a causa de su amor a su patria, pues no deseaba que Florencia perdiera esa independencia plena que poseía hasta ese momento.
Es entonces, condenado al exilio. Posteriormente la pena se agrava y es condenado a la hoguera, pena que afortunadamente no se hizo efectiva.
El exilio
De modo pues que el resto de la vida dantesca se centra en torno de un exilio que no es meramente un exilio político, sino que es más bien un exilio existencial. Un exilio que trata del hombre desarraigado de su suelo, de sus tradiciones y por sobre todo de su mundo espiritual. Dante que se exilia en el 1300, nunca más pudo volver a su Florencia natal, por lo que el resto de su obra es una perpetua elegía, un perpetuo lamento por una tierra distante a la cual nunca más podrá ver.
Para aquel entonces, en el 1300, se había proclamado un “Jubileo”, mediante el cual dentro de la cristología, a todo aquel que se arrepintiera e hiciera un peregrinaje a Roma se le perdonaban sus pecados. Obviamente Dante no podía regresar a Roma, puesto que sobre su cabeza pesaba la condena a la hoguera, decide entonces realizar un peregrinaje existencial mucho más profundo: un peregrinaje por la conciencia.
Se trata de la idea de un hombre que en una suerte de psicoanálisis a través de la letra y de la introspección espiritual, se adentra en los meandros de su conciencia y su subconciencia en aras de buscar la luz. A ese peregrinaje, hoy lo conocemos como “La Divina Comedia”.
La Divina Comedia
Célebre composición a la que en verdad el propio Dante llamó “Poema Sacro”. El nombre “Divina Comedia” fue añadido posteriormente. En realidad, en los inicios de este largo poema, Alighieri habla de una comedia, término que en la época medieval refiere a toda obra que comienza trágicamente y concluye con un final feliz. El aditamento adjetival de “Divina” es un añadido que hizo Bocaccio, quien desde la famosa Iglesia de Santa María Maggiore en Florencia, explicó por vez primera la composición dantesca.
Lo cierto es que “la Divina Comedia” ha sido estudiada desde los ángulos más diversos. Así por ejemplo, Benedetto Croce dijo alguna vez que se trataba de una novela del alma, de una epopeya espiritual en la cual el exiliado se coloca por encima de quienes lo han desterrado, e incluso se arroga la posibilidad de juzgar.
“La Divina Comedia” pertenece a un mundo de transición entre el mundo medieval y el renacentista. Es la obra central del humanismo itálico del cual Dante es exponente junto a Petrarca y Bocaccio, quienes componen la tríada de los grandes humanistas.
La obra es medieval en la medida en que está articulada y estructurada sobre una base teológica, y en tanto se configura como un corpus cerrado. El poema está constituido por cien cantos que tienen una interrelación rígida y rigurosa donde no es posible quitar uno de ellos sin que se dañe la estructura. Es medieval además en la medida en que es moralizante valiéndose para ello de símbolos.
Sin embargo, puede hallarse en ella el advenir de una transición a un período nuevo, en tanto Dante a partir del latín, que es la lengua formativa desde la cual ha logrado un estamento de orden literario, proporcionándole un método riguroso y razonador, mediante el cual el hombre a partir de la razón puede dejar de lado los temores medievales.
El poema
Al iniciar el poema nos hallamos frente a un comienzo extraño, pues Dante dice “en medio del camino de su vida se perdió en una selva salvaje, áspera, cruel”, y luego añade un adjetivo tautológico, pues refiere a sí mismo, al decir que se trata de una “selva selvática”.
Si se lo mira desde el punto de vista de la alegoría, la selva es el mundo del pecado. Y la expresión “en medio del camino de su vida” refiere al peregrinaje que empieza en el 1300 y dura lo que dura la semana santa: tres días. Este peregrinaje estaría mostrando entonces que es Dante quien ha llegado a la mitad de su vida, pues en esa época se estimaba que 70 años era el plazo adecuadamente normal para una vida humana, por lo tanto Dante con sus 35 años habría arribado a la mitad de su vida.
En la selva es asaltado por tres fieras: la onza, el león y una pantera. Los exégetas dantescos se han devanado los sesos tratando de interpretar qué simboliza cada una de estas fieras. La onza pareciera referir a la lujuria; el león, a la soberbia y la pantera sería la concupiscencia, la sumatoria de los pecados. De modo que Dante hace un examen de conciencia, y se sabe pecador. Luego aparece un lebrel que lo salva. A posteriori tomará conciencia de que el lebrel es enviado por Beatriz y que su amada muerta es quien que lo ha iluminado.
A medida que Dante desciende en el peregrinaje de ultratumba advierte una presencia que al inicio lo asusta hasta que se percata de que es Virgilio (Publio Virgilio Marón, 70-19 a.e.c.), el ilustre poeta mantuano que luego devendrá su guía.
Primero Dante desciende al mundo infernal, para luego ascender en las colinas del purgatorio, y finalmente ascender a través de los distintos cielos y llegar al “empirio” donde mora la divinidad. De modo pues que estos cien cantos están articulados en tres partes claramente discernibles.
Hallamos primero un canto introductorio que es este canto iniciático donde Dante se extravía; 33 cantos que corresponden al infierno, 33 al purgatorio y 33 al paraíso. A partir de lo cual podríamos afirmar que se trata de una geografía tanto alegórica como real, ya que este viaje en el que Dante se extravía es una suerte de embudo que a medida que se va angostando se advierten pecados cada vez más graves, descendiendo por ese eje central hasta arribar a una especie de antepurgatorio que es una playa a partir de la cual nacen las siete colinas de esta segunda instancia, a partir de las cuales brotan luego los nueve cielos.
A medida que Dante desciende con Virgilio, se encuentra con cuatro figuras: Homero, Horacio, Lucano y Estasio. Dante haciendo gala de una soberbia muy peculiar y propia de él, escribe que los cuatro se pusieron de pie y dijeron el famoso verso: “honorate l´altísimo poeta”. El cual no sabemos si refiere al propio Dante o a Virgilio. Luego, lo invitan a ocupar el sexto lugar. Es decir que en un autojuicio valorativo, Dante se sitúa a la par de los grandes poetas, mostrando así conciencia de su valía. Aún así, el escritor va elaborando el poema con un evidente y constante dolor. Aún si el largo viaje penitencial culmina en la liberación.
Durante su exilio, Dante al viajar a Ravenna, fue auxiliado por su amigo Guido Novello, quien le relata un hecho de suma crudeza. Un marido había matado a su mujer y a su cuñado al haberlos econtrado en situación de adulterio. Dante convierte este hecho en material para el poema en el canto quinto perteneciente al primer círculo infernal, donde Dante habla del pecado de lujuria. Allí cuenta el poeta que se sorprende al ver una turba de almas que van siendo golpeadas por un viento negro, y advierte dos almas que van juntas, le pide entonces a Virgilio que las haga detenerse, las figuras se detienen y Dante les pregunta qué ha ocurrido. Él baja los ojos, mientras que es ella quien cuenta la historia. Ella es la Francesca da Rimini que había sido víctima de la escena relatada por Novello.
Dante menciona a la “buffera infernal cha mai non cesa”, se trata del viento del infierno que nunca se detiene. Sin embargo ocurre que en el preciso instante en el que Francesca cuenta su historia, Dante dice que “hasta la buffera infernal se detuvo para escuchar el lamento de la muchacha”, hechizada, podríamos interpretar, por la desdicha de la joven. Si bien la crítica usualmente ha subrayado esto como un error, como una contradicción interna al poema, tal vez se trate de una expresión de suma sensibilidad, de un conmoverse de lo infernal frente al padecimiento y la desdicha.
La vita nuova y su amada Beatriz
Si se presta atención a la obra anterior de Alighieri “La vita nuova” (La vida nueva) que es un poemario compuesto en parte en prosa, se verá que allí Dante conecta con un criterio estético un conjunto de composiciones muy variadas: sonetos, madrigales, sextinas, canciones, himnos que había compuesto en homenaje a su amada Beatriz Portinari, y que a posteriori, eslabonando las perlas de este poemario añadió a los versos, prosa explicativa. En “La vita nuova”, verdadera obra excelsa, Dante se autopromete no volver a escribir nada que no fuese digno de Beatriz. Beatriz en cierto modo desde la lectura hecha desde la perspectiva cristiana, representa el culto mariano, el culto a la virgen. De modo que si se enlaza “La vita nuova” con “La Divina comedia”, se podría considerar que en realidad “la Divina Comedia” es en realidad ese himno mariano que el propio Dante promete en “la vita nuova”.
Lo dantesco
Dante ha sido uno de esos creadores que han dado lugar a un adjetivo propio con el cual se enlaza el recuerdo en el habla cotidiana de su obra. Uno puede hablar de dantesco, así como de kafkiano, o de borgeano. En esta línea, los grandes creadores a partir de su estilo, de su particular uso de la retórica dan pie a que se consolide un ícono que luego es tomado posteriormente como referencia en el uso generalizado. Quisiera ahora subrayar una particularidad del término, cuando se habla de lo dantesco no se piensa ni en lo purgatoril, ni en lo paradisíaco, se piensa en lo infernal. Si nos atenemos a este detalle, la parte de la “Divina Comedia” que ha trascendido ha sido el infierno.
Los que tienen el privilegio de acceder al original suelen decir: “Quien tenga el placer de leer la “Divina Comedia” en italiano, encontrará sumo deleite en la exquisita obra, y a quien no sepa italiano, le sugieren la bella edición en dos tomos de Angel Battistesa”. Dicha traducción ha sido la base sobre la cual se apoyaron estas escuetas líneas.
Comiencen a estudiar
Imposibles son de agotar tanto la obra del Dante, el hombre que vivó tras la magnánime pluma, la influencia de la época en la que escribió, así como la influencia que ejerció en las épocas posteriores. Tanto el Dante como su “Divina Comedia” constituyen aquellas materias primas perpetuamente generadoras de pensamiento y literatura.
Para reflejar lo inagotable del poeta, quisiera traer una leyenda talmúdica, pues creo que metaforiza cierto aspecto esencial del Dante.
La historia versa sobre un hombre que deseaba convertirse al judaísmo, para ello como condición buscaba un maestro judío capaz de explicarle qué era el judaísmo en el tiempo en que él podía mantenerse parado en un pie. Larga fue su búsqueda, finalmente se encontró con dos grandes sabios judíos muy disímiles en su personalidad, Shamái e Hilel; como es sabido el primero un tanto severo y el segundo en cambio más comprensivo y paciente. Fue precisamente Hilel quien le dijo:- “Yo te explicaré qué es el judaísmo”-. Luego, mientras el aspirante se mantenía sobre un pie transformó el versículo “ama a tu prójimo como a ti mismo” en “no hagas a tu prójimo lo que no quieres que te hagan a ti”. El hombre lo miró un tanto perplejo y preguntó: - “¿Eso es todo el judaísmo?”- Y el sabio Hilel respondió: - “El resto son comentarios sobre esto. Ahora ponte a estudiar”.-
Las líneas precedentes son una ínfima parte de todo aquello que puede decirse del Dante, ellas más bien intentan reproducir el gesto de Alberto, el “Jefe de celadores”: encender el interés y la curiosidad.
Tal vez los lectores tengan alguna hora libre para leer estas líneas que concluyen con una amable exhortación: ahora comiencen a estudiar.


Septiembre 2009 - Tishrei 5770
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